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Cayetano González

La alternativa

Quiero creer que los votantes de VOX, como los del PP, lo que quieren no es colgar a Sánchez de los pies, sino echarle, a través de las urnas, del poder.

Quiero creer que los votantes de VOX, como los del PP, lo que quieren no es colgar a Sánchez de los pies, sino echarle, a través de las urnas, del poder.
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El presidente de VOX, Santiago Abascal, ha estado muy desafortunado y ha cometido un grave error, cuando en sus declaraciones al diario argentino Clarín, dijo que "habrá un momento en el que el pueblo español querrá colgar de los pies" al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Cuando uno se equivoca, más si eres el líder del tercer partido político de España, con tres millones de votos, lo mejor es pedir perdón y rectificar cuanto antes.

De momento no lo ha hecho, y el número dos de su partido, Ignacio Garriga, ha optado por el "mantenerla y no enmendarla" al subrayar que las palabras de su jefe no esconden ningún odio, sino que únicamente recuerdan la historia de algunos dictadores que acabaron así sus días. Una barbaridad. Quiero creer que los votantes de VOX, como los del PP, lo que quieren no es colgar a Sánchez de los pies, sino echarle, a través de las urnas, del poder.

Cuando este martes se va a debatir, en el Congreso de los Diputados, la aceptación a trámite de la ley de amnistía, estas declaraciones de Abascal han servido al PSánchez para arremeter, no contra el líder de VOX, que también, sino fundamentalmente contra el PP, pidiéndole, entre otras cosas, que rompa los pactos que mantiene con ese partido en varias Comunidades Autónomas y en algunos Ayuntamientos. Y eso lo pide el partido que ha blanqueado y pactado a los herederos políticos de ETA o con los independentistas catalanes que intentaros dar un golpe de Estado en 2017 a los que ha indultado y ahora amnistiará.

Del PSánchez ya se sabe que no se puede esperar otra cosa que cinismo, victimismo y ausencia total de principios. Pero a VOX hay que exigirle que esté a la altura del grave momento que vive España y que no de ninguna baza a Sánchez para tapar sus ya numerosas vergüenzas. Porque, además, como se vio en la campaña del 23-J, el que la izquierda política y mediática agitara el miedo a que VOX pudiera entrar en el gobierno de la Nación junto al PP, funcionó, hizo mella en el electorado, y una parte de este reforzó a los partidos que luego han apoyado la investidura de Sánchez. En Cataluña fue clarísimo ese fenómeno, y no sólo en esa Comunidad Autónoma.

PP y VOX ocupan a día de hoy ese espacio de la derecha, que el pasado 23-J, con once millones de votos, se quedó a seis escaños de la mayoría absoluta, cinco si se cuenta el que obtuvo UPN. Si hoy hubiera elecciones, después de lo que erraron las encuestas el 23-J, no está nada claro que la suma de los escaños de ambos partidos diera la tan ansiada cifra de 176 diputados. Esa es la realidad, y mientras que no sea aceptada por ambas partes, no se avanzará en lo que quieren millones de españoles, que no es otra cosa que parar la deriva suicida con la que Sánchez está gobernando.

En el PP confían que VOX se vaya desinflando —algo que las encuestas publicadas estas semanas no confirman— y de esa manera volver a ser la única opción del centro-derecha, como cuando Aznar consiguió unir en 1996 a todo lo que estaba a la derecha del PSOE, y a pesar de ello, perdió en 1993 y ganó solo por 290.000 votos a un PSOE, con Felipe González a la cabeza, herido de muerte por diversos casos de corrupción. En VOX, reivindican su espacio propio —a la derecha del PP— y no están dispuestos a dejarse engullir por los de la calle Génova, por lo que marcan territorio propio. Están en su derecho a hacerlo, pero sin estridencias y sin dar bazas al PSánchez.

Los cientos de miles de ciudadanos que desde que hizo público el pacto de Sánchez con Puigdemont han salido a las calles de España para manifestar su oposición a la ley de amnistía para salvar a los que intentaron dar un golpe de Estado en 2017, no se merecen que PP y VOX tengan una relación tensa y distante.

Si los votantes del PP y de VOX tienen muy claro que el objetivo prioritario es enfrentarse democráticamente a lo que está haciendo Sánchez, y eso pasa por un entendimiento de los dos partidos que conforman la derecha, ¿por qué da la impresión de que eso es muy complicado? ¿No pueden sentarse Feijóo y Abascal el tiempo que haga falta para discutir estrategias que conduzcan al mismo fin, aunque sean dos partidos diferentes, que lo son?

La alternativa hay que trabajarla y madurarla desde ya. Apárquense los intereses partidistas de unos y de otros, y que mande el interés general de España y de cientos de miles de compatriotas que viven con angustia la grave situación a la que nos ha conducido el autócrata de la Moncloa.

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