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Raúl Vilas

PP o BNG, ¿qué cambia realmente?

El partido de Abascal debería plantearse si darle una patada a Feijóo en el culo de todos los españoles que viven en Galicia es un ejercicio de patriotismo.

El partido de Abascal debería plantearse si darle una patada a Feijóo en el culo de todos los españoles que viven en Galicia es un ejercicio de patriotismo.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante el mitin electoral celebrado en La Coruña. | EFE

Lo del domingo en Galicia no es ninguna broma. En primer lugar, para el futuro inmediato de quienes viven en Galicia, sean gallegos o no. Conviene aclarar que el domingo están convocados a las urnas los ciudadanos españoles residentes en Galicia, de acuerdo al padrón municipal, hayan nacido en Murcia, en Burgos o en La Coruña. Gallego, a efectos políticos, es quien reside en Galicia, por eso, como es lógico, los gallegos que vivimos en otras regiones de España no votamos. Es un escándalo que sí lo hagan señores de Argentina y Venezuela porque, presuntamente, tienen antepasados gallegos. O por residencia o por galleguidad, en democracia los requisitos para el derecho al voto deben ser los mismos para todo el cuerpo electoral.

Lo que suceda en estas elecciones —sólo caben dos posibilidades: o gobierna el PP con mayoría absoluta o el BNG con el respaldo del PSOE— tendrá un efecto inmediato en la vida cotidiana de los ciudadanos de Galicia y en sus perspectivas de futuro. Como decíamos, no parece un asunto para bromas. De ahí que sorprenda la frivolidad con la que algunos pretenden hacer ver que el PP y el BNG son la misma cosa. El pasado lunes, Santiago Abascal, en respuesta a una pregunta, pertinente como siempre, de Maite Loureiro, decía:

Sí, Galicia tiene un riesgo: y es que se imponga una sola lengua. Si lo piensan ustedes, eso ya ocurre con el PP. Galicia tiene un riesgo: que los padres no puedan decidir cómo se educa a sus hijos, y eso ya está pasando con el PP también. ¿Qué cambia en realidad? ¿qué está cambiando? El PP necesita que se le pongan las riendas, que se le pongan espuelas porque si no se pierde.

Y tiene razón Abascal, en parte. Lo que dice es verdad, pero a medias. Efectivamente, en Galicia, desde la aprobación de la maldita Ley de Normalización Lingüística de 1983 —y modificada en 1986—, los sucesivos gobiernos del PP en Galicia —primero los de Manuel Fraga y después los de Núñez Feijóo—, con la disculpa de la promoción del gallego, han impulsado políticas que han ido arrinconando el español en la administración, los medios públicos de comunicación y el sistema educativo. No existe la libertad de elección de lengua en la enseñanza y durante muchos años, hablo por experiencia propia, el tener más o menos asignaturas en español ha dependido de la ubicación del colegio o instituto e, incluso, del profesor que impartiese una u otra asignatura. Distando mucho de ser la situación ideal, ésta no es equivalente a la inmersión lingüística en Cataluña. En Galicia las familias no tienen que recurrir a la justicia para pedir un 25% de asignaturas en español y el gobierno gallego no incumple sistemáticamente sentencias de los tribunales en esta materia. Del mismo modo que hay un gran margen de mejora y es lícito y conveniente exigirle al PP que avance hacia un sistema de libre elección de lengua, lo hay también para que las cosas empeoren y mucho. Decir que nada va a cambiar si gobierna el BNG en relación con la lengua es mentir (no parece que la mentira sea la fórmula más inteligente de pedir el voto). Todos los males que, con razón, critica Vox, se multiplicarán por 10. El arrinconamiento del español en todos los ámbitos de la sociedad será mucho más virulento, la inmersión en la educación será absoluta y sí veremos cómo muchas familias tienen que recurrir a los tribunales.

Tiene razón, también, Abascal cuando dice que el PP necesita que alguien le obligue a rectificar sus políticas lingüísticas, pero es que esa posibilidad sencillamente no existe. Hay quien verá conspiraciones globalistas en lo que digo, intereses ocultos o complicidad con el golpismo, pero la honradez intelectual obliga a analizar la realidad tal y como es y no como nos gustaría que fuese. El domingo, Vox no tiene ninguna posibilidad de entrar en el Parlamento de Galicia. O mayoría absoluta de Rueda o gobierno del BNG. No hay más. Alguna responsabilidad tendrán los dirigentes de Vox en que sus expectativas electorales sean tan pobres, aun teniendo razón en asuntos tan importantes como el lingüístico. Desde luego, es a ellos a los que les corresponde dar explicaciones, no a quienes nos limitamos al análisis político. No voy a entrar en si un voto es más o menos útil, pero si se trata de castigar al PP por estas políticas, no parece muy inteligente propiciar con tu voto un gobierno furibundamente independentista y antiespañol. El sistema electoral, Ley d'Hont mediante, es el que es y esto no es opinable: si a la concentración del voto de izquierdas en el BNG le sumamos la división del voto de la derecha, el domingo por la noche Ana Pontón será la flamante presidenta de la Xunta de Galicia.

La cuestión lingüística, aun siendo de enorme importancia, no es la única que se dirime en estas elecciones, y retomando la pregunta que se hacía Santiago Abascal veamos qué cambia realmente si gobierna Rueda o Pontón. El BNG es el cartel electoral de la UPG, un partido independentista fundado en los 60 del siglo pasado como "movimiento de liberación nacional" y que se declara marxista-leninista. En pleno golpe de Sánchez contra el Estado de derecho se abriría otro frente separatista. El regreso de la Galeusca de la II República en una tormenta perfecta para la unidad de España y el futuro de la Nación. Una cosa es la exaltación de lo enxebre, del pulpo, la empanada, las gaitas y el vino del país y otra muy diferente es liquidar el Estatuto de Autonomía para abrir un proceso de autodeterminación a imagen y semejanza del catalán o del que plantea Bildu, probable ganador de las próximas elecciones autonómicas en el País Vasco. Yo diría que es un cambio a tener en cuenta.

Tan estúpido es pensar que lo único que importa es la gestión económica —patología política que suele afectar al PP— y no prestar atención a los asuntos puramente políticos o a dar la batalla cultural, como lo es desdeñarla o considerarla un asunto menor. A los ciudadanos que viven en Galicia, como a todo el mundo, les importa mucho su bienestar material y económico. La evolución de Galicia en los más de 40 años de autonomía desde el punto de vista económico ha sido muy buena. Hoy es una de las regiones más prósperas, que nada tiene que ver con aquella sociedad atrasada y carente de infraestructuras básicas de principios de los años 80. Yo todavía recuerdo ver a Manuel Fraga en la telegaita con su peculiar forma de andar por las corredoiras para llevar la línea telefónica a muchas aldeas. ¿Cómo no va cambiar en este aspecto la realidad de los gallegos si les gobierna el PP o el BNG? Basta con comparar la evolución económica de Galicia en este periodo con el de otras regiones que han estado gobernadas por la izquierda como la vecina Asturias o Andalucía. Si nos ceñimos a los últimos años, las cifras de empleo, deuda y crecimiento económico de Galicia la sitúan como una de las regiones mejor gestionadas de España. No hace falta especular para saber qué políticas económicas y fiscales aplicaría el BNG y sus consecuencias, lamentablemente ya las hemos visto en otras partes de España. De las trabas al turismo, que se ha convertido en una de las principales fuentes de riqueza de Galicia, a los ataques a la propiedad y la iniciativa privada y una subida sustancial de los impuestos, por ejemplo recuperando el de Sucesiones. Aunque el marketing electoral, con la inestimable ayuda de parte de la prensa madrileña, para presentarnos a Ana Pontón como una amable socialdemócrata está siendo muy eficaz, la realidad es que su gobierno sería más radical que el bipartito de Pérez Touriño y Anxo Quintana, a quien la UPG de Pontón consideraba un despreciable moderado.

Resulta inevitable, para responder a la pregunta de Abascal, no acordarse de aquella escena La vida de Brian en la que el líder del Frente Popular de Judea preguntaba qué nos han dado los romanos. ¿Qué cambiaría realmente en Galicia? Pues salvo la voladura del Estatuto de Autonomía, la desaparición del Estado de derecho, el inicio de un proceso de autodeterminación, el destierro definitivo del español de todos los ámbitos de la sociedad, la beligerancia contra todo lo que tenga que ver con España, el deterioro de la convivencia, la expulsión de la Guardia Civil, el recorte de las libertades, el empeoramiento de los servicios públicos, el aumento de la carga fiscal, las trabas a la iniciativa privada y el mercado, el cuestionamiento de la propiedad y, en definitiva, el empobrecimiento de los ciudadanos... salvo eso, realmente no cambiaría nada si gobernase el BNG. No es buen síntoma para un partido político que sus posiciones evoquen a la genial película de los Monty Python. Quizás eso explique por qué muchos gallegos, aun estando de acuerdo con algunas de las cosas que defiende Vox, como la libertad de elección de lengua, no le voten el domingo. Más allá de ver golpistas, igual que el Frente Popular de Judea veía disidentes, por todas partes, el partido de Abascal debería plantearse si darle una patada a Feijóo en el culo de todos los españoles que viven en Galicia es un ejercicio de patriotismo. A los que no nos dedicamos a presumir de la mañana a la noche de esa virtud, el patriotismo, nos resulta como mínimo desconcertante.

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