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Antonio Robles

OTAN, principio de realidad

Los tambores de guerra suenan a lo lejos, y un estado de ánimo colectivo de cambio se va apoderando de la sociedad española.

Los tambores de guerra suenan a lo lejos, y un estado de ánimo colectivo de cambio se va apoderando de la sociedad española.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. | EFE

De la noche a la mañana el civilizado Norte se ha caído del guindo. Suecia y Finlandia han pasado de la neutralidad a subirse a los tanques de la OTAN. Precipitadamente. No hay como un sopapo de realidad para tomar conciencia del inestable bienestar en el que vivimos. Una lección de vida más simple y antigua que la quijada de Caín.

Todo un síntoma de muda mental en Occidente que va mucho más allá de la precipitada decisión de Suecia y Finlandia de acogerse a sagrado. Es nuestro propio mundo de posturitas ideológicas e irresponsabilidad el que de pronto entra en crisis porque ha visto por el retrovisor de Ucrania la barbarie de la que venimos.

Basta reseñar las últimas encuestas en España sobre el apoyo al gasto militar y a la OTAN. Auténticos anatemas de las generaciones posteriores a la Guerra Civil con una educación sentimental antifranquista, de izquierdas y antiamericana. Muy similar al odio patológico de Hispanoamérica por los Yanquis. Las venas abiertas de América Latina, de Galeano, refleja en forma embaucadora y fondo rencoroso ese complejo del Sur ante el Norte. Las jóvenes generaciones de los 60 se dejaron seducir por diferentes guerrillas comunistas: Sendero Luminoso, Frente Sandinista, las FARC, Tupamaros… y por movimientos populistas como el peronismo. El odio del castrismo o del chavismo a EEUU o el resentimiento con España de Gustavo Petro forman parte de esa educación sentimental. Su desconexión con la realidad queda reflejada en esta valoración del actual presidente de Colombia en pleno pseudorreférendum secesionista de 2017: "España se ha convertido en una dictadura en Cataluña. En este momento, nos sobrevuelan helicópteros. ¿Se repetirá 1936?". Gustavo Petro estaba entonces y está ahora asesorado por Xavier Vendrell, ex de Terra Lliure y de ERC. Un mundo rancio en decadencia.

Algunos datos. La guerra de Ucrania ha elevado el apoyo de los españoles a la OTAN, que ha pasado del 57% de 1986, en el referéndum sobre ella, al 78% de 2018 y, ahora, según el último sondeo del Real Instituto Elcano, de hace una semana, al 80%.

Siendo significativo este aumento, lo es más porque el tradicional rechazo de la izquierda a la OTAN, a EEUU y a cualquier gasto militar se ha reducido a un 34%, con un 66% de apoyo. Algo similar ocurre con los gastos en defensa. Ha pasado del escaso apoyo del 35% en 2018 al 52% actual. Y el propio presidente del Gobierno se ha comprometido a pasar del actual 1,1% (del PIB) al 2%. O sea, doblarlo.

Se avecinan tiempos difíciles y Europa ha tomado conciencia de que no puede aportar sólo el 20% del gasto total de la OTAN. Las declaraciones de Madrid no pueden ser más diáfanas contra las agresiones de Rusia y el expansionismo geoestratégico y geoeconómico de China. De golpe nos hemos vuelto precavidos. La necesidad obliga. A todos.

Bueno, a todos no, el ala populista del Gobierno con ribetes comunistas e identitarios se empeña en plasmar su insignificancia sin darse cuenta de que es pasado. Su pataleo en la manifestación antisistema contra la OTAN en Madrid solo ha conseguido remarcar la desafección sentimental de los españoles hacia sus engañifas de comunistas consentidos. La última verbena del 15-M, instrumentalizada para lograr colocarse en el poder, ya solo representa una leyenda más, como las frases de Mayo del 68, tan vaporosas hoy: parad el mundo, que me bajo; debajo de los adoquines está la playa…

Los tambores de guerra suenan a lo lejos, y un estado de ánimo colectivo de cambio se va apoderando de la sociedad española.

El miedo a la guerra sólo es un síntoma entre muchos: la inflación galopante, la deuda suicida, la impunidad okupa, el paro estructural, el precio de la energía, el despilfarro gubernamental generalizado, el aumento de la delincuencia, la colonización de las instituciones, las mentiras diarias…

A Sánchez y, sobre todo, a sus adalides los barrerá el viento.

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