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Daniel Rodríguez Herrera

Gestación subrogada: legislar para la vida

Es difícil no dejarse llevar por lo que nos dicen las tripas, pero la ley no debe construirse de acuerdo a nuestros sentimientos morales personales.

Mujer embarazada | Europa Press

Todos tenemos una reacción intuitiva ante muchas cosas, que nos sale de dentro y sobre la que no hemos reflexionado. En ocasiones está basada en lo que oímos a diario o en una reflexión muy superficial que sólo atiende a lo inmediato y visible y es sorda al largo plazo y a las consecuencias ocultas. En estos casos basta muchas veces con informarse mejor y reflexionar en serio para cambiar de opinión. Me ha sucedido con numerosos asuntos, desde la legislación antimonopolio al conflicto palestino, y seguro que le pasa a cualquiera que tenga tiempo y ganas. Pero en otras ocasiones, esa reacción es completamente irracional y parte de una visión del mundo, de lo que para nosotros es sagrado, de nuestro sentimiento moral. Y entonces es mucho más difícil, cuando no imposible, hacer una evaluación pensada y reflexionada que intente ser objetiva. De modo que racionalizamos lo que nos dicen las tripas.

Con el caso de Ana Obregón lo hemos visto claro. A izquierdas y derechas, una marabunta indocumentada se ha lanzado a abominar de la gestación subrogada con argumentos cogidos con pinzas en el mejor de los casos, porque en general se han basado en enunciar invectivas sin siquiera la apariencia de un argumento detrás. Las mismas feministas que cuando se trata de matar al bebé en gestación consideran axiomático que debe respetarse el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo, tiran por la ventana ese argumento para afirmar que estamos ante un caso claro de "explotación" de mujeres pobres, que se ve que por sus escasos medios económicos no son capaces de decidir por su cuenta si prefieren limpiar casas o ayudar a crear una nueva vida y ahí están ellas para decidir en su lugar. Cuando se les recuerda que en España la única propuesta legislativa a debate se limita a permitir la gestación altruista, se enrocan. Luego, hay conservadores a machamartillo que claman contra la deshumanización del proceso y la mercantilización del ser humano que supone, pero callan cuando se les recuerda los dinerales que se pagan a profesionales en las clínicas de fertilidad y que recurren a la inseminación artificial y la fertilización in vitro, que no parecen más humanas.

La gestación subrogada no es una compraventa de niños, como muchos pretenden argumentar, sino la prestación de un servicio. Aquí nadie va al Tercer Mundo en busca de recién nacidos por los que ofrecer unos miles de dólares a cambio de su adopción. Si existiera la tecnología para tener máquinas capaces de hacer esa tarea, nadie diría que se está comprando un niño por introducir en la misma el esperma y el óvulo de los padres para que fertilizara y gestara a un bebé

Hoy día, el proceso habitualmente es el siguiente. En primer lugar, una fertilización in vitro: si pueden, los padres ponen los gametos, si no, obtienen uno o los dos de donantes. Se implanta el embrión en la gestante, que queda embarazada y gesta al niño hasta que nace, momento en que se entrega a los padres. Si hay dinero por medio, la cosa se complica un poco: la gestante debe comprometerse en el contrato a cuidarse y cuidar al bebé que crece en su interior, porque si tiene un aborto espontáneo los padres también pagan, porque el servicio se ha prestado en parte. Lo de cobrar no es nada nuevo, por otra parte; también cobran quienes donan esperma u óvulos. Pero en nuestra mente llevar a un niño en el vientre equivale a ser su madre, porque es lo natural y lo que ha sucedido toda la historia de la humanidad, y por tanto esto nos parece instintivamente como quitarle de los brazos a su hijo, que es lo que sucede cuando se da en adopción, algo a lo que no solemos poner objeciones.

Naturalmente, si nos ponemos a bucear por internet nos encontraremos casos particulares monstruosos. Padres que pretenden obligar a abortar a la gestante porque el niño no les va a salir completamente sano. Padres que desaparecen y dejan a la gestante con un niño que no es suyo. No me extrañaría que en algunos países haya granjas de mujeres obligadas por la fuerza a gestar. Pero esas son las cosas que debe condenar y regular la ley. No que una mujer decida gestar el bebé de una hermana o una amiga que no puede hacerlo ella misma.

Es difícil no dejarse llevar por lo que nos dicen las tripas. En mi caso creo que sólo lo he hecho, en parte, con el aborto, lo que me ha llevado de condenarlo absolutamente y sin paliativos a quedarme con pocas certezas absolutas, y también con ciertas técnicas de reproducción asistida, que es algo que de primeras me resulta bastante repulsivo. Pero la ley no debe construirse de acuerdo a nuestros sentimientos morales personales. No creo que en Occidente, y menos en España, estemos con una demografía tan boyante como para poder permitirnos eliminar una posibilidad de traer más españolitos al mundo. Y legislar para traer vida siempre será mejor que legislar para dispensar muerte, como es costumbre en este Gobierno.

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