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Federico Jiménez Losantos

Trump pide a Ucrania más de lo que recibió y Vance fracasa en Groenlandia

En rigor, no hay una sola de las pomposas aseveraciones de Trump sobre la guerra de Ucrania y el apoyo a su presidente que no sea intoxicación rusa.

Europa Press

El pasado 22 de marzo Trump exigió públicamente a Ucrania, en una de esas reuniones conservadoras a las que sólo faltan los capirotes del Ku Klux Klan, que "devolviera, con intereses", toda la ayuda, militar, civil y humanitaria de los USA en los tres años de heroica resistencia a Putin. Las palmas de la parroquia de admiradores del Gran Matón echaban humo. Los había con cruces, y como jamás podrían ser cristianas, serían del KKK.

Pero a este paso, pronto sólo quedarán como aliados de los USA los criados del Kremlin. Salvo los que, como Orban y Abascal, han roto con cualquier idea de Europa que no pase por Siberia, los conservadores, si lo son, condenarán la revolución más inhumana y burdamente materialista desde que, en 1917, Lenin proclamó la dictadura del proletariado como patrón político universal. Cuando el socialista Fernández de los Ríos le preguntó qué lugar se reservaba a la libertad, Lenin respondió, molesto: "¿Libertad, para qué?". Zelenski podría responder a su fingido acreedor: "¿No defendían los USA la causa de la libertad?" Y Walesa, añadir, como en su carta: "Nunca el presidente Reagan nos hubiera exigido darle las gracias por ayudarle a hundir el imperio soviético".

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Además de ladrón, estafador

Trump ha traicionado la memoria de Reagan y la de los centenares de miles de norteamericanos que cayeron de Normandía al Rhin defendiendo la libertad, tan difícil encontrarla y tan noble buscarla, hace ahora 70 años. Pero no lo ha hecho siquiera por una idea imperial, para imponer una idea de la vida y del mundo en todas partes, como mejor modelo de humanidad. Al contrario, como muestra su fracaso ante un imperialista auténtico, Putin, que lo ha usado contra sus enemigos y después lo ha dejado en ridículo, Trump aspira a saquear a los pobres que un día confiaron en su país, como esos maltratadores que, humillados en la oficina, apalean en su casa a la esposa y a los hijos, vengando en los débiles su impotencia ante el fuerte.

Pero además de ladrón, y también como los maltratadores que culpan a las víctimas de tener que golpearlas, Trump pretende estafar a Ucrania. Ante sus acólitos, el grandullón naranja ha pretendido demostrar la cuantía exacta de la ayuda económica y militar a la resistencia ucraniana, y como está sucediendo en todas las iniciativas de este trapisondista en los meses que lleva en el poder, desprecia las cifras tanto como las leyes, lo material tanto como lo moral, y la realidad de los números en favor de sus ficciones.

Veamos el baile de cifras ofrecidas públicamente por el presidente de los USA y las cifras reales que oculta cuando presentó el acuerdo sobre tierras raras de 350.000 millones de dólares. Y lo explicó así: "Hemos gastado 350.000 millones (...). Acabamos de darles... si 300.000 o 350.000 millones, nadie lo sabe realmente. Ni siquiera pueden decirme la respuesta a eso, lo que significa probablemente que es más que eso". Es decir, que sin saber lo que ha gastado, se anima a cobrar lo que le parece, y tras forzar a Zelenski a firmar el acuerdo, cifra su valor futuro en un billón de dólares. ¿Base? Ninguna. El gobierno Zelenski aclaró después que los yacimientos de tierras raras están casi todos en zonas bajo dominio ruso y por ese valor. ¿Qué ha firmado entonces Trump? Un anuncio publicitario para los USA, seguido de un anuncio totalmente ruso que calumnia a Zelenski y su país.

Trump dice que no sabe lo que se entregó ni lo que realmente llegó, siguiendo la propaganda rusa para debilitar el apoyo al gobierno de Ucrania que pinta como una banda nazi que roba la mitad de lo que recibe para su pueblo. ¡El primero de los ladrones oligarcas rusos vigilando las cuentas de su guerra! Pero los datos reales los recoge la contabilidad oficial del gobierno de los USA, y son mucho más modestos: desde la invasión de 2022 el Congreso aprobó cinco "leyes de asignación suplementaria" por 174.200 millones de dólares para Ucrania.

Un rastreador de las Administraciones públicas estadounidenses (que recopila datos de más de 20 entidades de supervisión del Gobierno federal) sitúa la suma total en 182.800 millones. El rastreador, citado por Euronews, incluye donaciones más pequeñas realizadas por otras agencias gubernamentales, como la U.S. Agency for Global Media (USAGM) o el Departamento de Justicia. Pero de esos 182.800 millones de dólares, solo se habrían desembolsado 83.400 millones y los 99.400 restantes aún no se han comprometido o no se ha aprobado su pago. O sea, que la calumnia de Putin repetida por Trump choca con una realidad modesta pero molesta: la Administración USA ha sido incapaz de entregar más de la mitad de lo ya votado y presupuestado. No falta ni un dólar. Como ya explicó Zelenski.

En rigor, no hay una sola de las pomposas aseveraciones de Trump sobre la guerra de Ucrania y el apoyo a su presidente que no sea intoxicación rusa. No es de extrañar en un tipo que se fía de unos asesores y altos mandos militares, incluido el vicepresidente Vince, cuya solvencia intelectual, moral y militar ha quedado retratada en el chat del bombardeo a los hutíes, que bien podría titularse, al estilo fílmico de adolescentes con acné: "Los Albóndigas asaltan el Golfo".

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El desembarco fallido del pirata Vance en Groenlandia

La semana termina con el fiasco del viaje de Vance y señora, en plan visires coloniales, a Groenlandia, exhibiendo la proclamada voluntad de anexión, por las buenas o las malas, de un espacio enorme en el mapa, pero bajo soberanía de Dinamarca, país de la OTAN, con sólo 50.000 habitantes. Da la impresión de que Vance, que dice odiar tanto a Europa, se planta en un territorio americano, pero de soberanía europea, para pasar a la historia, en cuanto herede al emperador naranja, como El Conquistador del Hielo. El resultado es que la agencia turística que invitó a Usha y uno de sus hijos, canceló la invitación cuando el que llamó a Trump "el Hitler de América", se presentaría en una carrera de perros en la nieve "para que Usha no se divirtiera sola". Lo que ha conseguido este lugarteniente del que llamaba Fuhrer, si no acaba en Spandau, o sea, Guantánamo, es revitalizar el hasta ahora inédito patriotismo groenlandés. Eso pasa cuando el conquistador pretende hacerlo a través de la televisión y no con los tanques y sin avisar.

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Si los gamberros del Despacho Oval hubieran pensado algo más su proyecto, habrían aprovechado la guerra de Ucrania y el miedo a Putin para ofrecer a Dinamarca y la UE un plan de cooperación que dejara el esfuerzo y las instalaciones militares en manos norteamericanas, algo que, presentado sin fanfarria ni prepotencia, hubiera podido convencer a los todavía aliados. Ya sólo le queda Putin, que es contra el que se supone querría utilizar Groenlandia. Un Kennedy, John Kennedy O´Toole, más brillante que el hijo de Bob y sobrino de Jack, hoy en el ministerio de las vacunas del gobierno Trump, tituló una primera y extraordinaria novela La conjura de los necios pero murió sin verla publicada. Probablemente sin leerla, Trump la protagoniza casi a diario.

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