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José García Domínguez

El dilema de Feijóo

Insistir en lo mismo puede llevarles a dejar descubierto su flanco derecho, allí donde Vox muerde siempre, sin ganar demasiado por su izquierda.

Insistir en lo mismo puede llevarles a dejar descubierto su flanco derecho, allí donde Vox muerde siempre, sin ganar demasiado por su izquierda.
Yolanda Díaz. | Europapress

Es una ley universal de la ciencia política que las elecciones las pierde, cuando las pierde, el que está en el poder. Dicho de otro modo, las elecciones no las gana nunca el que ejerce la oposición, por muy brillante y genial que resulte el candidato. Esa ley ubicua explica, por ejemplo, que alguien dotado con un carisma político tan descriptible como el registrador Rajoy obtuviera la definitiva enormidad de once millones de votos en unos comicios generales. Así las cosas de la estadística comparada, en circunstancias normales, lo previsible siempre es que las urnas dictaminen que siga mandando el que ya mandaba. Pero sólo en circunstancias normales, ojo. Lo que no serviría para la actual legislatura española, periodo en el que han concurrido dos acontecimientos en extremo atípicos.

El primero, la presencia en el Ejecutivo de un partido antisistema; el segundo, un confinamiento general de ecos apocalípticos que ha trastocado las cadenas logísticas del mundo entero. Consecuencia directa de lo uno es la irritada movilización permanente de la derecha sociológica; fruto de lo otro es la inflación, ahora mismo el único parámetro macroeconómico susceptible de acarrear un coste político para el Gobierno. Pero la inflación se va moderando. Y Yolanda Díaz, ministra popular, no despierta ningún miedo entre la derecha de la calle. Pero, sobre todo, donde no alimenta rechazo alguno es entre el célebre 7% de electores socialistas tibios, esos que estarían dudando pasarse al PP por culpa de los excesos de Podemos.

Y resulta que toda la estrategia de Feijóo, toda, iba dirigida a captar ese 7%. Así que el PP tiene un problema, y muy serio, a estas horas. Porque insistir en lo mismo, como si en el Magariños no se hubiera presentado nada ni nadie, puede llevarles a dejar descubierto y a la intemperie su flanco derecho, allí donde Vox muerde siempre, sin ganar demasiado a cambio por su izquierda. Pero lo contrario, ir a la guerra abierta contra Vox renunciando al posado centrista, implicaría resignarse a que la derecha en su conjunto no consiga ampliar su espacio electoral ni siquiera en un solo voto. La cabeza les tiene que echar humo en Génova.

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