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Emilio Montilla

Gaza es el nuevo Franco

Han convertido un drama humano en un escudo para tapar la corrupción y blindar al presidente.

Europa Press

¿Se ha descubierto que Leire Díez, una fontanera del PSOE, ofreció favores a cambio de información para destruir a un mando de la Guardia Civil? Gaza. ¿Nos hemos enterado de que intentaron extorsionar a un fiscal anticorrupción con un vídeo sexual? Gaza. ¿Afirma Dolset —otro de los operarios de Cañerías Cerdán— que esto viene directamente de Pedro Sánchez? Gaza, Gaza, Gaza…

Esa parece ser la lógica en la que se ha instalado el Gobierno en los últimos días, ya que lo de Franco ha dejado de funcionarles al haber hastiado hasta a su propio electorado a base de repetirlo. Por el contrario, el tema de Gaza parece ser muy efectivo para que su público objetivo se encierre en esa burbuja y ya no escuche nada más.

Para ello, les ha venido muy bien la polémica con Eurovisión y Melody, la cual ejemplifica lo que ocurre con el sanchismo. Cuando les interesó, la ensalzaron como un ejemplo del feminismo patrio: fuerte, valiente, con talento, divertida…

Sin embargo, ha sido necesitar nuestros queridos gobernantes de una cortina de humo que tape toda su podredumbre y han utilizado a todas su terminales mediáticas para destruirla sin el menor reparo.

¿Su delito? No querer posicionarse políticamente. Es increíble, nuestro progresismo ya no solamente es capaz de cancelarte por lo que dices, sino que también es capaz de hacerlo por tus silencios.

Si lo piensas, en el fondo es brillante: han polarizado tanto a la población con este tema que una buena parte de aquellos que viven del público no quieren posicionarse en ningún sentido. Así que mucho cuidado, porque como hagas cualquier cosa que moleste al régimen te van a hacer la pregunta del millón en cualquiera de los medios que forman parte del equipo de opinión sincronizada y, respondas lo que respondas, tu carrera va a salir perjudicada.

Quizás, lo que el discurso oficial no ha sido capaz de explicarnos es por qué lo que ocurre en Israel es para España un drama nacional y, sin embargo, la izquierda se muestra impertérrita ante el resto de cosas que ocurren en el mundo.

Y no hay que salirse de Europa para ello, pues tenemos como ejemplo la limpieza étnica de Nagorno-Karabaj en Azerbaiyán, en donde se forzó a desplazarse a más de 100.000 personas a finales de 2023, pero por lo que sea ahí no era una urgencia nacional que Nebulosa se manifestara en Eurovisión en contra de ello.

De igual modo, las masacres de Darfur en Sudán o los genocidios de la Junta Militar en Myanmar son conflictos donde miles de seres humanos han sido asesinados, pero se ve que esas vidas son menos valiosas para la izquierda.

Al final, el uso de Gaza como cortina de humo no es solo una estrategia política: es la demostración de la miseria moral de este Gobierno. Han convertido un drama humano en un escudo para tapar la corrupción y blindar al presidente. Las víctimas de otros genocidios no cuentan, no son útiles.

Por no hablar de que, como hacen con todo, pretenden forzarnos a posicionarnos en una postura absoluta, como si todo fuera blanco o negro y unos fueran muy buenos y los otros muy malos, como si los 1.200 israelís que fueron asesinados a manos de los palestinos el 7 de octubre de 2023 no importaran.

El trasfondo de todo esto que el sufrimiento ajeno les importa en la medida en la que lo pueden usar para tapar sus prácticas mafiosas. Así terminamos, atrapados en una mentira que convierte una tragedia en un parapeto mediático y nos obliga a elegir entre dos extremos que sólo existen en la propaganda oficial.

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