
Lo dijo el Papa Bergoglio: "Las humillaciones hacen mucho bien", cuando se cargó al arzobispo Georg Gänswein, que era Prefecto de la Casa pontificia y lo confinó junto al Emérito Benedicto XVI. Pero se le olvidó explicar que benefician al que las propina y dañan, a veces hasta el odio, a quien las sufre. Lo va a comprobar pronto porque el abochornado va a publicar un libro de memorias que puede escarbar en el humilladero.
Con todo, la peor humillación es la intelectual, la que obliga a negar lo que se tiene delante de los ojos y su lógica elemental. Para conseguir causarla, es conveniente organizar un cacao maravillao, una maniobra de distracción de esas que recomendó Sun Tzú: "Si quieres fingir desorden para convencer a tus adversarios y distraerlos, primero tienes que organizar el orden, porque sólo entonces puedes crear un desorden artificial".
Desde 2017, cuando tuvo lugar el golpe de estado de los separatistas catalanes desde el gobierno de la Generalidad y la defenestración sumisa de Rajoy, se ha ido organizando un orden, perfeccionado hasta ayer mismo cuando el ya expresidente del Tribunal Constitucional dejó el campo libre a un nuevo mandamás de la izquierda y, por supuesto, de obediencia sanchista. ¿Qué orden? El orden político-institucional que va a arrinconar a media España desde la otra media, el que va a ir consolidando el poder de las izquierdas para permitir las consultas y saqueos independentistas y anticonstitucionales y el que está exprimiendo fiscal, laboral e inflacionariamente a la mayoría para que la nueva corte del poder socialcomunista pueda disponer de financiación pública para constituir una casta empresarial de izquierdas, verde, limpia y 2030, uncida a los Presupuestos y protegida por los poderes del Estado (ya sólo queda uno y el mismo).
Pero todo está en al aire hasta mayo de este año y, naturalmente, hasta la celebración de las elecciones generales, si es que se celebran en 2023. Por ello, hasta entonces, lo más importante es que triunfe el cacao maravillao para lo que sirve la algarada brasileña ante el "demócrata Lula", condenado primero, absuelto después y acusado de fraude electoral siempre. Es sencillo. A partir de ahora, el que vaya a la concentración del día 21 de enero de la Plaza de Cibeles en Madrid por la Constitución y contra el gobierno de Pedro Sánchez es un golpista, no un ciudadano que ejerce su derecho de manifestación. Otro pasito más.
Sin embargo, el "cacao" español es diferente a otros porque normalmente los perjudicados no intervienen en su propio linchamiento. Pero en España, en este carnaval desconcertante, hay un excandidato de Ciudadanos, el tal Edmundo, que dice que la manifestación del día 21 es de Vox aunque la anuncien varias asociaciones y la propia Rosa Díez. De aurora boreal. El líder del PP no sólo rescata a los sorayistas que consintieron el golpe de estado en Cataluña, sino que aplaude su propia traición al mantenimiento de un poder judicial no sometido y anuncia que, pese a la evidencia, su deseo es no pactar con Vox, o sea, que aceptará que Pedro Sánchez siga en el gobierno con los podemitas, republicanos separatistas y filoetarras. Para que no nos falte de ná, Vox acosa inexplicablemente a Isabel Díaz Ayuso y dinamita sus presupuestos.
Es natural que el gobierno sanchista oculte y manipule el escándalo de los ERE, que corra un tupido velo sobre el caso Astapa en Estepona tras 16 años, 16, de instrucción, que ordene caer el telón sobre la tela de araña valenciana, sobre los indultos a golpistas y excarcelaciones de etarras, sobre la realidad real del coste de la vida, de la fiscalidad brutal, de la puñalada de los carburantes y de la energía y que lo mezcle todo con mentiras flagrantes y polvaredas legales y parlamentarias para que no pueda verse el camino real cuyo diseño se lleva concretando desde 2017: una nueva legalidad desde la interpretación socialcomunista de la Constitución desde la que se pueda desembocar en los viejos objetivos de la izquierda en la II República aniquilando la reconciliación propuesta por la Transición.
Pero que PP, Vox y el cadavérico Cs estén contribuyendo al cacao maravillao que lo va a hacer posible, es sencillamente de locos y una cruel humillación al propio electorado. Si el próximo día 21 de enero en Cibeles en Madrid, no hay una multitud que obligue a rectificar a tanto insensato, la suerte estará echada. Yo, desde luego, apagaré y me iré al corazón de mis asuntos.
