
Con el lema "Liberals Ruined It, Patriots Will Fix It" (Los liberales lo estropearon, los patriotas lo arreglarán), en el Mathias Corvinus Collegium de Hungría se celebró el pasado martes un acto —pretendida mesa de debate—, para presentar el informe de 40 páginas titulado The Great Reset: Restoring Member State Sovereignty in the European Union (El gran reinicio: restaurar la soberanía de los Estados miembros de la Unión Europea), elaborado por el propio organizador del acto y el think tank polaco Ordo Iuris Institute.
Se trató de una convocatoria sin estridencias, igual que podría considerarse el propio informe si no se lee con suma atención y en detalle. Ambos, conferencia e informe, han pasado, de hecho, "desapercibidos" para la opinión pública. Incluso los medios lo han cruzado de puntillas. Sin embargo, el radical informe, tan eufemísticamente correcto, lleva semanas levantando pasiones en el despacho oval y su entorno, ya que se basa en la fuente de la contrarrevolución estadounidense, el famoso Proyecto 2025, para desestabilizar Europa y subvertir su, por desgracia, siempre frágil Unión.
A estas alturas ya nos ha quedado claro que la administración Trump ha convertido a la UE y a los estados miembros –pocos se salvan— en blanco de sus más feroces ataques, pero su campaña, lejos de ser una bravata "made in" el aparentemente errático gobierno de Donald Trump y sus secuaces, no está en absoluto falta de un plan concreto, bien definido y que ya está dando sus primeros pasos. Más bien, pisotones. Hungría es la cabeza visible, además de caballo de Troya, del movimiento, sin olvidar que tras los cambios de régimen en Rumanía y en Alemania, se espera que ambos países –Polonia a la zaga— puedan unirse pronto a este nuevo club que dice querer volver a los inicios y refundar el concepto de Bruselas y sus instituciones.
En el inicial punto de mira está, por supuesto, la economía. El arma de destrucción masiva: los famosos aranceles que arrastran, día sí y día también, los veleidosos índices bursátiles a ambos lados del océano. La incertidumbre y el miedo nunca han gustado en los mercados. Tampoco a la hora de emprender un negocio, ampliarlo o deslocalizarlo. Todos, de momento, quietos, viendo pasar con los dedos cruzados los números tiñéndose sin remedio de vibrante carmesí.
Pinta en bastos de tal manera que las grandes fortunas estadounidenses han vuelto raudas a Suiza para regocijo de sus famosos bancos. Porque, al final y como siempre, es la clase media la que siente antes que nadie la sacudida de las placas tectónicas. Al mismo tiempo, desde Washington se apunta al territorio. En primer lugar, a Groenlandia. Y no, tampoco es un extravagante capricho de la actual administración estadounidense, sino la espina dorsal de su anunciado (y no creído) proyecto imperialista. Minerales ultra raros incluidos y ruta imprescindible para dejar aún más en cueros a una Europa que –a buenas horas, mangas verdes–, a falta de armas, amenaza con pirotecnia de colores.
Mucho cuidado se pone, sin embargo, en el citado informe para no levantar revuelo cuando se refiere a los cambios propuestos para las actuales instituciones de la UE. De hecho, estas seguirían siendo formalmente las mismas, pero sus funciones se transformarían radicalmente. Cosas de la retórica y el eufemismo. Por eso, el informe no propone una revolución, sino un "regreso a los fundamentos". La Comisión se transformaría en una secretaría general, sin funciones legislativas ni protocolarias, encargada únicamente de aplicar las conclusiones del Consejo de ministros, y el Tribunal de Justicia seguiría existiendo, pero sin ningún poder real. Por su parte, el Parlamento conservaría una función meramente consultiva.
En definitiva, toda facultad decisoria recaería en los Estados miembros reunidos en el Consejo y se instauraría un principio de exclusión voluntaria generalizado, que permitiría a un grupo de cuatro países retirarse en cualquier momento de cualquier legislación común. ¿Unión? No, claro, habría que cambiar el nombre y qué mejor que llamarlo simplemente "comunidad de naciones". No nos confundamos, el informe no está elaborado por cuatro pelagatos contagiados por la extravagancia antidemocrática extendida en Occidente. Muy al contrario, sus autores están en los actuales centros de decisión, con un peso político e institucional cada vez más importante. Por ejemplo, el mencionado Mathias Corvinus Collegium es el brazo armado de Viktor Orbán y el think tank Ordo Iuris ejerce una influencia real sobre el PiS (Ley y Justicia), el ultraconservador partido polaco euroescéptico hasta la médula.
Y ahora, ambos lobbies surfean en la cresta de la ola gracias a sus estrechos vínculos con los conservadores estadounidenses de la Heritage Foundation. A fin de cuentas, este informe refleja el impacto de las prioridades de la citada fundación, ya adoptadas en parte por la administración de Trump… a su manera. De lo que ya nadie debería dudar es de que Europa, esta península de penínsulas, pasa por otro de esos momentos complejos de la Historia y que, esta vez, no tiene al tío Sam dispuesto a acudir en su auxilio cuando por fin despertemos de nuestro proverbial y naif sonambulismo, sino todo lo contrario.
