
¿Y si todos lleváramos un fascista dentro? A toro pasado las tiranías siempre asombran, todo el mundo pretende "no comprender" cómo ciertas cosas fueron posibles. Por qué un tipo mediocre como Hitler pudo hacer enloquecer a un pueblo tan culto como el alemán, por qué en Estados Unidos hubo que esperar hasta bien entrados los años 60 para que cayera por su propio peso que blancos y negros tenían los mismos derechos, etc. Por cierto, atención, pregunta: ¿se viene nuevo paradigma mundial sobre el mal? Siempre me he preguntado cómo habría sido la cultura popular del último siglo de haber acabado la Segunda Guerra Mundial de manera distinta. ¿Habríamos visto muchas más películas sobre las bombas de Hiroshima y Nagasaki que sobre el Holocausto o el desembarco de Normandía? ¿Las empezaremos a ver ahora? Ahí lo dejo, por hoy.
Yo tengo una explicación tan sencilla como pesimista de por qué suceden ciertas cosas. No hace falta ni leerse de verdad a Hannah Arendt y su aguda percepción de la banalidad del mal. La cosa es que mucha gente disfruta machacando y cancelando a los que piensan distinto, no digamos si encima les acomplejan o les dan envidia. A veces basta con un leve empujoncito político para sacar los demonios más personales a pasear. Volviendo al Holocausto, me pregunto si sus mismos ideólogos fueron capaces de descender con la imaginación al nivel de abyecta barbarie del día a día en los campos de exterminio. Tú puedes diseñar un genocidio masivo y no pararte a pensar en los detalles, que delegas en la chusma pura y dura. Y luego pasa lo que pasa.
Lo más alarmante de los escenarios de extrema polarización y simplificación política es que en menos que canta un gallo, todo vale. Cuando todos pretenden ser antifascistas, todos acaban siendo fascistas a secas. Pienso en el sonrojante vídeo de Irene Montero pidiendo a sus ingenuas huestes que pongan pasta para la taberna de su novio en Lavapiés "para parar el fascismo". ¿No lo habían parado ya con el palacete a la Ceaucescu en Galapagar? Esta gente es insaciable. Lo triste es cómo se aprovechan del resentimiento de los que se sienten excluidos para adelantar una agenda de odio. Y de morro.
Pienso en esa señora que se hace llamar Barbijaputa y que de repente va llorando por las esquinas porque la han cancelado, o eso cuenta, por no tragar hasta la amígdala con el dogma de la inmaculada concepción trans. A buenas horas se da cuenta de cómo las gasta el rebaño, ¿no? Ya me perdonarán que dude seriamente de que determinadas "voces feministas" hayan visto de repente la luz. Oigan, la luz ha estado ahí todo el tiempo. Y el autoproclamado feminismo antifascista de Politburó y Taberna Garibaldi lleva la tira haciendo estragos. A algunas nos llevan intentando cancelar y dar por saco hace tiempo las mismas que ahora esperan nuestra solidaridad porque las echen de ciertos espacios por decir lo mismo que nosotras decimos hace años, y por eso en esos espacios nos vetan o directamente nos ponen a parir. ¿No será que no están cambiando algunas conciencias, sino que lo que empieza a cambiar son los vientos de la hegemonía y de la subvención? ¿Se viene cambio de paradigma, como eso que antes apuntaba de hacer menos películas sobre el desembarco de Normandía, y más sobre la bomba de Hiroshima?
Sin negarle a nadie el derecho a evolucionar, política e ideológicamente, digamos que me fío más de aquellos que mantienen una coherencia en el tiempo y sobre todo en el bolsillo. De aquellos que si evolucionan pierden dinero en lugar de ganarlo. Barbijaputa me da bastante menos pena que el profesor Rafael Arenas, vicepresidente de Impulso Ciudadano, agredido y amenazado por defender algo tan obvio -digo yo… ¿cuánto falta para que también lo digan otros?- como que los muchachos de S'Ha Acabat tienen derecho a plantar una carpa en el campus de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) sin que les rompan la cara o, peor, sin que la UAB les intente echar a ellos, no a los que les quieren romper la cara. ¿Tengo que recordar que la UAB es una universidad pública, financiada con los impuestos de todos, no sólo los de los que votan a la casta indepe, woke o ambas cosas? Luego dirán de Donald Trump por cortarle el grifo federal a Harvard por su manga ancha con el antisemitismo en los campus. Oigan, pues se supone que el dinero público está para eso. Para poner pie en pared y en la verdadera libertad de cátedra.
Visto lo visto, me asombra que nos asombremos de mirar al pasado para descubrir que "nadie hizo nada" cuando en las universidades nazis empezaron las purgas de profesores y estudiantes judíos. Pues oigan, comparen y sumen dos y dos. Y sobre todo, elijan con cuidado a sus referentes. Yo no estoy por la cancelación de nadie, ni siquiera de los que me caen fatal y sacan lo peor de mí. Pero eso es porque lucho cada día contra lo peor de mí. Por sacar adelante lo mejor. No es fácil con tanto "antifascista" pegando gritos, cuando no pedradas o bofetadas. Pero no hay otra manera.
