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Santiago Navajas

Necrofilia franquista de Sánchez

Sánchez utiliza la memoria histórica como un arma de distracción masiva, enfocándose en el pasado para evitar discutir el presente.

Pedro Sánchez en su balance de 2024. | Europa Press

En el contexto actual de la política española, dominada por una izquierda revanchista y guerracivilista, que sustituye el intelecto crítico y la concordia política por el odio de clase y el resentimiento histórico, la figura de Pedro Sánchez parece estar ligada a una estrategia que podríamos describir como necrofilia ideológica. La muerte de Francisco Franco, el dictador que gobernó España con puño de hierro durante casi cuatro décadas, ha marcado un hito en la historia del país, pero, ¿es necesario convertirlo en un show demencial 50 años después?

Los liberales no nos pasamos el santo día reprochando a los conservadores y los socialistas los asesinatos de García Lorca y Melquiades Álvarez respectivamente. Pero va siendo hora de hacer una denuncia histórica de los socialistas, conspiradores contra el espíritu liberal de la II República y que tratan de borrar las huellas de su traición con hiperbólicos y cínicos señalamientos que pretenden pasar por virtuosos cuando no son más que reconocimientos de su pecado original: su carácter autoritario, violento y populista en el peor sentido de la expresión. Pecado original concretado en la persecución anticlerical, la imposición de la censura mediática, el golpe del Estado de 1934 y el asesinato de Calvo Sotelo.

Sánchez ha anunciado una serie de actos conmemorativos en el año 2025 para recordar que hace 50 años que Franco falleció, pero la pregunta que surge es: ¿a quién beneficia esta necrofilia política? La respuesta es obvia: únicamente a Sánchez y su partido, el PSOE, que buscan mantener viva una narrativa que trata de hacer vivir a un muerto pero ocultar el hedor de la corrupción que nos atufa desde Moncloa y Ferraz, equivalentes contemporáneos del patio de Monipodio y el penúltimo círculo del infierno de Dante, el de los corruptos.

Erich Fromm definía la necrofilia como "la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destruir las estructuras vivas. Esta es producto de un desarrollo psíquico corrompido, que junto al perfil narcisista, muestra un crecimiento vital incompleto".

El uso de la figura de Franco –enterrado y olvidado hace tanto tiempo pero desenterrado y puesto en el candelero por Sánchez– se convierte en una herramienta de propaganda, una forma de distraer a la opinión pública de los problemas actuales y de recordar a sus bases el supuesto heroísmo de enfrentarse a un fantasma del pasado. Pero, ¿realmente es un acto de valentía o más bien un acto de cinismo político? La exhumación de Franco del Valle de los Caídos, realizada por Sánchez en 2019, se presentó como un acto de justicia histórica, pero era en realidad una maniobra para asegurar su lugar en los libros de historia, no por sus logros, sino por la instrumentalización de un cadáver.

Sánchez utiliza la memoria histórica como un arma de distracción masiva, enfocándose en el pasado para evitar discutir el presente. Los actos planeados para 2025, con una frecuencia de casi uno cada tres días, no solo son excesivos sino que reflejan una obsesión con un cadáver que Sánchez instrumentaliza para que la Historia lo juzgue por su necrofilia franquista. Y no, pasará por ser un hombre sin palabra, un aliado de filoterroristas, un cínico que lo mismo abraza a golpistas que celebra a corruptos.

Esta necrofilia franquista de Sánchez no solo es una falta de respeto hacia la historia y los españoles que vivieron bajo la dictadura, sino también una muestra de pobreza ideológica. En lugar de proponer soluciones a los problemas contemporáneos como la crisis económica, la desigualdad social o la gestión de la pandemia, Sánchez parece preferir resucitar fantasmas para mantener unido a su electorado, los herederos de los rojos que describió Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego que estaban, como relató el periodista sevillano, tan lejos pero tan cerca de sus enemigos fachas.

El uso de la muerte de Franco como propaganda por parte de Sánchez es un reflejo de una política que carece de visión y que, en su intento de mantenerse relevante, recurre a la más baja de las manipulaciones: la explotación de un cadáver. Es hora de que la política española mire hacia adelante y no hacia el ombligo de Sánchez, un zombi político que trata de sobrevivir uniendo su suerte a la de un cadáver. Si el PSOE fuera una serie de televisión se llamaría The Walking Dead. Franco y Sánchez, tan lejos, tan cerca.

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