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José García Domínguez

El timbero

Dentro de la cabeza de Sánchez no hay nada. En la cabeza de los timberos no cabe ningún proyecto ideológico específico, mucho menos alguna cosmovisión disruptiva.

Dentro de la cabeza de Sánchez no hay nada. En la cabeza de los timberos no cabe ningún proyecto ideológico específico, mucho menos alguna cosmovisión disruptiva.
Pedro Sánchez. | Europa Press

En la Argentina, país donde todavía la gente sabe hablar y escribir el castellano con cierto aseo formal, usan un término muy bonito para designar a los políticos frívolos e irresponsables que manejan los asuntos de la cosa pública con la mentalidad propia de los ludópatas adictos a los juegos de azar que todo lo fían a la fortuna. A los dirigentes que presentan tal cuadro clínico, allí les llaman timberos. Por ejemplo, Luis "Toto" Caputo, ese ministro de Economía que Macri ya le ha impuesto al pobre Milei, el revolucionario más efímero de la Historia, carga justa fama de timbero desde que endeudó al Estado para los próximos cien años —¡cien años!— tras firmar el mayor crédito concedido por el FMI en toda su historia durante la presidencia de su patrocinador (dicen que ahora quiere pedir otro).

Aquí, entre nosotros, hay una parte notable de la derecha convencida, y convencida en serio, de que Sánchez tiene un plan maquiavélico y muy elaborado en la cabeza; un plan perverso y a largo plazo, por lo demás. Pero dentro de la cabeza de Sánchez no hay nada, nada de nada. Ni nada hay ahí ahora, ni nada ha habido nunca. El desolado paisaje lunar de la testa de Sánchez remite a eso que en la matemática moderna que nos enseñaban en la EGB se designa como conjunto vacío. Porque Sánchez es un timbero. Y dentro de la cabeza de los timberos no cabe ningún proyecto ideológico específico, mucho menos alguna cosmovisión disruptiva.

Dentro de la cabeza de los timberos lo único que cabe es la preocupación perentoria por ingeniar otro truco nuevo para intentar conseguir sostenerse en pie durante los próximos tres meses. Y punto pelota. La Argentina va como va porque, desde Mitre en el siglo XIX hasta los Fernández-Fernánez (Cristina y Alberto) en el XXI, su clase rectora ha andado siempre bien surtida de timberos. Y los españoles transitamos ahora por ese mismo camino; exactamente el mismo. Vi en la tele el otro día que chavales de un colegio mayor le gritaban "traidor" a Sánchez. Lo es.

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