Menú
Pedro de Tena

El cuento del Zapatero

Zapatero acabó, sí, pero no con ETA, sino con el riesgo de que la banda fuera totalmente derrotada por la Guardia Civil y el Estado de Derecho.

Zapatero acabó, sí, pero no con ETA, sino con el riesgo de que la banda fuera totalmente derrotada por la Guardia Civil y el Estado de Derecho.
José Luis Rodríguez Zapatero | Europa Press

Don Marcelino Menéndez Pelayo, que lo había leído casi todo, se refiere, en sus estudios literarios, al cuento del zapatero, una leyenda sevillana (o tal vez portuguesa, váyase a saber) del siglo XIV. En ese relato corto, que luego agigantó José Zorrilla sin misericordia alguna en una de sus piezas teatrales, se trata de un crimen. Un modesto zapatero de Sevilla fue asesinado vilmente por un poderoso.

La viuda del pobre zapatero asesinado manifestaba su dolor de este modo: "¿Cómo puedo expresar las emociones que oprimieron mi pecho cuando trajeron el cadáver de tu padre a casa? Tan pronto como supe el nombre del asesino agarré, loca de desesperación, un puñal, este mismo –y puso su mano sobre el arma cubierta de óxido que su hijo estaba afilando mientras escuchaba la historia–. Mi intención era vengar la muerte de mi marido, pero recordé que era madre, y pensé que había un tribunal donde se haría justicia, y donde un verdugo haría cumplir la sentencia de dicho tribunal". No sé por qué me acuerdo de las víctimas de ETA.

Llevado el matador ante la justicia y acusado del delito, la condena a que fue sentenciado resultó ser una pantomima para dejar el crimen sin castigo. De hecho, en la versión del vizconde de Figanière del siglo XX, "todos muestran sus respetos al asesino, porque…mató a un pobre artesano, un don nadie". Y en efecto, el criminal ni siquiera la cumplió. No sé por qué me acuerdo de las víctimas de ETA.

El cuento, que va de la Justicia y de la desesperación ante la impunidad, continúa con la venganza del hijo del zapatero. Un día de Corpus Christi, ya por entonces muy celebrado en Sevilla, el muchacho fue a buscar al asesino de su padre y lo encontró en la festividad. Y se presentó: "Soy un pobre huérfano, un trabajador, una de las personas que pueden ser golpeadas, pisoteadas, insultadas y asesinadas con impunidad. ¡Soy el hijo de Antonio Pérez!" (así se llama el zapatero asesinado en el cuento). No sé por qué me acordé de las víctimas de ETA, sobre todo de Antonio Pérez, dueño de un bar y tiroteado el 17 de mayo de 1979 en Lemona. Y también de Juan Antonio Pérez, teniente coronel del Ejército de Tierra, ametrallado en Madrid el 21 de julio de 1978. Y de todos los demás.

En el relato, el hijo del zapatero, muerta la madre de tristeza y aflicción y acogiéndose a la Ley del Talión, venga a su padre matando a su verdugo, que se arrepintió en falso de su delito para obtener misericordia. El joven fue llevado ante la Justicia y fue condenado a ser descuartizado. Pero el Rey, esta vez justiciero y no cruel, conmutó su castigo por uno tan leve como el que recibió el sanguinario criminal que disfrutó de libertad a pesar de su atentado mortal. Y dijo: "La Justicia no debería hacer distinciones de clase social, ni tener en cuenta los privilegios de algunos". Ahora sí sé por qué me acuerdo de las víctimas de ETA, de los 856 asesinados, de las 2.597 heridos y de los miles de familiares que fueron igualmente heridos y hoy son olvidados por todos nosotros.

Al contrario que en el cuento, ninguno de ellos vengó la muerte de sus familiares ni se tomó la justicia por su mano. Condenados sin causa, a muerte o a la tetraplejia o a la mutilación o a otras secuelas, han visto, como hemos visto todos, cómo los etarras y sus sucesores políticos han pasado acelerada y ventajosamente página de sus crímenes sin ningún sentimiento de culpabilidad, salvo pocas excepciones y a saber si sinceras. Pero las víctimas no pueden pasar página porque cuidan de los heridos, son incapaces de dejar de sufrir sus pérdidas y no hay monte para su olvido. Súmense a todos ellos los 180.000 vascos que fueron desterrados por el terrorismo etarra y verán qué cantidad de dolor estamos "cancelando" y qué cantidad de compatriotas y demócratas decidieron no aplicar la Ley del Talión en el ejercicio ético más grandioso que yo haya contemplado en la Europa democrática.

Naturalmente, después he tenido que acordarme, contra mi voluntad, del cuento de ese otro Zapatero. Excitado y nervoso, con el "talante" en el baúl de los recuerdos, reivindicó ayer que él y su gobierno habían acabado con ETA. Este Zapatero, maestro del Pedro Sánchez que dio el pésame a ETA en el Senado por la muerte de uno de sus miembros, ha acabado, sí, pero no con ETA, sino con el riesgo de que ETA fuera totalmente derrotada por la Guardia Civil y el Estado de Derecho con las consecuencias penales y carcelarias necesarias y oportunas.

Lo que ha hecho este Zapatero, débil con ETA, cruel con sus víctimas y cómplice de dictaduras, es hacer posible que los objetivos inconstitucionales y totalitarios por los que los terroristas mataron, hirieron y exiliaron de su región a tantos vascos y españoles, estén políticamente amparados y animados desde un gobierno de España presidido por Sánchez, que incluso se alía abiertamente con sus legatarios ideológicos. No se puede olvidar lo inolvidable, sobre todo delante de la urna el día 23 de julio.

Temas

En España

    0
    comentarios