Koldo Malotru
Es evidente que la idea de sugerir que Koldo quizá fuera un infiltrado de la Guardia Civil ha debido de salir del retorcido magín de Teijelo.
Mientras Sánchez afila su hacha para las ejecuciones de la nunca mejor llamada Ejecutiva del sábado, Santos Cerdán recibe el día mismo de su ingreso en prisión la visita de un abogado salido para la ocasión de las cloacas del PSOE. Se trata del inquietante Jacobo Teijelo, oscuro letrado catapultado a la fama en horas veinticuatro por asistir a la no menos turbadora Leire Díaz, fontanera de Ferraz. Luego, dos días más tarde, Cerdán fue visitado por una abogada del mismo despacho, ducho en pocería socialista.
Cerdán ya tiene abogado. No es muy competente y es más bien mendrugo, pero es el que él ha elegido libremente. ¿A qué recibir la ayuda de otro? Probablemente, Teijelo obra en nombre del PSOE, para ratificar las garantías ofrecidas en su día a cambio del silencio o para ampliarlas, si así lo exigiera el atribulado preso. Evidentemente, ya hubo reuniones de Cerdán con el abogado del PSOE. Y, de no haber decretado el magistrado la prisión sin fianza, las habría continuado habiendo sin que nos enteráramos. Pero, una vez encarcelado, los encuentros no han podido ocultarse. Otra cosa es su contenido. Poco puede especularse al respecto, pero es evidente que la idea de sugerir que Koldo quizá fuera un infiltrado de la Guardia Civil ha debido de salir del retorcido magín de Teijelo. No obstante, hay que reconocer la brillantez de presentar a Koldo como un Malotru de una supuesta Oficina de infiltrados a la española.
Cerdán tendría que saber que Teijelo le engaña. Porque el que Koldo sea o no un infiltrado no supone para él atenuante o eximente alguno, salvo que se demostrara que fue inducido a delinquir por el puerta, que ya se sabe que no fue el caso. Sin embargo, aunque la historia no tenga ninguna utilidad para la salvación penal de Cerdán, sí traería balsámicos efectos para la imagen del PSOE y de su secretario general. Podrían los socialistas de cámara vender la especie de que, aunque haya habido innegable corrupción en unos pocos, ésta ha sido utilizada por la Benemérita para forzar la caída de un Gobierno legítimo introduciendo en ella un infiltrado cuyo objetivo era agrandar cuanto fuera posible el escándalo. Parte del electorado, especialmente el más cafetero, podría comprar el "relato" de que el "ingenuo" Sánchez ha sido víctima de un artero plan de oscuros poderes dentro de la policía que, aunque no inventaron la trama, sí encontraron el modo de agigantarla para extender la sospecha sobre todo el virginal partido socialista.
Y a estos tíos, que así piensan y así se mueven, pretende arrebatarles el poder Feijóo con lánguidas, aunque vagas, palabras de amor dirigidas a Puigdemont, pellizcos de monja dados al PNV e himnos a la equidistancia que añoran la sabia gobernanza de Felipe González. Olvida el centrado gallego que ése a quien quiere parecerse fue el que, en 1983, cuando apenas llevaba un trimestre en el poder, expropió Rumasa, y en 1985 se cargó la separación de poderes. En los dos casos forzó la mano del Tribunal Constitucional para que "avalara" ambos atropellos. Y todo para que la corrupción pudiera campar a sus anchas en una España cada vez más socialista. Ni Aznar ni Rajoy quisieron limpiar los establos, pero al menos no se revolcaron en el estiércol.
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