La mentira política no es mentira
Los tres ministros que dieron pábulo a la patraña, la mantienen. La mantienen porque sabían, cuando la propalaron, que era una patraña.
A las horas en que pongo estas líneas, ninguno de los tres ministros que difundieron una noticia demostradamente falsa ha salido a retractarse. La noticia, que implicaba gravemente a un capitán de la UCO y, por extensión, a la presidenta de Madrid, la ha rectificado alguno de los medios que la dieron, pero de los ministros, ni uno. Y no hay motivo para esperar que la portavoz Alegría, la agitada Montero y el aspirante López vayan a dar esa satisfacción a la causa de la veracidad. No hablamos de una noticia falsa de tantas, sino de una que decía que el capitán quería atentar contra el presidente del Gobierno. Los tres ministros que dieron pábulo a la patraña, la mantienen. La mantienen porque sabían, cuando la propalaron, que era una patraña. No hace falta ser un Sherlock del lenguaje para percibir que sus palabras hubieran sido otras de haber creído que era cierto. Y la mantienen, claro, porque retractarse implica confesar que divulgaron una mentira estrepitosa.
La publicidad que dieron a este bulo ha dado pie a señalar la contradicción palpitante que ello supone para un Ejecutivo que se proclama en guerra con los bulos y la desinformación. A lo mejor era bonito que la contradicción existiera, pero hay que decir que no está en ninguna parte. Montar una guerra gubernamental contra los bulos o es una torpeza o es una artimaña.. Y el empeño de Sánchez de armar un circo político a cuenta del "fango" es fraudulento desde el principio. Su origen está en la investigación judicial de las actividades de su esposa y el amago de retirada que representó "el rey del drama" (The Economist). Frente a lo que se le venía encima en materia de escándalos - el de la esposa era uno de ellos, pero sentimentalmente más explotable -, optó por la táctica de consignar cualquier noticia de escándalo como falsedad maquinada por los ultras. En román paladino: Todo lo malo que nos saquen, es mentira. Y viceversa: Todo lo que digamos nosotros es verdad. La campaña del Gobierno contra los bulos no ha sido otra cosa que una campaña por los bulos del Gobierno.
No fueron genios, sólo oportunistas. Aprovecharon que en la UE se llevaba hablando unos años de la desinformación y acababan de componer un reglamento para proteger - o eso dice - la independencia de la prensa. Con unos retales de aquello y algún que otro andrajo, hicieron aquí una ley que bautizaron como anti bulos y andando. Para qué inventar, si ya inventan otros. Y el tema que preocupaba en la UE era aquí lo de menos. Para el Gobierno, el tema era cómo blindarse frente al estallido de sus escándalos y cómo sostener en el tiempo la mentira política.
Se le dan muchas vueltas al problema de la mentira en política por el hecho, aparentemente comprobado, de que no penaliza. O no tanto como creen que debería aquellos que sí la ven. Una de las secciones del problema es que la ven más los de la parte contraria. ¿Es que no la ven los otros, los votantes de Sánchez, pongamos? La acumulación ayuda mucho a no ver. Es esa montaña que tienes delante cada día y ya no miras. Ni caso. Para qué. Pero básicamente: no se quiere ver. Hay un montón de justificaciones para no ver. "Todos lo hacen", es una fácil. Hay otras más sofisticadas, que circulan bajo tierra, sin emerger. Alguna de estas corrientes subterráneas serpentea en el caso del que hablamos. Es hacer ver y querer ver que lo falso será falso, pero podía haber sido cierto.
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