No es extraño que los veterinarios se indignen y se apunten a las manifestaciones. Se sienten maltratados por la Administración y el absurdo control del Gobierno socialista. La razón les asiste.
¿Qué es lo que pretende el Ministerio al plantear decretos imposibles para controlar la praxis veterinaria?
El sector más afectado, y afrentado, de la ciencia veterinaria es el referente al mundo de los animales de compañía; un complejo mundo que ha alcanzado en las últimas décadas un volumen importante a nivel económico, pero mucho mayor a nivel de lo que significa para multitud de personas que vuelcan su afecto y rinden cuidados solícitos a sus mascotas, que a veces, sobre todo en el caso de personas ancianas, suponen su único referente afectivo.
Hagamos un poco de la historia reciente de la que hemos sido testigos y divulgadores: la pequeña historia de la evolución de la clínica de pequeños animales y de los esfuerzos de sus titulares para sacar adelante su trabajo y su esfuerzo profesional.
La clínica veterinaria
Hace casi sesenta años el mundo de la atención veterinaria a las mascotas experimentó una verdadera revolución, que en buena parte se debió a nuevas generaciones de estudiantes que, siguiendo a catedráticos tan ilustres como el profesor Félix Pérez o Concepción García Botey en Madrid, y tantos otros en Universidades como la de Córdoba, por no abundar demasiado en ejemplos, eligieron la especialidad de Clínica de animales de compañía como objeto de su especialización profesional.
Estas nuevas generaciones de veterinarios jóvenes tuvieron que realizar verdaderos esfuerzos económicos para instalar y equipar sus pequeñas clínicas que, al proliferar en los diferentes barrios de las principales ciudades españolas vinieron a cubrir el espacio, hasta entonces muy deficitario, de la atención a los animales domésticos y a la orientación sobre su tenencia.
Ha pasado el suficiente número de años como para que estos esforzados veterinarios, científicos juveniles que tuvieron que convertirse en economistas y comerciales para sacar a flote sus pequeñas clínicas, tuvieran el reconocimiento social que merecen.
No es así: lo que reciben por parte del Ministerio y el ministro es la incomprensión, el intento de híper control, el menosprecio y la colocación de toda clase de palitos en las ruedas de los vehículos en los que pretenden transitar. Sr ministro: ¿dónde está el problema de los veterinarios?
Finalmente: lo que ha colmado el vaso de la paciencia de estos científicos maltratados es la demagógica llamada a consultas que han recibido por parte de la Administración, sin que haya sido atendida ni una sola de sus sugerencias y reivindicaciones. Como decía hace años un profesional de otro país que no terminaba de dominar los giros castizos de nuestro idioma, "tomaron mi pelo".
Un buen complemento a tanto desprecio es calificar a los veterinarios despreciados de "ignorantes". La provocada revolución del sector está servida.
Un poco de historia reciente de las mascotas en España
Los esfuerzos derivados de la "pequeña revolución" veterinaria que estamos tratando de describir no se han hecho esperar: con anterioridad, al referirse a la actuación de los veterinarios al tratar a pequeños animales, no sólo perros o gatos, no hablemos de pájaros u otras mascotas, los aficionados solían decir: "Los veterinarios sólo saben de vacas y caballos". Por supuesto no era así, pero tal opinión hacía referencia a la especialización veterinaria anterior en el mundo de la ganadería o la bromatología. ¿Cómo se iba a fijar todo un veterinario en un insignificante periquito?
Pero la proliferación de veterinarios recién licenciados que se instalaban en clínicas levantadas con toda clase de esfuerzos cambió por completo la percepción popular sobre un tema de mayor interés afectivo que económico y también la situación sanitaria y social del complejo mundo de las mascotas.
Además de curar a sus pacientes animales, lo que puede resultar muy difícil ya que éstos no saben expresar sus dolencias como los humanos ante el médico, los veterinarios orientan, y sus consejos documentados y respaldados por la Ciencia, no como los dictámenes de los políticos, han tenido verdadera relevancia social y sanitaria. Veamos…
Han conseguido la implantación mayoritaria de los chips identificativos que se han constituido en las mejores armas para luchar contra el abandono de mascotas.
Han logrado mejoras en los tratamientos de toda clase de mascotas, consiguiendo alargar su vida y las condiciones de la misma. ¿No hablamos tanto de bienestar animal? Pues eso.
Han influido de manera decisiva en el control de problemas tan importantes, desde el punto de vista sanitario, como la rabia. Una preocupante zoonosis que sigue siendo muy importante mantener aislada en España.
Su praxis, sus diagnósticos y sus prescripciones han venido en muchas ocasiones a colaborar con los avances de la medicina humana. Un buen ejemplo constituirían los experimentos con antibióticos como la gentamicina, recién aparecido este antibiótico, o con las ivermectinas, en el campo de la evolución de los antiparasitarios. Por supuesto no me entienden, porque no son profesionales los que dictan los preceptos restrictivos que están indignando, con toda razón a los veterinarios.
Intento patológico de control político
Tras los intentos de establecer complicadas listas de prescripciones restrictivas sobre el diagnóstico veterinario, de las prohibiciones o controles sobre los tratamientos, que implican retrasos en la aplicación de los mismos que suelen implicar la muerte del infeliz animalillo, cabe intuir una verdadera obsesión por controlar a profesionales cualificados, que han superado años de estudios, de prácticas y de esfuerzos económicos. ¿Quiénes establecen estas demenciales normas?
Legos: ésta es la respuesta. ¿Cómo no se van a indignar los veterinarios?
Ellos y sus propias mascotas, que muchas veces los acompañan en sus manifestaciones, y también se expresan, a su manera, claro.
Ladran, luego cabalgamos podrían decir sus cualificados e indignados amigos humanos, los veterinarios.
Aunque no haya mayores sordos que quienes no quieren oír, algunos todavía pensamos que la razón se impondrá sobre el fanatismo.
Veterinarios. ¡A seguir con sus justas reivindicaciones!
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales
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