
La izquierda de los socialistas disponía de una fama de integridad que no empañaba algún caso de corrupción que le surgía. Era una fama heredada de otra época y otra generación, ambas anteriores a Izquierda Unida, pero que se traspasó a este partido de la manera en que suceden estas cosas, sin que se sepa muy bien por qué. Seguramente por contraste. Este legado les ha servido muy bien a los sucesores. Les ha concedido una pátina de honradez de la que ha carecido el PSOE en democracia por motivos que quedaron expuestos en sus primeros lustros en el Gobierno. Los fuegos de artificio que ahora lanza Sumar persiguen mantener intacta esa fama heredada, pero no hacen más que encubrir su renuncia a exigir responsabilidades en el momento de la verdad, que es cuando uno se sienta en el Consejo de Ministros.
Los de Yolanda Díaz saben perfectamente que, de estar en la oposición frente a un Gobierno de la derecha al que se le descubriera una trama de corrupción en un ministerio clave, dirigida por quienes acompañaron y auparon al presidente, y negociaron sus investiduras, estarían pidiendo a gritos la dimisión de ese presidente. Lo saben y, por eso, las demostraciones de indignación y de insatisfacción que hacen sobre el escenario, tan teatrales como inocuas en los hechos. Lo primero que se hace ante un caso o casos de corrupción de estas proporciones y entidad política es pedir que alguien asuma la responsabilidad, y esto los de Sumar se lo saltan alegremente, como si fuera una extravagancia pedirlo, una rareza, algo nunca visto en una democracia.
El cero en exigencia de responsabilidad lo tapan con un surtido de chucherías, que dividen en dos clases, unas para que no vuelva a pasar y otras para ilusionar a la gente. Sus "acciones para la regeneración" estaban en el pacto que firmaron para entrar en el Gobierno, pero se han dado cuenta, ¡ahora!, de que no se han cumplido. Les preocupaba de tal manera la regeneración que no se percataron de que su Gobierno no hacía nada por la regeneración. Bueno, se ha visto que hacía lo contrario. Pero ellos son sólo subalternos, que no pinchan ni cortan. "La pelota está en el tejado del PSOE", dice Urtasun. La continuidad del Gobierno "depende del PSOE", dice Santiago, es decir, no depende de Sumar. Qué más se puede hacer para dejar claro que no pintan nada. Pues lo que hizo la propia Díaz en una entrevista donde no se pudo entender si cree o no que hay alguna circunstancia, algún delito nuevo, alguna trama más, algún encarcelamiento extra, que pueda quizá llevarles a pensar en salir del Gobierno.
¿Salir del Gobierno? Esto lo ven muy injusto los de Sumar. Si los malos son los del PSOE, que se vayan los del PSOE, ¿no? Pero a la segunda parte no se atreven. No se atreven ni a pedir la dimisión de Pedro Sánchez, única salida real y satisfactoria. No la piden ni con la condición de evitar elecciones anticipadas, algo que sería factible, al menos, de forma temporal. Y ya que temen tanto a las urnas. Reconocen, de facto, que la izquierda perdería. Más aún, están diciendo que su grado de exigencia al PSOE es ínfimo porque quieren impedir que una ruptura y unas elecciones lleven a la derecha a La Moncloa. Su espíritu democrático nunca fue su fuerte y ahora se ha esfumado. Igual que se esfuma aquel halo de integridad que heredaron inmerecidamente.
