Pocos barceloneses saben que Ildefonso Cerdá, el gran genio del urbanismo que diseñó la ciudad donde viven tras el derribo a finales del siglo XIX de las murallas medievales que situaban los límites del municipio en la actual Plaza de Cataluña, no cuenta con ningún monumento que recuerde su figura porque, tras infinitas disputas con la élite autóctona, decidió exiliarse en Madrid, donde murió. Algo que todavía hoy no le han perdonado los nacionalistas.
Cuando imaginó la Barcelona moderna, Cerdá sitúo el futuro centro geográfico de la capital no donde figura ahora, sino en los terrenos del actual Parque de las Glorias Catalanas. Justo en el mismo sitio en el que, hace unas horas, se efectuó el sorteo ante notario de la mayor promoción pública de viviendas sociales que jamás se haya realizado en España. Todo un premio gordo de la lotería para los más de 800 agraciados. Pues en ese barrio, que por cierto es donde yo resido, el metro cuadrado se cotiza ahora mismo a 5.600 euros en el mercado. Y subiendo. Lo que aproxima al medio millón de euros el precio de una vivienda normalita, de promoción privada y unos cien metros útiles. El equivalente a una vida entera de ahorro, esfuerzo, renuncias materiales y sacrificio para cualquier familia catalana de clase media.
Por lo demás, los nombres de los agraciados en el sorteo no han trascendido, pero la esperanza matemática indica que lo más probable será que un porcentaje superior al 50% de los beneficiarios lo integren aspirantes empadronados en la ciudad (se requería un mínimo de solo doce meses residiendo en Barcelona para poder participar en la rifa) si bien nacidos en el extranjero o descendientes de extranjeros. Una conclusión a la que resulta fácil llegar cuando se repara en que el 42,3% de las personas de entre 20 y 44 años que residen en la provincia de Barcelona nacieron fuera de España. Un porcentaje que ya supera el 50% de la misma cohorte si se les agregan los autóctonos que descienden de extranjeros. Silvia Orriols va a arrasar.