El comité federal del partido de Sánchez no ha debatido nada, pero ha dado pie a una vindicación del feminismo que ni Mary Wollstonecraft. Los audios de esta vindicación se han filtrado, seguramente con la ilusión de contrarrestar los audios de antiguos miembros del comité en los que se hacen valoraciones de mujeres dedicadas a la prostitución. El comité empezó su sesión con la noticia bomba de que uno de los ungidos para la secretaría de Organización había incurrido en acoso sexual hacia sus subordinadas. Tras esa último hora fatal, era obligado que el celo feminista se presentara exacerbado en la reunión, pero, a la vez, amaestrado.
El resumen lo daba el diario El País con un título que llamaba a engaño, porque decía que "las socialistas alzaron la voz". Un lector sin malicia, como yo misma, podía entender que las socialistas habían alzado la voz durante años contra los comportamientos de Ábalos, Koldo, Salazar y quizá otros compañeros socialistas con las mismas tendencias y aficiones. Pero no era eso. No habían levantado la voz nunca antes. La levantaban ahora, a toro pasado.
Como si nunca hubieran sabido de esas conductas y como si éstas no hubieran tenido, como ámbito específico, el partido del que forman parte. Adriana Lastra trazó un dolido panorama, posiblemente autobiográfico, de lo que le ocurre a una "feminista que alza la voz", de cómo la aislan y cómo topa con el "silencio de los hombres buenos", pero atribuyó todo esto al "patriarcado", en lugar de a determinados hombres de una concreta organización y a la "cultura de partido" que lo propicia. La alcaldesa de La Coruña, Inés Rey, contó que el PP gallego había despedido con aplausos a un consejero de la Xunta de Galicia del PP que dimitió a raíz de una acusación de agresión sexual y dijo escandalizada que lo sabían desde hacía tres meses. Rey se escandaliza por tres meses, pero no se escandaliza por los años que Ábalos y Koldo se dedicaron al tráfico de prostitutas sin que su partido hiciera nada. Ah, la divina e increíble ignorancia.
Pilar Alegría transmitió el mensaje de militantes de su generación. Son tan exigentes que piden que el partido haga lo que ya ha hecho: actuar con contundencia "desde las primeras horas". Queda la duda de si se refería a las primeras horas de aquella mañana, cuando, al llegar al comité, defendió la integridad de Salazar. Aún ignoraba la noticia bomba. Qué increíble, maravillosa y salvadora ignorancia. Diana Morant, que habló "como mujer" - conviene aclarar estas cosas - dijo sentirse orgullosa de lo que había hecho Sánchez. Y como la lista de las socialistas que alzaron la voz la cerraba Óscar López, aquí lo pongo, aunque hablase, se supone, como hombre.
Estas penosas y ridículas intervenciones tienen en común que se niegan a ver ahora lo que se negaron a ver antes. Nadie puede creer que, en un partido, que es un mundo cerrado y endogámico, todos y todas ignoraran lo que llaman ahora conductas repugnantes. Nadie puede creer que no hubiera una sospecha ni un rumor. Nadie puede creer que el comportamiento presuntamente baboso de un Salazar, que trabajaba en La Moncloa, no en un
pueblo remoto, fuese completamente desconocido para todos y todas. No hay "lobos solitarios", tampoco aquí. Las conductas contra las que ahora, a toro pasado, levantan la voz, se desarrollaron en un ecosistema favorable: un partido donde nadie levanta la voz contra los que deciden si estás abajo o estás arriba. Las socialistas no levantaron la voz contra las conductas repugnantes porque como buenas trepas, cumplen la ley del silencio.