Pactos a la valenciana contra Núñez Feijóo
Los dirigentes de Génova tendrán que trabajar mucho para tratar de vender estos acuerdos como un éxito que refuerza la autoridad de Feijóo, cuando es evidente que son la prueba palmaria de todo lo contrario.
El acuerdo de Vox y el PP para sacar adelante los presupuestos valencianos tiene una derivada necesaria en las regiones en las que los populares necesitan al partido de Abascal para aprobar sus cuentas anuales. Aparte de Baleares, donde los conservadores no entraron en el Gobierno pero siguen siendo decisivos para una mayoría parlamentaria, y Extremadura, donde el consejero de Vox hizo la rana, están los casos de Castilla y León, Aragón y Murcia, donde Vox formaba parte del Ejecutivo autonómico hasta que Abascal decidió ordenar retirada. Lo que pase a partir de ahora en estas tres comunidades tendrá importantes consecuencias en la política nacional, sobre todo en lo que respecta al futuro político de Núñez Feijóo.
Hay que recordar que el origen de la ruptura de los gobiernos de coalición fue la negativa de Feijóo a que sus comunidades rechazaran el envío de los menores ilegales que se hacinaban en Canarias, en contra de la exigencia expresa de Abascal a ese respecto. Entonces, los populares afirmaron que nunca aceptarían chantajes de Vox en un asunto tan sensible como la inmigración que, por otra parte, no es competencia de las comunidades autónomas y, por tanto, debería quedar reservado al debate nacional. Pues bien, Carlos Mazón ha decidido romper esa consigna de Génova y firmar un acuerdo con Vox en el que expresamente se compromete a que Valencia "no acepte un Mena más", según explicó el propio presidente valenciano en la rueda de prensa en la que anunció este nuevo acuerdo.
Mazón abre así el camino a que las otras comunidades que se encuentran en la misma situación puedan aprobar también sus presupuestos generales, actualmente empantanados por la falta de mayorías del PP en los parlamentos autonómicos. En Murcia ya se allanan los caminos para un entendimiento que, por otra parte, es lo más natural entre dos fuerzas políticas cercanas como el PP y Vox que, hasta hace menos de un año, compartían sillones en el Ejecutivo regional. En las otras regiones afectadas es fácil prever que acabará ocurriendo lo mismo.
Los dirigentes de Génova tendrán que trabajar mucho para tratar de vender estos acuerdos como un éxito que refuerza la autoridad de Feijóo, cuando es evidente que son la prueba palmaria de todo lo contrario. Pero peor lo tienen en Vox, que primero entra en los gobiernos regionales por la legitimidad de los votos, menos de un año después mandaba los votos a hacer puñetas y salía de esos gobiernos por una cuestión ajena a las autonomías, durante meses hace una campaña durísima contra el PP en esos territorios y, de la noche a la mañana, le da nuevamente sus votos pero sin la capacidad de decidir, porque está fuera de la coalición. Y todo por decisión de Madrid, sin que los dirigentes territoriales hayan podido siquiera opinar en todo este proceso.
Abascal quiere destruir a Feijóo, aunque eso se lleve por delante también la posibilidad de que Vox tenga alguna influencia futura en las comunidades autónomas donde cuenta con una mayor fortaleza electoral. A tenor de los continuos bandazos de la formación conservadora, parece que es justo lo que quiere también la dirección nacional.
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