
Anda por ahí Andoni Ortuzar presumiendo de que "a la derecha ya la ha frenado el PNV". Quizá a ustedes no se lo parezca, pero a mí me resulta una de las declaraciones políticas más estupefacientes de los últimos años.
Les pongo en antecedentes: con ese aspecto que tiene siempre de acabar de salir de la sociedad gastronómica, Ortuzar preside el Euzkadi Buru Bazar (no es errata), es decir, algo así como la junta directiva de una formación política cuyo lema sigue siendo "Dios y ley vieja", tal y como recogen en su web, aunque no lo traduzcan al español por ver si así pasa más desapercibido.
Un PNV fundado por el racista, xenófobo, fanático religioso y liberticida Sabino Arana, al que en ningún momento de su historia han enmendado una coma de sus escritos. Textos propios de un demente que, entre otras muchas lindezas, culpaba a los "maketos" de "no arrastrar consigo más que inmundicias" como la "impiedad", el "libre pensamiento" o "el socialismo".
Un PNV que durante toda su historia ha representado a la burguesía vasca, entre otras razones porque la inmensa mayoría de las clases bajas eran hijos o nietos de esos maketos responsables de la mayor parte de los males que asolaban el edén euskaldún y a los peneuvistas como que les daban asquito.
Un PNV que está tan enquistado en las instituciones que con el carné casi te dan una dirección general, que era y es la parte más conservadora de una de las regiones más conservadoras de España.
Pero ahora resulta, ay, que ese mismo PNV presume de haber frenado a la derecha, como si ellos fuesen la facción troskista del Partido Revolucionario de los Pueblos y Ortuzar un líder zapatista emboscado en los frondosos bosques de un valle apartado de la civilización. Vamos, no me jodas, Andoni.
Está claro que estamos ante un problema, grave, de autopercepción: como esos respetables y barbados padres de familia que un día se despiertan y se perciben a sí mismos como mujeres, los peneuvistas se han despertado de un largo sueño sabinoaránico y se ven de izquierdas. Lo que ayer –pero ayer mismo, oigan– era una cosa, resulta que hoy es otra.
Y lo mejor es que acogidos a una especie de ley Montero del pensamiento, ni siquiera ha tenido que afeitarse la barba ultramontana y racista del loco Arana para cambiar de ideología, para convertirse, en suma, en un partido trans.
No hay otra explicación: o eso o es que tienen una cara con la que se podría demoler sin dificultad el más duro cemento armado, que también podría ser.
