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Sánchez, palmero de dictadores en el momento más inoportuno

Sánchez no es nadie en la escena internacional y, a su vuelta a España, la corrupción de su Gobierno y los problemas judiciales de su entorno personal lo estarán esperando.

La gira del presidente del Gobierno por el continente asiático ha dejado imágenes bochornosas como su homenaje a Ho Chi Minh, el tirano vietnamita que masacró a su pueblo y extendió el comunismo en la región con el resultado de millones de personas pasadas por las armas, muertas por inanición o torturadas hasta morir, como ha ocurrido siempre que los marxistas han tomado el poder.

Sánchez, que en España profana las tumbas de dictadores mucho menos funestos que las momias marxistas del sudeste asiático, se presentó en Vietnam y, con gesto compungido, expresó "la cercanía del pueblo español con una ofrenda floral en el monumento a sus héroes y una visita al mausoleo del presidente Ho Chi Minh". Pero más allá de los ridículos internacionales que protagoniza el personaje, su visita a China, siguiente etapa de la gira sanchista, ha sido un gesto inoportuno que compromete indirectamente a la UE en plena guerra comercial con EEUU, el gran rival del gigante asiático.

La fotografía de un sonriente Pedro Sánchez junto al presidente de la dictadura comunista china, Xi Jinping, es un despropósito estratégico que sitúa a España al lado de una de las partes en la actual guerra mundial arancelaria, una imagen que, sin duda, tendrá consecuencias futuras en las relaciones de nuestro país con EEUU y sus aliados. La visita de Sánchez se produce, además, cuando la Unión Europea trata de recomponer las relaciones comerciales con la Casa Blanca (aprovechando la suspensión temporal de aranceles anunciada por Trump), estableciendo un marco estable para que las mercancías y los capitales viajen de uno a otro lado del Atlántico con las menores trabas posibles.

Sánchez ha ejercido el papel de tonto útil de la dictadura china, que ha aprovechado su visita de pleitesía para tratar de presentarse ante el mundo como una potencia adalid del multilateralismo que garantiza la estabilidad internacional. Pero la única estabilidad que ha interesado a Xi Jinping en los últimos años es la de Putin en Rusia, al que ha sostenido con dinero y armamento en su invasión de Ucrania a pesar de la amenaza directa que una acción de estas características supone para toda Europa.

Pero a Sánchez no le importan las consecuencias a medio plazo de sus decisiones políticas, enfocadas exclusivamente en su beneficio personal. La gira asiática le ha servido, fundamentalmente, para desviar el foco de atención durante unos días de los casos de corrupción que acorralan a su círculo político y familiar más íntimo. Se trata, qué duda cabe, de un vano empeño, porque las informaciones que vamos conociendo agravan cada vez más la situación judicial de personajes clave del sanchismo y los acercan, tal vez irremisiblemente, al banquillo de los acusados.

El pretendido éxito de su gira por Asia va a tener únicamente efectos pasajeros en términos de propaganda. Sánchez, en última instancia, no es nadie en la escena internacional y, a su vuelta a España, la corrupción de su Gobierno y los problemas judiciales de su entorno personal lo estarán esperando, por más que la prensa adicta trate de mirar para otro lado.

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