El kit de la cuestión
Somos víctimas de una dejadez política inconmensurable y de una necrosis que ha transformado el contrato social en una ventanilla administrativa muy cara.
Es difícil no apuntarse al universal recochineo suscitado por el ridículo vídeo sobre el "kit de supervivencia para europeos", con esa señora que va sacando cosas de su bolso como si fuese Mary Poppins. Por cierto, si Mary Poppins intentara entrar en la UE en avión, le quitarían la navaja suiza. Y es cuestión de tiempo que también el dinero en efectivo.
Bromas aparte, no hay peor crisis que la que llevas dentro. A mí empiezan a darme menos miedo los que nos amenazan que aquellos que se supone que nos tienen que proteger. La historia europea, que ahora parece que se derrumba hace décadas y décadas que es una farsa. Nunca ganamos la Segunda Guerra Mundial. La ganaron los rusos. Por eso se quedaron con toda la Europa del Este que les dio la gana. La Europa del Oeste se libró gracias a que Churchill y De Gaulle valían más que todos los políticos europeos de entonces (y de ahora) y a que los americanos, aun llegando justo a los postres, a la hora de los cafés nos regaron con los millones del Plan Marshall, con los que construimos una quimera social y política que no hemos sabido merecer ni defender.
Dios me libre de pensar mal pero todavía más de pensar bien. Cuando vi esto del kit, lo primero que me vino a la mente fue: ¿y con esto, quién va a ganar dinero? ¿Quién se va a llevar la comisión?
Somos víctimas de una dejadez política inconmensurable y de una necrosis que ha transformado el contrato social en una ventanilla administrativa muy cara, carísima, que además funciona muy mal. La burocracia es como el ojo de una aguja por la que no es que no pase un camello, es que a duras penas pasa un mosquito. Hablando de kits, ¿se acuerdan de cuando también publicitaron a bombo y platillo un kit digital para autónomos y pequeños emprendedores? Por no hablar de los tan cacareados fondos Next Generation. ¿Sirvieron para lo que tenían que servir o se perdió más de la mitad por el camino?
La crisis más grave a la que nos enfrentamos es una crisis de confianza. De confianza profunda. ¿Sabremos ni siquiera rearmarnos? ¿O sólo hacer negocio con el armamento? ¿Es concebible un ejército europeo, que es lo único que sería serio, o eso es tan difícil que mejor ya lo dejamos para otro día, para otra guerra? Si aquí en España todavía hay gente, y no cualquier gente, gente con mando en plaza y en el gobierno, que dice sin ponerse colorada que tendríamos que salir de la OTAN, ¿quién se atreve a llamar a las cosas y a los problemas por su nombre?
Si alguna lección debimos aprender de las últimas y pavorosas crisis financieras, y por supuesto del desastre de la pandemia, es que no está todo resuelto, ni mucho menos pagado. Uno se puede permitir ciertas frivolidades (gilipolleces, incluso) cuando está a cubierto de todo mal. Como esos cachorros de buena familia que juegan a la guerrilla urbana pero luego les esperan a mesa puesta, con la cena hecha y la ropa lavada por su mamá. O por la criada. Esos somos nosotros, los europeítos que hemos venido al mundo confiando en que ya nadie podía helarnos el corazón. Sólo echarnos más hielo en el gintónic.
Por cierto, un último mensaje a la alegre chupipandi del no a la guerra: ¿se dan cuenta de que su odiado Franco ganó la guerra civil por eso? ¿Porque ninguna democracia europea de la época se quiso implicar en la defensa de la República, reduciendo el tablero a una confrontación entre fascistas apoyados por Hitler y por Mussolini y comunistas apoyados por la URSS? No hubo kit de supervivencia para nadie que estuviera en medio.
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