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Emilio Campmany

Lo urgente se hace perentorio

Nos es acuciante librarnos de este Gobierno que nos enemista con nuestros aliados e hipoteca nuestro futuro haciendo de nosotros unos socios poco fiables.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Sánchez ha vuelto a sufrir un revés en Europa por su empeño en llevar al Consejo de Asuntos Generales el tema de la oficialidad del catalán. Sólo Dios sabe las amenazas que habrá proferido Albares contra sus homólogos para tratar de lograr el respaldo a la exigencia de Junts. Se ha dicho que se ha llegado a intimidar a las repúblicas bálticas con la advertencia de que retiraríamos los soldados que tenemos desplegados allí si no votaban a favor.

Con otro gobierno, el rumor no pasaría de eso. Pero con éste, tan versado en prácticas mafiosas como ducho en chantajes criminales, es perfectamente creíble. Como al final los Gobiernos europeos no han dado satisfacción al capricho de Puigdemont, Sánchez, como haría cualquier capo que se precie, tendrá que cumplir sus amenazas. Porque la devolución a los corrales ha sido decretada por al menos diez Estados miembros, aunque Albares reconozca sólo a siete, y de los otros no sabemos cuántos se han fingido conformes a sabiendas de que la propuesta no iba ni siquiera a ser votada.

Claro que nuestro presidente sólo se envalentona cuando el terreno le es favorable. Al menor atisbo de oposición seria, se arruga como un traje barato, como esos que lleva él. Así que podemos razonablemente albergar la esperanza de que al final no habrá nada.

Pero, ¿y si en nombre de España cumple aquello que prometió que haría si no le hacían caso? Los perjuicios para nuestra nación serían gravísimos. Y todo sacrificado en el altar del nacionalismo catalán. Encima, a nuestros socios europeos no les queda otra que fingir que se toman a Sánchez en serio. No les queda más remedio porque los socialistas son una de las patas ideológicas en que se fundan, mientras no se cambien, las políticas de la Unión Europea. Y, desde que la cancillería alemana pasó a los socialdemócratas, ya no quedan gobiernos socialistas en Europa. Eso hace que Sánchez sea de facto el jefe de los 136 europarlamentarios del grupo socialista. Lo prueba el que lograra someter a votación una absurda matización al informe anual que aprueba el parlamento sobre las cuestiones que preocupan a los europeos. Con ella se pretendía desautorizar las protestas de muchos españoles en relación a la amnistía y el atentado que ésta supone al Estado de derecho. La enmienda no salió, pero los democristianos necesitan a los socialistas si no quieren verse arrojados en brazos de los grupos de extrema derecha, de los cuales el más numeroso (84) es el de los partidarios de Putin.

En estas condiciones, más allá de los atentados contra los jueces, la porquería arrojada sobre el buen nombre de la Guardia Civil o los millones que se estarán robando, nos es acuciante librarnos de este Gobierno que nos enemista con nuestros aliados e hipoteca nuestro futuro haciendo de nosotros unos socios poco fiables. No nos equivoquemos: en Europa quien en realidad perdió la votación este martes, por mucho que nos conviniera que se perdiera, fue España, no Sánchez.

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