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Emilio Campmany

La farruca

No parece que en la Alianza tengan en mucha estima el buen inglés que habla Sánchez a la vista de cómo tratan a nuestras empresas.

No parece que en la Alianza tengan en mucha estima el buen inglés que habla Sánchez a la vista de cómo tratan a nuestras empresas.
Margarita Robles. | Europa Press

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, ha organizado una reunión con empresas de Defensa para hacer frente a la escasez de equipos y munición provocada por la guerra de Ucrania. Han sido invitadas 25 compañías. Ninguna española. La primera reacción de Margarita Robles ha sido la de protestar suspendiendo su asistencia a la reunión. Luego, como esto le ha parecido poco, ha vetado cualquier clase de acuerdo al que se llegara mientras la industria española no estuviera representada. Es reconfortante que, mientras el Gobierno boicotea la fresa de Huelva, anima a consumir cualquier otra carne que no sea la nuestra o abandona a los pescadores españoles en Bruselas, haya una ministra que, ésta sí, salga henchida de ardor guerrero a defender nuestra producción de armamento ahora que hay negocio.

A Margarita Robles le gusta ponerse farruca por cualquier cosa. Habrá que verla dirigiendo su juzgado. Lo hizo con mucha facundia con los nacionalistas y con los podemitas. Lo malo es que luego todo quedó en nada. Esta vez, sin embargo, parece que va en serio y está genuinamente enfadada. Así que ya se puede preparar Stoltenberg, que le va a soltar una providencia que se va a enterar. Pero, antes de lanzarse a la piscina y dedicarse a vetar acuerdos que la sitúen en la órbita de Erdogan y de Orbán, debería preguntarse por qué nos ningunea el secretario general de la organización. España ha enviado a Kiev muchas más buenas palabras que armamento y munición. Quizá sea simplemente porque no lo tenemos o porque el que tenemos es inutilizable. Baste recordar lo que pasó con nuestros Leopard, que sólo conseguimos enviar cuatro del puñado que tenemos tras reparar los que mejor estaban. Pero, podríamos haber puesto remedio a esa situación en el año y pico que llevamos de guerra y no lo hemos hecho. Lo más probable es que sea porque una parte del Gobierno no quería, ya sea por pacifismo mal entendido, por querencia a lo soviético o simple anti-atlantismo. La prueba es que ahora, que ya no hay que conservar la coalición, sí somos capaces de enviar otros cuatro Leopard y algo más de equipo. A buenas horas mangas verdes. Stoltenberg, que había pensado con prudente criterio que para qué va a invitar a las empresas españolas de Defensa si luego el Gobierno no les va a comprar nada que enviar a Ucrania, creerá ahora que somos gente muy poco seria.

Lo más gracioso del episodio es que llevamos meses especulando con la posibilidad de que Pedro Sánchez sea secretario general de la OTAN en sustitución de Stoltenberg, que está a punto de terminar su mandato varias veces prorrogado. No parece que en la Alianza tengan en mucha estima el buen inglés que habla Sánchez a la vista de cómo tratan a nuestras empresas. Por otro lado, es difícil que los norteamericanos hayan olvidado el insulto de Zapatero a su bandera y crean, con tino, que Sánchez es de la misma calaña. En la organización no pintaremos nada hasta que nos tomemos en serio los compromisos a los que nos obliga estar ahí. Y ahora que la OTAN está enredada en el más grave conflicto de su historia, lo que cabía esperar de nosotros es que colaboráramos con armas y munición al esfuerzo bélico tanto como pudiéramos. Por conservar la coalición con los comunistas, no lo hicimos y de nada servirá que Robles se ponga todo lo farruca que quiera, que esto es una cosa seria y no las tonterías en las que está acostumbrada a estar enredada por formar parte de este Gobierno.

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