Colabora
Miguel del Pino

El ajolote: una criatura asombrosa y un aliado de la ciencia

La capacidad de este anfibio de los lagos mexicanos para regenerar órganos amputados constituye una esperanza en las investigaciones biomédicas.

Ejemplar de ajolote. | Pixabay/CC/LaDameBucolique

Los naturalistas españoles que exploraron los lagos de la llamada Nueva España, actual México, describieron el axolote (Ambistoma mexicanum), una extraña criatura que los aztecas consideraban relacionada con Xolotl, el Dios del Fuego, y que consumían asada en las fiestas dedicadas al mismo, un pequeño monstruo que abundaba en los lagos centrales próximos a la depresión lacustre vecina de la actual capital mexicana.

El fraile franciscano Bernardino de Sahagún relata en sus Cosas de la Nueva España cómo en tales fiestas se consumían no sólo estos anfibios, llamados axolotes, sino también diversos peces lacustres e incluso culebras, previamente pasados por las brasas.

El axolote fue considerado en principio como una variedad de una gran salamandra gigante que no hubiera realizado la metamorfosis, ya que conserva durante toda su vida tres penachos branquiales externos situados en el cuello, por detrás de la cabeza. Esta persistencia de las branquias no ocurre en el resto de los anfibios caudados como salamandras y tritones, que pierden las mismas cuando pasan a desarrollar parte de su ciclo vital en el medio terrestre, y desarrollan los pulmones.

El curioso fenómeno de la Neotenia

La capacidad de llegar a la edad reproductora conservando caracteres propios del periodo larvario se conoce en biología con el nombre de Neotenia. Este es el caso de la persistencia de las branquias en el axolote, que limita a la especie a la existencia acuática, a pesar de su condición de anfibio.

Como corresponde a su orden de anfibio urodelo, o caudado, el ajolote posee una larga cola, aplastada lateralmente, intermedia en este sentido entre la de las salamandras y los tritones; sus patas tienen cinco dedos, de apariencia algo rudimentaria, sus ojos, redondos, carecen de párpados, su cabeza es grande y aplastada y su cuerpo ancho y voluminoso: un verdadero "monstruo del lago" que puede alcanzar los 35 cm de longitud en los ejemplares adultos.

Como los tritones y las salamandras, éstas en su fase larvaria, los ajolotes son indicadores ecológicos de la calidad de las aguas en que viven, especialmente en cuanto a las condiciones de limpieza y oxigenación de las mismas. Este requerimiento hace a la especie muy vulnerable a la contaminación y constituye probablemente una de las causas de su situación, en peligro crítico, en lo referente a la escasa población superviviente en la actualidad.

El hábitat natural del ajolote está formado por cuatro lagos situados en el centro de México, especialmente el Xochimilco, donde sobrevive la escasa población silvestre actual, censada en el año 2008 en poco más de un centenar de ejemplares y en rápido declive, lo que justifica que la UICN la incluya en el listado de especies en peligro crítico.

Sin embargo, existe una numerosa población de ajolotes en cautividad, tanto en laboratorios de investigación médica como en relación de su creciente demanda con destino a los animales domésticos para el mercado de los acuarios.

Con restricciones en algunos países, como México, donde se requiere permiso para su mantenimiento como mascota para evitar el peligro de liberación en la naturaleza, que no se considera conveniente, el ajolote se cría con facilidad en cautividad, siempre que se cuente con acuarios limpios, bien filtrados, y dotados de fondos de arena gruesa; la alimentación, a base de tubifex y larvas o lombriz congelada, con inclusión de alimento para peces, es relativamente sencilla.

El estudio genético del ajolote en cautividad ha conseguido coloraciones muy diferentes de la natural, que es de un críptico grisáceo verdoso con matices dorados y azulados. Los ajolotes domésticos se han diversificado en tipos albinos, leucísticos, rosados, gris-plata o melanísticos, casi negros. Se conocen bien los cuatro genes implicados en la coloración, pero no son sólo éstos los estudiados en los laboratorios.

El ajolote en la investigación médica

La verdadera importancia de las investigaciones sobre el Ambistoma mexicanum, o ajolote, no está en su condición de mascota, sino en las investigaciones médicas sobre su capacidad de regeneración de órganos y tejidos amputados. En este sentido las esperanzas que despierta en la actualidad son realmente sorprendentes.

Las amputaciones en miembros, como patas, cola, e incluso tejidos cerebrales o cardiacos no vitales, pueden ser recuperadas y regeneradas a través de complejos sistemas biológicos que implican la falta de cicatrización de los tejidos dañados y el crecimiento de placas regeneradoras en las zonas lesionadas.

No es sencillo describir la sucesión de procesos que ocurre en el fenómeno, pero así como la regeneración de órganos perdidos es conocida y frecuente en algunos invertebrados, como estrellas de mar o lombrices de tierra, en el mundo de los vertebrados sólo encontramos algo semejante en el crecimiento de colas amputadas en reptiles como las lagartijas.

Pero nada comparable a la reparación de tejidos, nervioso o cardiaco, en los vertebrados; eso es lo que debemos aprender de las facultades del asombroso ajolote. ¿Seremos capaces gracias a este pequeño "monstruo de los lagos mexicanos", de descubrir posibilidades de regeneración de corazones dañados por infartos o de lesiones nerviosas, cerebrales o medulares, hoy por hoy imposible?

No se trata de generar esperanzas ilusorias, pero desde luego merece la pena el estudio médico detenido de los misterios que tienen lugar en la sustitución de cicatrización por regeneración que ocurre en los tejidos dañados del ajolote.

Afortunadamente no hemos extinguido la especie antes de conocer sus secretos, como seguramente hemos hecho con muchas otras criaturas.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario