Menú
José García Domínguez

Repetición

Muchos electores que tenían previsto decantarse por el PP volvieron al redil de Vox tras contemplar a Abascal luchando solo contra el monstruo.

Muchos electores que tenían previsto decantarse por el PP volvieron al redil de Vox tras contemplar a Abascal luchando solo contra el monstruo.
Alberto Núnez Feijóo ejerce su derecho al voto para las elecciones generales en el colegio Ramiro de Maeztu de Madrid. | EFE

Como el malhadado Djukic, que todavía debe de soñar todas las noches con aquel penalti fallado ante el Valencia que le hubiera dado la Liga al Dépor, Feijóo va a recordar hasta el final de sus días en la Tierra los nombres y apellidos de esos listos de su equipo de asesores de comunicación que le recomendaron con terquedad bovina no asistir al último debate en Televisión Española con el sabio argumento de que esto ya está ganado, presidente. Ganadísimo estaba, sí. Ya se ha visto. Tiempo habrá para analizar con sosiego cuáles son las causas profundas de que haya ocurrido lo que nadie, salvo ese reloj siempre parado de Tezanos que acierta la hora exacta dos veces al día, esperaba.

Pero ni un minuto hace falta aguardar, por el contrario, a fin de acusar recibo de los muchos errores -desde lo de las pensiones a la gestión de la fotografía famosa- que han caracterizado la campaña del Partido Popular durante la última semana, la decisiva, previa a la apertura de las urnas. Si algo distingue a las campañas electorales contemporáneas de las antiguas es que en estas, las de ahora, el porcentaje de indecisos no sólo resulta estadísticamente significativo sino que se mantiene hasta el final, pudiéndose alargar la incertidumbre hasta el último día. De ahí la dimensión temeraria de la decisión de Feijóo, dejando vía libre a sus competidores para que debatieran a placer a cuatro días del instante decisivo.

Muchos electores de la derecha dura que tenían previsto decantarse por el voto útil al Partido Popular, la aparente carta arrolladora, volvieron al redil de Vox tras contemplar a un Abascal sin lumbago luchando solo contra el monstruo de dos cabezas de la izquierda durante hora y pico en RTVE. Y otro tanto ocurrió con la clientela hasta entonces apática de Sumar, galvanizada en el último segundo gracias al cara a cara con Vox en horario de máxima audiencia que les regaló la espantada del gallego. Hasta el rabo todo es toro, pero aquí alguien se había dormido en un lecho de encuestas cuyo somier estaba construido con escopetas de feria. Por cierto, Djukic no volvió a levantar cabeza después de aquello. Repetición.

Temas

En España

    0
    comentarios