La posición del fiscal general del Estado ya era insostenible antes de su imputación por revelación de secretos, pero la entrevista emitida en TVE pocas horas después de la decisión del Tribunal Supremo añade aún más razones para exigir el relevo inmediato de Álvaro García Ortiz. Utilizar la televisión pública como herramienta de defensa es una insensatez monumental. Pero que el fiscal general afirme en esa entrevista que dispone de "material muy sensible" y que "si quisiera hacer daño a un determinado espectro político, tengo información de sobra" es absolutamente intolerable. Tales amenazas son impropias de un fiscal general. Cuadran con el estilo hampón que por desgracia trasladó a la Fiscalía General la antecesora de García Ortiz, Dolores Delgado, autora del aserto "información vaginal, éxito asegurado". Ese es el nivel. Sanchismo en vena.
Que el fiscal general tenga el cuajo de amenazar a la oposición en esos términos muestra una degradación sin paliativos de la institución, una utilización artera, siniestra y tremendamente peligrosa de los resortes del Estado. El espectáculo ofrecido por García Ortiz en la televisión pública sume en el descrédito su figura, le incapacita para el cargo por enésima ocasión, desnuda su sesgo autoritario, ideológico y amoral y demuestra una preocupante ausencia de escrúpulos y de sentido institucional. Si el fiscal general maneja, según dice, información "sensible", lo que debe hacer es actuar en consecuencia, ponerla inmediatamente en conocimiento de los jueces con independencia de que afecte a tal o cual "espectro político" e incluso al suyo. Lo que está diciendo García Ortiz es que puede utilizar la información que posee en función de su cargo de modo absolutamente contrario al derecho y la justicia, algo que le desautoriza, le descalifica y le define.
García Ortiz culminó en TVE una carrera lamentable, exhibió una desfachatez colosal, se entregó a una defensa personal incomprensible desde el punto de vista jurídico y exhibió el nivel chavista impreso por Pedro Sánchez en las instituciones que ha logrado contaminar, que son prácticamente todas. El fiscal general del Estado demostró en la entrevista las cualidades que le han convertido en uno de los más cualificados representantes del sanchismo. Espeso, obtuso, cínico y confuso, la entrevista no le favoreció en absoluto a pesar de la actitud sumisa y servil del entrevistador. Puso de relieve, eso sí, su falta de escrúpulos, el desprecio por los mecanismos judiciales, por la misma Justicia, la abismal grosería intelectual del personaje.
El fiscal general ha resultado ser el juguete preferido de Pedro Sánchez en su totalitaria campaña contra los medios que se atreven a informar de los casos de corrupción en su entorno, su familia, su Gobierno y su partido. Así, la misión del fiscal García Ortiz resulta ser el combate de supuestos bulos con la emisión de auténticos bulos cuyo único objetivo es atacar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, persona a la que Sánchez ha acusado en falso por tres veces en el Congreso de los Diputados. Nada detiene al presidente del Gobierno en esa persecución enfermiza y de la que García Ortiz es el último peón sacrificado. El fiscal general del Estado nada menos, que en el colmo de la ignominia, la degradación y la indignidad se aferra al cargo y exhibe sus vergüenzas sin reparos en la televisión pública. Si alguien tenía dudas sobre la deriva totalitaria del sanchismo, García Ortiz las ha despejado todas.



