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Emilio Campmany

No está el horno para manifestaciones

Está muy bien hablar de putrefacción gubernamental, que dada la situación es casi una ñoñería, pero también habría que proponer ideas, levantar una bandera a la que seguir.

Feijóo. | EFE

Los presidentes de Gobierno, al poco de haber llegado al poder, caen víctimas del llamado síndrome de La Moncloa. Consiste éste en creerse más altos, más listos y más guapos de lo que en realidad son. No hay más que ver cómo caminaban y cómo caminan, cómo sonreían y cómo sonríen, cómo miraban y cómo miran. Y observar que no son conscientes de ser los mismos mastuerzos de siempre. Los síntomas de la enfermedad incluyen una especie de ensimismamiento que les hace vivir fuera de la realidad.

Con ser éste un hecho extraordinario, lo es más en el caso de Feijóo, que ha empezado a padecer los síntomas del trastorno mucho antes de llegar a presidente, cuando ni siquiera hay seguridad de que vaya a serlo. Convoca a los españoles a manifestarse contra el Gobierno como un matasanos recetaría una cataplasma a un enfermo de cáncer. Y lo hace con un aire de pomposa solemnidad para luego no decir más que perogrulladas. Recurre, para colmo, a simplezas del estilo de "esto va de…", que es uno de los latiguillos favoritos de la indocta Yolanda Díaz. Y encima, llama a los aliados del Gobierno a presentar una moción de censura con él de candidato. ¿Es un ingenuo o nos toma por tontos? Los aliados sostendrán a Sánchez tanto más cuanto peor sea su mal gobierno. Lo eligieron para destruir a España. Y los hechos están demostrando que no pudieron elegir mejor. Si por ellos fuera, Sánchez gobernaría durante todo lo que nos queda de siglo.

Este tío no se va a ir con manifestaciones. Ya veremos si, a pesar de todo, pierde las próximas elecciones, pues comprará votos y hará todas las trampas que los resquicios del sistema permitan antes que dejarse derrotar en las urnas. De eso es de lo que debería preocuparse Feijóo, de que las próximas elecciones sean limpias, apelando a las instituciones nacionales e internacionales, no necesariamente en público. Y no obligándonos a sus partidarios a perder una mañana desgañitándonos para que el sátrapa se dé la satisfacción de ignorarnos impunemente. Ya me lo imagino frente al televisor, pasándole el brazo por el hombro a Begoña, a la vista de un mar de banderas españolas, sonriendo torcido y mascullando entre los dientes: "Estáis listos, petardos".

Por último, está muy bien hablar de putrefacción gubernamental, que dada la situación es casi una ñoñería, pero también habría que proponer ideas, levantar una bandera a la que seguir, declarar un propósito con el que comprometerse. Da la impresión de que Feijóo no va más allá de prometer una gestión aseada y un Gobierno que no robe y espera que la presidencia del Gobierno le caiga como una fruta madura del árbol donde está apoyado, echando una siesta. Y esa indolencia, con un tipo sin escrúpulos como Sánchez, es tanto como un suicidio. Y él debería saberlo mejor que nadie porque ya le ha pasado una vez. No está el horno para bollos, ni para manifestaciones.

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