El riesgo del asteroide
El riesgo de impacto contra la Tierra del asteroide que ha recibido el nombre de 2024 YR4 ha crecido durante los últimos días.
Que nadie se alarme demasiado… por el momento; sin embargo, el riesgo de impacto de cuerpos solidos procedentes de las capas exteriores del Sistema Solar no es despreciable, y ha influido sin duda en la evolución de la vida en nuestro planeta.
Antes de revisar nuestro pasado planetario vamos a actualizar las previsiones inmediatas sobre el asteroide YR4, que tiene preocupados a los científicos, particularmente a los de la NASA.
El temible impacto se produciría, con un 2,3% de posibilidades, el 22 de enero de 2032; no es muy elevado, pero es preocupante que, en las últimas observaciones de la NASA estadounidense, se hayan reevaluado los cálculos aumentando el 1,2 previsto con anterioridad hasta el actual, que prácticamente duplica este porcentaje.
El Centro de Coordinación de Objetos Cercanos a la Tierra de la ESA ha anunciado un seguimiento diario, ya que se supone que la situación evolucionará notablemente en las próximas fechas.
La llamada Escala de Turín se estableció hace años para evaluar en una escala del 1 al 10 el peligro que representan los asteroides que siguen trayectorias peligrosas para la Tierra. En el pasado, tanto reciente como remoto, los impactos con asteroides y cometas son una realidad innegable.
Llamamos a la tranquilidad, porque 2024 YR4 es un cuerpo demasiado pequeño como para producir una catástrofe global para nuestra civilización; sus dimensiones no superan un diámetro máximo de 90 metros y mínimo de 40, poco más de una roca espacial, sin embargo…
No es sencillo pronosticar cuáles podrían ser los efectos de un impacto de estas características, ya que no dependerían sólo de sus dimensiones, sino también de su composición rocosa y del ángulo de incidencia, factor éste especialmente importante.
También es complicado determinar en qué punto de la superficie del planeta tendría lugar la colisión, aunque en el caso que nos ocupa las previsiones se orientan a una banda que abarcaría desde el este del océano Pacífico hasta el sur de Asia, pasando por el norte del continente sudamericano, el Atlántico, África, el mar Arábigo y el sur de Asia.
La monitorización de la trayectoria del asteroide deberá interrumpirse durante una temporada, ya que su órbita en torno al Sol es elíptica, de manera que en los próximos meses se irá alejando de la Tierra y será cada vez más difícil seguirlo, hasta llegar a desaparecer de nuestra capacidad de observación; pero volverá, y entonces se volverá a evaluar su capacidad de impactar con nuestro planeta.
2024 YR4 se ha situado en el nivel 3 de la Escala de Turín, lo que nos hace recordar el reciente caso de Apofis, que alarmó en 2004 hasta situarse en el nivel 4; esta roca espacial era más preocupante por su tamaño bastante mayor, cuatro veces superior en diámetro. Afortunadamente se descartó pronto el peligro de que impactase, como esperamos que ocurra ahora.
Si en su ruta elíptica hacia el Sol 2024 YR4 se oculta antes de que sea posible descartar su peligrosidad, el tema quedará en el olvido hasta que vuelva a ser observable en 2028, tendremos una tregua durante la cual el asteroide figurará en una lista de riesgos de la ESA, que inmediatamente de su reaparición volverá a monitorizarlo.
¿Es necesario tomar medidas?
Siendo objetivos, y sobre todo, realistas, diremos que es prematuro especular sobre la necesidad y las posibilidades de éxito de un Armageddon basado en el intento de desviar un impacto como el que nos ocupa, intervención que, hoy por hoy, implicaría la desviación de la trayectoria o la fragmentación lejana de la roca.
Sigue en el misterio el último de los impactos catastróficos con rocas espaciales del que tenemos referencia histórica, se trata de la destrucción del bosque siberiano de Tuntguska, ocurrida el año 1908, no por impacto, sino por explosión inmediata a la superficie terrestre de un cuerpo espacial, seguramente de carácter cometario.
Como testimonio de aquella circunstancia sólo tenemos la destrucción del arbolado del bosque de taiga, con todos sus árboles abatidos en la misma dirección, y algunos confusos testimonios de alguno de los escasos pobladores de las zonas vecinas, que afirmaban haber visto una gran bola de fuego abatirse en el horizonte sobre el bosque seguida de sonidos atronadores y fortísimo calor.
De haber ocurrido en una zona habitada o sobre una gran ciudad, hoy estaríamos hablando de la mayor catástrofe conocida por la humanidad.
Remontándonos al pasado de nuestro planeta, y después de que los científicos hayan confirmado el impacto de un asteroide en el mar próximo a la península del Yucatán hace unos sesenta y cinco millones de años, fenómeno que tuvo consecuencias globales y acabó con el reino de los dinosaurios abriendo la era de los mamíferos, es posible que en fechas aún más remotas se hayan producido sucesos espaciales semejantes, capaces de motivar los grandes cambios evolutivos coincidentes con nuestra división científica del pasado en las llamadas Eras geológicas.
El pequeño asteroide que en este momento no sabemos si en realidad nos amenaza, puede al menos hacernos reflexionar sobre la importancia de la conducta cooperativa de la humanidad y de la necesidad del desarrollo científico. Ante la inminencia de un improbable Armageddon, qué pequeñas y absurdas resultan nuestras rencillas de "humanos agresivos" entre semejantes.
Miguel del Pino Luengo, catedrático de Ciencias Naturales.
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