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Pedro de Tena

Un viaje a Israel y la esperanza

Espero que este viaje a Israel me suministre agudeza para detectar modos de hacer más efectiva y vigorosa la contienda cultural que España necesita.

Espero que este viaje a Israel me suministre agudeza para detectar modos de hacer más efectiva y vigorosa la contienda cultural que España necesita.
basílica del santo sepulcro, jerusalén, israel | Pixabay/CC/pompi

Dentro de poco viajaré a Israel por primera vez en mi vida y, más que probablemente, será la única y la última. Va a ser un viaje religioso organizado por los Franciscanos que nos van a guiar por los Santos Lugares de la Tierra Santa del Cristianismo, del Judaísmo e incluso, en parte, del Islamismo, tres religiones del Libro que tanto han contribuido a que nuestro mundo sea como es, para mal y, creo que mucho más, para bien.

Muchos creen, y es respetable, que lo más importante de la religión católica son los dogmas y sus versiones teológicas. Que un hombre sea Dios, que haya muerto por todos los demás, que haya resucitado de la muerte y que vele por cada uno de nosotros mientras se espera que vuelva para poner a los malvados en su sitio, por centrar la cuestión en lo esencial popular, es en sí misma una doctrina insólita por su novedad en la historia. Los viejos dioses o eran inmortales o morían y la Humanidad les importaba nada más que como instrumento de sus venganzas y pasiones.

Tengo para mi que el gran milagro del cristianismo, sistema de creencias en el que he nacido y crecido aunque lo abandonara hace mucho, es que la propia doctrina cristiana le ganara la "batalla cultural", hoy expresión muy de moda a pesar de lo antigua que es su realidad, a la filosofía clásica extendida por el Occidente grecorromano. ¿Cómo es que una enseñanza, manifiestamente alejada de la experiencia común de los mortales, pudo imponerse en unos pocos siglos a las demás religiones y a la herencia racional y escéptica de Grecia y Roma? ¿Cómo es que luego procedió a la integración de esa herencia y la desarrolló?

Recuérdese el episodio de los Hechos de los Apóstoles en el que Pablo de Tarso debate con los filósofos en el ágora del Areópago de Atenas. El apóstol más internacional de la nueva religión dice: "Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos porque al pasar y contemplar los objetos de vuestro culto, he hallado un altar en el cual está escrito: Al dios desconocido. Pues eso que sin conocerlo veneráis es lo que yo os anuncio".

Cuando afirmó la resurrección de los muertos, provocó la comprensible hilaridad de los lógicos. Sin embargo, a pesar de su mensaje extranatural y de su fracaso inicial, pocos siglos después, el cristianismo era la religión oficial del Imperio romano y veintiún siglos después sigue presente, de un modo u otro, en la vida de 2.300 millones de personas. Cuenta Edward Gibbon que cuando vio que "unos frailes descalzos cantaban las vísperas en el templo de Júpiter" de Roma decidió escribir su impactante libro sobre la Decadencia y caída del Imperio Romano. Aquella "batalla cultural" fue extraordinaria y su estrategia, deliberada o no, tiene grandísimo interés hoy.

Se cumplen 15 años de la existencia de esRadio y también es mi cumpleaños porque colaboro en este proyecto desde el 1 de enero de 2008. Tengo para mí que Libertad Digital y su emisora son una herramienta de gran importancia para la batalla cultural, más modesta pero esencial, que se da hoy en España entre los totalitarios social-comunistas y nacionalistas y los defensores de la libertad y de la democracia, siempre tan escasos desde el siglo XIX. Me siento muy honrado en poder seguir participando en él. Tendrá defectos, pero tiene más efectos y bien positivos.

Lo que me parece realmente escandaloso es que en esta batalla cultural, y no sólo cultural, en la que estamos inmersos, no exista una disposición a la cooperación y coordinación que multiplique la potencia de todos los que peleamos desde hace tanto. Unos defienden a España y a la Hispanidad de la leyenda negra. Otros rescatan las verdades incómodas de la II República y el terror rojo y revisan la "memoria" infectada. Otros se afanan por que la educación no sea dirigida por el Estado y por que la enseñanza sea crítica y no adoctrinante. Otros denuncian los crímenes del comunismo. O de las dictaduras, sean las que sean.

Hay quien se preocupa de razonar que el socialismo, en general, es inferior en justicia, eficacia y tolerancia a la sociedad del mercado y del comercio. Los hay que defienden, con poco éxito, las libertades en la comunicación. Están los que explican por las redes sociales las ideas básicas, las noticias o denuncian los hechos censurados. Hay quienes ponen en duda los dogmas racistas y supremacistas de los mininacionalismos redentores, sobre el viscoso hiperfeminismo, sobre la inminente catástrofe climática, sobre los derechos sin deberes que emanan de deseos y caprichos…

Siendo descreído como lo soy, sólo espero que este viaje a Israel, aquella tierra sagrada, terrible y fecunda, me suministre agudeza para detectar caminos y modos de hacer más efectiva y vigorosa la contienda cultural que España necesita dar para sobrevivir al ataque de quiénes desprecian valores, historia, tradiciones, hechos y derechos porque, pesimistas antropológicos, sólo confían en el poder de su tiranía. Quizá deseo demasiado, pero…

(Ah, y perdón a quien disienta de una columna un tanto intimista.)

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