Fauna social y castas defensivas
Como elemental regla ecológica, es habitual que los animales sociales desarrollen castas militares especializadas para la defensa del grupo.
Hay castas militares tanto en animales sociales del grupo de los invertebrados, como las termitas o las hormigas, y también en los vertebrados, más próximos al hombre; más aún, también entre los primates, nuestros inmediatos parientes.
De manera que se puede ser pacifista a ultranza, creer en el desarme ante los conflictos bélicos o las amenazas fronterizas, hablar de la paz como concepto incompatible con el armamento de las sociedades; pero no cabe decir al tiempo que se es ecologista, porque la lucha disuasoria contra las agresiones externas pasa en la naturaleza por la especialización de las sociedades con aparición de castas militares, algunas formidablemente armadas.
Siendo interminable la relación de ejemplos, veamos sólo alguno de los más representativos, tanto en el mundo de los invertebrados como en el de los vertebrados.
Las castas militares en las termitas
Las termitas son un conocido ejemplo de insectos llamados sociales: viven en aglomeraciones de individuos que construyen edificaciones de barro llamadas "termiteros" en cuyo más recóndito interior se aloja la pareja real que ha formado la sociedad, y cuya reina pone a lo largo de su vida millones de huevos.
La gran mayoría de los individuos que forman la sociedad viven transformando la lignina de la madera, un verdadero milagro que consiguen gracias a su asociación simbiótica con unos protozoos alojados en su buche, los polimastiginos. Esta multitud forma la casta obrera del termitero, que prospera gracias a la incesante capacidad reproductora de la reina.
Pero el termitero puede sobrevivir a los ataques que sufre a cargo de sus numerosos predadores, ávidos de consumir termitas con voracidad insaciable, gracias a otros grupos de individuos que forman las castas militares.
Hablamos en plural, ya que no hay sólo una casta militar, sino varias: los llamados soldados disponen de unas formidables mandíbulas con las que atacan a cualquier invasor de manera suicida, ya que muchas veces tienen que actuar contra enemigos tan gigantescos como los osos hormigueros, cuya lengua se introduce en la madriguera para saciar su apetito insaciable.
Una segunda casta militar, los nasuti o narigudos, han convertido su aparato bucal no en tenazas, como los soldados, sino en tubos secretores de un pegajoso cemento con el que reparan los desperfectos causados en el termitero por la agresión del depredador insectívoro.
También las hormigas, en su enorme diversidad de especies, y otros variados ejemplos de insectos sociales desarrollan castas militares, aunque no siempre tan diversificadas como en el caso de las termitas. En definitiva, parece imposible imaginar una sociedad animal próspera sin sacrificar una parte de sus elementos productivos en función de sus necesidades de defensa. Este principio si es pura ecología, que no ecologismo a lo David el Gnomo.
Por si alguien cayera en la tentación de pensar que algunos insectos sociales, como las termitas, no ejercen ninguna función positiva en la naturaleza al devorar la madera muerta, diremos que el reciclado a corto plazo de este producto viene a ser fundamental en la economía de la naturaleza: las termitas lo consiguen y evitan que el gran capital biológico depositado en el tronco de los árboles muertos quede inaprovechable por otros seres vivos durante décadas o siglos. Quedan así relacionadas: ecología, economía y defensa social.
Los vertebrados y sus castas militares
En el mundo de nuestros animales más próximos, los primates, encontramos ejemplos significativos de especialización en castas militares: cuando el clima cambió de manera significativa en el África subecuatorial durante el periodo Plioceno del Terciario, la evolución hacia la sequía dejó sin bosque a numerosos animales arborícolas que tuvieron que adaptarse a la vida en la llanura y a los numerosos predadores que allí acechaban: monos y leopardos son un ejemplo claro del nuevo equilibrio que se hacía necesario para evitar la extinción.
No todos lo consiguieron: muchos primates habían quedado indefensos sin su refugio arbóreo, seguramente entre ellos figuraban algunos antecesores del hombre, entonces en etapa prehominoidea; la mejor solución fue refugiarse en barreras rocosas y desarrollar castas militares defensivas.
Las diferentes especies de babuinos, pertenecientes al género Papio y conocidas como Papiones son un ejemplo conocido: la tribu u horda, a veces muy numerosa, puede rechazar los ataques de predadores muy poderosos, como el leopardo, gracias a individuos especializados que forman una casta defensiva: los machos dominantes.
Se trata de machos adultos de gran tamaño con colmillos muy desarrollados y agresividad formidable de base hormonal, que se enfrentan al predador dando lugar a que las crías y el resto de los individuos con menor capacidad defensiva puedan ponerse a salvo.
La casta militar de los papiones está jerarquizada, de manera que hay algunos individuos sub-adultos que actúan como escuderos de los dominantes y aspiran a ocupar en el futuro el puesto de guerreros.
Tiempo de conclusiones
Hablamos en ecología de agresividad interespecífica (entre diferentes especies), como la que desarrollan los predadores contra sus presas, y sobre cuyo significado y necesidad es innecesario comentar, pero hay también una agresividad intraespecífica, dentro de los individuos de la misma especie. En este grupo debemos encuadrar los ataques, generalmente territoriales, en que se basa el fenómeno histórico de las guerras.
Como el resto de las especies sociales y territoriales, y por tanto belicosas, el hombre ha basado buena parte de su éxito evolutivo en su capacidad de defensa, tanto interespecífica como intraespecífica, derivada de la existencia de castas militares para disuadir a sus vecinos de atacar sus territorios. Lo otro, el pacifismo que en la actualidad exime como distintivo buena parte de la ultraizquierda europea, no es ecologismo, sino tendencia al suicidio social.
Y por cierto, sin que la avale en absoluto su "memoria histórica", antes bien todo lo contrario.
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