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Antonio Robles

Alejo, el libreprensador que redujo a Pujol a su estatura

Era el único que fue capaz de ridiculizar el supremacismo de Pujol y denunciar la inmersión lingüística que excluía nuestros derechos.

Era el único que fue capaz de ridiculizar el supremacismo de Pujol y denunciar la inmersión lingüística que excluía nuestros derechos.
Alejo Vidal-Quadras | Archivo

Cuando en 1996, José María Aznar hizo la villanía de servir en bandeja la cabeza de Alejo Vidal-Quadras a Jordi Pujol en los Pactos del Majestic, la Resistencia al nacionalismo catalán sintió una gran desazón. Hasta ese momento, Alejo había sido el único dirigente político que había atendido nuestras demandas para acabar con el apartheid lingüístico a que nos estaba sometiendo el pujolismo. Para los que ignoran aquellos tiempos o no tienen edad para haberlos vivido, han de valorar la grandeza del entonces presidente del PP catalán por su atrevimiento y valentía en medio de una sociedad acomplejada ante el nacionalismo y temerosa de él. Pocos osaban enfrentarse a Pujol. Incluso en su partido, un partido que levantó de los escombros dejados por Alberto Fernández Díaz, había una sumisión al catalanismo vergonzosa. Las malas lenguas aseguran que el propio Jordi Pujol financiaba al PP catalán de Fernández Díaz con tal de que éste representara una imagen de derechas, para que él (CiU) camuflara la suya bajo la imagen de un partido nacionalista en Cataluña y como "Minoría catalana" en el Congreso de Diputados.

La irrupción de Alejo Vidal-Quadras en 1991 como presidente del PP catalán lo cambió todo. Pronto su lenguaje mordaz, su preparación intelectual y su ausencia total de complejos ante Jordi Pujol, acabaría por darle la mayor ventaja electoral de su historia en votos. En las elecciones del 1996 llegó a 17 diputados. Incluso le ganó al PSC en Nou Barris, feudo socialista, tradicionalmente de obreros llegados del resto de España. De hecho, toda la Resistencia, en ese momento mayoritariamente de izquierdas, le apoyamos en esas elecciones porque era el único que fue capaz de ridiculizar el supremacismo de Pujol y denunciar la inmersión lingüística que excluía nuestros derechos. Y en esa época no era fácil, ni los medios ayudaban a ello.

Recuerden que por entonces no existían las redes sociales y la única posibilidad de tener presencia mediática era salir en medios tradicionales de papel, radio o TV. A excepción de ABC, alguna referencia en El Mundo y algún programa de radio marginal nadie nos daba cobertura. Pero sí nos satanizaban sin lugar a réplica. Nuestra personalidad la imponían ellos. Ya se pueden imaginar, fachas.

En ese páramo, Alejo Vidal-Quadras levantó al PP como nunca antes, poniendo al presidente de la Generalidad Jordi Pujol en su sitio. ¡Y de qué manera! Catalán de ocho apellidos desde el S.XVI, Vidal-Quadras era un hombre ilustrado, muy culto, tenía un verbo ágil y satírico, y ningún complejo ante el honorable, ni ante la hegemonía moral del catalanismo. Algo que la soberbia de ese hombre rencoroso jamás le perdonaría.

Cuando en las elecciones generales de 1996, José María Aznar las ganó en minoría frente a Felipe González, recurrió a CiU para formar gobierno. Y Jordi Pujol, no tuvo dudas. En los pactos del Majestic exigió, entre otras muchas cosas, abandonar toda intromisión en política lingüística, y la destitución de Vidal-Quadras. No sólo de la presidencia del PPC, sino como diputado electo del Parlamento de Cataluña. Sabía que Alejo como catalán de pura cepa podía desacralizar su política lingüística, y con ella su cruzada para imponer la nacionalización total de la sociedad. La ingeniería social puesta en marcha en el Programa 2.000, que acaba de poner en marcha a principios de los noventa, estaba en peligro. Acabar con quien lo podía desenmascarar fue prioritario para él.

Lo que les cuento aquí mientras él está debatiéndose en el hospital entre la vida y la muerte tras recibir un tiro de dos pistoleros, me lo contó él en su despacho dos días después de las elecciones del 96. "Estoy muerto, Antonio, Pujol quiere mi cabeza, no sólo de la presidencia del partido; también me quiere fuera del Parlamento de Cataluña". Así se acabó nuestra primera oportunidad para acabar con el supremacismo nacionalista y lingüístico. Aznar tuvo la poca vergüenza de obligarle a dimitir. Ni siquiera se quiso ensuciar las manos ante la historia.

PD. Mientras escribía sobre el pacto PSOE-Junts, dos pistoleros descerrajaron un tiro contra Alejo. No lograrán evitar que escriba al menos un párrafo sobre el libelo, dejado para otra ocasión en deferencia al buen amigo Alejo.

Sánchez se ha comido con patatas el relato del nacionalismo catalán. Enterito. En el preámbulo está expuesta la rendición sin condiciones. Ya tenemos un acuerdo de amnistía. Con pespuntes. No hace falta que esperemos la siguiente estación con el referéndum, ya está implícito. Y una mezquindad del PSOE: echa la culpa del "conflicto" al recurso del PP contra el Estatuto de 2006. Asco ante tanta bajeza.

En los antecedente del pacto PSOE/JUNTS aparece servida la estafa epistemológica sobre el relato histórico del "conflicto". Es la base del relato destinado a sustituir los hechos históricos por entelequias románticas inventadas a finales del XIX sobre el Decreto de Nueva Planta de principios del XVIII. Las que sostienen su tinglado. Las que Sánchez ha aceptado. Es evidente que no tiene ni idea de historia, ni conoce la perversión ladina de esta casta de vividores. A partir de ahí, la sumisión emocional a él, está servida. Aceptar el relato del conflicto como causa es la peor puñalada, la que legitimará el resto de pasos. Lo diré con palabras de Félix Ovejero: "el nacionalismo no es la consecuencia de un conflicto, sino su origen, la causa del conflicto". Pobres aprendices de brujo. Un vivales os la ha metido hasta el fondo. Y ni siquiera lo disfrutaréis.

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