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Antonio Robles

De la convivencia al conflicto

Mientras las mafias políticas asientan su poder, las fuerzas telúricas más estrafalarias las refuerzan alentando ensoñaciones paramilitares.

Mientras las mafias políticas asientan su poder, las fuerzas telúricas más estrafalarias las refuerzan alentando ensoñaciones paramilitares.
Protesta de los CDR en Girona por el tercer aniversario del 1-O. | Europa Press

Pere Aragonès, presidente de la Generalitat de Cataluña: "Decían que la amnistía era imposible, y la hemos conseguido; ahora lograremos un referéndum reconocido internacionalmente para lograr la independencia".

Habrá que repetirlo una, cien, mil veces si es necesario, el mal ya no está en la subasta de nuestras instituciones, ni en las pajas electorales de los Pages de turno, sino en el reconocimiento público del relato nacionalista. Y sus consecuencias.

Ni convivencia ni paz social, el futuro que nos aguarda tras la rendición ante el relato nacionalista es la sumisión. Ni arrepentimiento, ni connivencia. Exigencias cada vez más inasumibles, broncas, nuevos conflictos, ruptura de la convivencia, abusos, arbitrariedades sobre la población no nacionalista, listas negras contra castellanohablantes, desplantes institucionales frente al Estado, desobediencia política, judicial y democrática… en una palabra, guerra.

El sanchismo le ha dado un arsenal de convicciones étnicas que pronto serán un arsenal de pulsos y chantajes emocionales innegociables. Cuando ese arsenal militar sea políticamente ingobernable, Cataluña será un polvorín sin solución democrática ni pacífica. Disturbios, conatos de violencia callejera, jóvenes insatisfechos con causa, políticos irresponsables, y mucha intimidación.

Félix Bolaños, prestidigitador de prodigios jurídicos: "Dijimos que el terrorismo se quedaba fuera, y fuera se queda cuando se trata de derechos humanos". ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? No sólo mienten y retuercen los argumentos hasta hacerles decir lo que en cada momento les conviene, han destruido las palabras. Y en su ausencia sólo quedan relaciones tóxicas, abusos y desconfianza. Lo contrario de la paz social.

Los instantes previos a la erupción sólo las aves y las bestias advierten el terror inminente. Es la falsa calma del conflicto al que siguen empeñados en llamar "convivencia". Mientras las mafias políticas asientan su poder, las fuerzas telúricas más estrafalarias las refuerzan alentando ensoñaciones paramilitares. Con nombres exóticos: Exèrcit Català (EC), Guerrers Catalans (GC), Societat d’Estudis Militars (SEM) inspirada por la ANC; Moviment Identitari Català (MIC), Renaixença Nacional Català (RNC), o Front Nacional de Catalunya (FNC). Todas estas organizaciones de andar por casa, cuya existencia la deben a las RRSS y al consentimiento político nacionalista, tienen en común lenguaje y estética militares. Pero ellas no son el problema, aunque sean un síntoma más, sino la tupida red de funcionarios a sueldo de las instituciones catalanas y sus responsables políticos, envalentonados tras poner de rodillas al gobierno de la nación y al propio Estado. Incluso se adornan con encuestas que aseguran un apoyo del 49,2% de los catalanes a la creación de unas "fuerzas de defensa catalanas", remarcando el apoyo del 62,2% entre los jóvenes de 16 a 29 años. Llegados a este punto, ya no es lo que le das a unos de lo que es de todos, sino el envalentonamiento emocional que refuerza su hegemonía moral.

Cayetana Álvarez de Toledo: "El presidente (Pedro Sánchez) y su partido son desde el 9 de noviembre cómplices de sediciosos y desde ayer cómplices de terroristas. He dicho bien, cómplices de quienes promovieron la quiebra de la ley y los afectos en Cataluña y de los que utilizaron las barricadas, la gasolina, la violencia y el terror".

Nicolás Redondo: "La amnistía envalentona al nacionalismo y divide a los españoles".

Cuando la "convivencia" del sanchismo llegue a su plenitud, ya no habrá remedio. Y si lo hubiere, tendría un coste que estas generaciones no podrán asumir. Desconocen el precio de la irresponsabilidad y el respeto debido a una sociedad democrática de carne y hueso donde además de derechos, comporta deberes.

Y entonces, solo entonces, comprenderemos cuán estúpidos hemos sido al consentir a Pedro Sánchez y a su banda que nos destruyeran las palabras con las que organizábamos la convivencia.

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