Muerte lenta o muerte rápida
Resistir y dañar al partido o apartarse y convocar, aunque pierdas el poder. Las opciones de Sánchez son las mismas que tenía antes del pleno
Los socialistas gubernamentales se felicitan del resultado del pleno del Congreso y equiparan lo que allí sucedió a la superación de una "cuestión de confianza". Como sus aliados no han bajado el pulgar, ya presumen. Pero la equiparación no se sostiene ni con el entrecomillado de andar por casa. Si el muerto viviente salió del pleno en el mismo estado en que entró fue, precisamente, porque no presentó una cuestión de confianza. Una auténtica. Una en la que hay que retratarse con el voto. Una cuestión de confianza con todas las formalidades hubiera obligado a votar a los partidos que forman la exigua mayoría que sostiene al Gobierno. Imagínese. Todos, de Podemos al PNV, de Compromís a Junts, del BNG a la Esquerra, llamados a votar a favor o en contra de un Gobierno manchado por la corrupción. En coloquial: a ver, señoría, ¿vota usted a favor de los corruptos o en contra?
Qué situación tan embarazosa, qué dilema tan endiablado. No querían ver ese dilema y esa situación ni en pintura. No lo querían los miembros del Frankenstein y no lo quería la cabeza de Frankenstein, que está como para jugárselo a la ruleta rusa. Mejor quedarse en los fuegos de artificio retóricos. Las palabras se las lleva el viento, mientras que el voto, pesa. Así que, menos lobos. El hinchado pecho gubernamental transmite, ufano, que le han renovado la confianza al Gobierno, pero el Gobierno sigue ahí, porque los partidos que lo encumbraron no han tenido que votar si les gustan o no les gustan sus casos de corrupción. Porque se ha evitado que tuvieran que mojarse de forma irrevocable y concluyente. Sánchez sigue siendo hoy presidente del Gobierno, porque no ha tenido que superar una cuestión de confianza.
No ha cambiado nada y la suerte de Sánchez está donde estaba, entre dos formas de autoliquidación. Hay ejemplos recientes. Tenemos el modelo Boris Johnson, que consiste en desangrarse mes a mes hasta que ya no queda otra. Cierto que lo decisivo ahí fue la rebelión de una parte de sus parlamentarios y luego de una parte de su Gobierno, algo que aquí resulta impensable. Pero el origen de la rebelión sí admite traslado. Los malos resultados del partido en elecciones locales fueron la causa principal de las presiones que acabaron por obligar a dimitir a Johnson. El otro modelo es el del portugués António Costa, que dimitió de inmediato, en cuanto supo que se investigaba por corrupción a personas de su equipo. Pasando por alto las múltiples diferencias con nuestro caso, esas son las dos maneras de hacer las cosas. Resistir y dañar al partido o apartarse y convocar, aunque pierdas el poder. Las opciones de Sánchez son las mismas que tenía antes del pleno. Muerte lenta o muerte rápida. No hay tercera vía.
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