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Antonio Robles

No es un golpe, es la mafia

En el cruce mutuo de acusaciones de golpismo pasan a un segundo plano los auténticos actos de sabotaje al Estado de Derecho.

En el cruce mutuo de acusaciones de golpismo pasan a un segundo plano los auténticos actos de sabotaje al Estado de Derecho.
Pedro Sánchez en la inauguración del AVE a Murcia

¡Basta de aspavientos! Ni la resolución del TC es un golpe de Estado, ni Pedro Sánchez un golpista al uso. De tanto repetir que viene el lobo, al final, cuando venga, ya no se lo creerá nadie. Mientras tanto, un mafioso sin escrúpulos, apoyado por un ejército de medios y la propaganda más burda, redobla la apuesta devolviendo a la oposición el anatema. Y en el cruce mutuo de acusaciones de golpismo, pasan a un segundo plano los auténticos actos de sabotaje al Estado de Derecho: la concesión de indultos, la anulación del delito de sedición, la malversación a la carta, la consulta no vinculante, y todos los atajos vergonzosos para controlar el poder judicial.

No es un golpe de Estado dar indultos a delincuentes en contra de los dictámenes de los tribunales que los condenaron; no es un golpe acabar con el delito de sedición para contentar a los condenados por él; no es un golpe reducir las penas por malversación de caudales públicos a quienes los utilizaron para cometer delitos contra la Constitución y la soberanía nacional; no es un golpe prometer una consulta no vinculante sobre la independencia de Cataluña; no es un golpe querer cubrir los puestos caducados del Tribunal Constitucional prescindiendo de los dictámenes previos y los cauces normales para aprobarlos de urgencia en el Congreso y Senado, no es un golpe tratar de cambiar las mayorías de 3/5 para nombrar jueces sin mayorías reforzadas. Aunque los motivos sean espurios, las formas impropias y los procedimientos peligrosos para la salud democrática. No es un golpe tampoco nombrar a un mercenario del partido como director del CIS, ni tampoco infiltrar ministros (ex jueces) del propio gobierno como jueces en el Tribunal Constitucional, ni es un golpe de Estado nombrar a periodistas de la cuerda al frente de TVE y subvencionar a medios afines. Ni es un golpe de Estado por hacerlo con los enemigos de España.

Ninguna de esas medidas es un golpe de Estado, aunque algunas sean inconstitucionales, muchas de ellas prevaricaciones de libro y todas ellas prácticas encaminadas a socavar los cimientos del Estado democrático sibilinamente, sin que se note el cuidado. Darle la oportunidad a un gobierno dirigido por la propaganda de contraprogramar con acusaciones mutuas de golpismo lo que realmente son prácticas sucias contra las más elementales formas de la democracia es relegar sus fechorías reales a un segundo plano y sacarlas de foco. O sea, hacerles un favor. Ni se alerta a la población, ni se desenmascaran las prácticas mafiosas que el gobierno quiere ocultar.

Un verdadero drama, porque cuando a un gobierno no le importa mentir, hay que temerle más por su capacidad de blanquear sus relatos mediante su influencia en los medios, que por las acciones espurias mismas. En este cruce de "golpes" no gana quien tiene razón sino quién tiene más medios para imponerla. Conquistar la mente de la gente, ese es el campo de batalla de las ambiciones autocráticas posmodernas que buscan socavar las estructuras del Estado desde dentro para ponerlas a su servicio. Este es el verdadero peligro de Pedro Sánchez, un personaje que se ha mimetizado en el paisaje nacionalista y en las prácticas más siniestras de Podemos sin importarle proyectar sobre los demás todas las miserias que lleva a cabo él. Su cinismo en el intento raya la psicopatología.

Recomendaba Ignacio Varela para este 2023 el libro Cómo mueren las democracias (2018), de los profesores de Harvard, Daniel Ziblatt y Steven Levitsky. La similitud con nuestro país es escalofriante sin recurrir al manido golpe de Estado clásico: "Las democracias se erosionan lentamente en pasos apenas apreciables, fracasan a manos de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder. Desde el final de la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras democráticas las han provocado los gobiernos electos. En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas. Como no hay golpe de Estado, ni declaración de ley marcial ni suspensión de la Constitución, nada hace sonar las alarmas en la población. Quienes denuncian los abusos del gobierno pueden ser descalificados como exagerados o alarmistas. Para muchas personas, la erosión de la democracia es casi imperceptible. La paradoja trágica de la senda electoral hacia el autoritarismo es que los enemigos de la democracia utilizan sus propias instituciones para liquidarla de manera gradual, sutil, e incluso legal. Es posible incluso que vendan sus decisiones como medidas para mejorar la democracia". "La defunción de muchas democracias comienza cuando un partido del sistema, muestra mayor afinidad con los extremistas que están a su lado en el espectro político, que con los moderados del otro lado. La abdicación de la responsabilidad política por parte de líderes establecidos señala el primer paso hacia la autocracia. Los populistas afirman representar la voz del pueblo, les dicen a los votantes que el sistema existente, en realidad no es una democracia, que ésta ha sido secuestrada, les prometen enterrar a la élite, o a la casta, y devolver el poder al pueblo. Cuando ganan las elecciones, asaltan las instituciones. Con los tribunales repletos de personas afines y las autoridades que velan por el cumplimiento de la ley metidas en cintura, esos gobiernos pueden actuar con impunidad (…). Y así es como los autócratas electos subvierten la democracia, llenando de personas afines e ‘instrumentalizando’ los tribunales y otros organismos neutrales, sobornando a los medios de comunicación y al sector privado (u hostigándolos a guardar silencio) y reescribiendo las reglas de la política para inclinar el terreno de juego en contra del adversario".

La similitud con lo que nos está pasando da escalofríos, y en demasiados pasajes las menciones conceptuales son premonitorias: "Alianzas fatídicas" titulan el primer capítulo. Si no supiéramos que el libro es de 2018, pensaríamos que el gobierno de Sánchez ha sido tomado como modelo.

A pesar de que el texto esté centrado en radiografiar la preocupante salud democrática de EEUU, la anatomía que hacen de Trump como modelo civil de estos nuevos enemigos de la democracia tiene altas similitudes con los social-comunistas que nos gobiernan. Un espejo donde se reflejan a pesar de que se empeñen en no verse. La advertencia no puede ser más diáfana. Tras el espejo están los gobiernos populistas e indigenistas de América Latina. La deriva da vértigo.

Ante la evidencia, déjense de golpes de Estado y avituállense para librar la guerra subterránea que mantiene la coalición gubernamental de populismos comunistas, filoetarras e independentistas. No son fuerzas militares ni asonadas clásicas. Las armas desplegadas por quienes la libran son los grandes medios de comunicación, la propaganda generalizada, la mentira como verdad posmoderna y la proyección sobre los demás de las miserias propias. Contra esas fuerzas hay que actuar, ese es el verdadero golpe a la democracia que están librando, no al Estado que pretenden mangonear.

Una sola pregunta desvela el escenario de la batalla: ¿Se imaginan cuánto duraría Pedro Sánchez y sus felonías sin la complicidad de los medios de comunicación? Eh ahí sus armas y su poder. También su Talón de Aquiles si los pierde. Hará lo imposible por controlar y aumentar el arsenal. Por eso el problema no está sólo en sus mentiras, sino en los medios de comunicación que las blanquean. El problema no está en su intento de reducir las instituciones del Estado a su dominio, sino en el modo de percibirlo de sus seguidores. Evitar la colonización de las conciencias empieza a ser urgente, imprescindible. Para desenmascararle.

La batalla cultural, esa que empezó a dar C´s en Cataluña y se diluyó en el camino, que intentó dar UPyD y desapareció, que no dio Mariano Rajoy, y se niega a llevarla a cabo Feijóo, es el único antídoto. Puede que a falta de arrestos de la derecha, acabe por darla un proyecto de izquierdas en ciernes: Jacobinos. Apunta maneras.

Un campo de naranjos no florece y da frutos si no se cultiva con esmero. Habremos de dar esa batalla cultural desde la escuela, desde los medios de comunicación, desde los guiones cinematográficos, enfrentando la memoria histórica; y combatiendo el integrismo de la ideología Woke en las Redes Sociales, las universidades y las ideas. Nos mata el corto plazo. En la educación, en la política, y en todo. Y para construir una sociedad justa hay que tener un proyecto de país y ser constantes. Pero antes que todo eso, hay que desearlo.

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