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Camino de servidumbre

Hoy estamos inmersos en el camino de servidumbre que describía Hayek y para que no se revierta resulta fundamental mantenerse en el poder a toda costa.

Hoy estamos inmersos en el camino de servidumbre que describía Hayek y para que no se revierta resulta fundamental mantenerse en el poder a toda costa.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, en un acto sobre Memoria en Democracia | Europa Press

Pocos títulos resumen mejor un libro que el de Camino de servidumbre publicado por Hayek en 1944, y que a la vista de los hechos que nos golpean en nuestro país cobra toda su vigencia. El economista austriaco quería reflejar cómo una secuencia de pasos aparentemente racionales y supuestamente bienintencionados llevarían a una sociedad a la pérdida de la libertad individual. Es un proceso que no ocurre de manera repentina sino que es consecuencia de una serie de decisiones graduales que van erosionando cada vez más la libertad personal mientras que el Estado asume cada vez más control sobre nuestras vidas conduciendo de forma indefectible a un régimen autoritario. Hayek incidía en el hecho de que, incluso los sistemas democráticos que apuestan por una economía centralizada y por restringir el mercado en nombre de la justicia social o de una supuesta eficiencia, sentaban las bases del autoritarismo. Un proceso que una vez iniciado resulta muy difícil de revertir.

Hoy estamos inmersos en este camino de servidumbre, y para que no se revierta resulta fundamental mantenerse en el poder a toda costa. ¿Quiénes tienen interés en mantener a este Gobierno? Aquellos que solo aspiran al objetivo fundamental: el control por el Gobierno de los resortes sociales, económicos y morales. Hayek, quizás influenciado por las ideologías de la época hablaba del Estado, pero no es el Estado, porque los gobiernos que nos conducen por este camino no creen en el Estado, es algo mucho más ruin e interesado, es el Gobierno, es decir las personas que lo conforman y el partido que suministra las decenas de miles de cuadros políticos, que aseguran la uniformidad de las decisiones y que impone voluntades mediante la coacción y el chantaje para lo cual es fundamental acumular poder político y económico. De esta manera, el primer paso hacia la servidumbre se ha producido: el Gobierno ya tiene el poder de hacer callar a todos. Los empresarios callan porque saben que el futuro de su empresa y trabajadores depende de no contradecir los deseos del partido y del gobierno, que en el fondo es lo mismo, el "partibierno". Miles de afiliados a la organización nutren los puestos públicos que conforman el Gobierno y ¿a quién sirven? Pues a la organización que los nombra. Y ¿cómo vamos a pensar que el partido político cumple con su función constitucional cuando se deben tantos sueldos a la discrecional voluntad del líder? Y por eso, el Gobierno sirve a los intereses de los ciudadanos si dichos intereses coinciden con los del partido, si no, es necesario construir un discurso demoledor para deslegitimar aquellos deseos de la ciudadanía que contradicen sus intereses.

La corrupción es un elemento fundamental de este proceso hacia el autoritarismo. La acumulación de poder por personas sin escrúpulos que solo han tenido que ganar adeptos en su organización, sin importar los medios, para progresar hasta los órganos de decisión, solo puede conducir al nepotismo, al despotismo y al abuso moral. Todo lo ilícito se vuelve comprensible cuando sirve a los intereses del partibierno. La corrupción no solo es para enriquecer al resentido del sistema que justifica la corrupción como un factor de justicia social, sino para corregir el funcionamiento del libre mercado que no le otorgó los privilegios que conlleva el poder que solo lo es si es absoluto, lo opuesto a la auctoritas. La corrupción nace de los corrompedores, que son los mismos corruptos. Ni una sola empresa del mundo va a ofrecer una comisión a un funcionario o político si no se la piden, no se va a arriesgar a dar con un funcionario honrado. El corrompedor es el Cerdán de turno que le explica a las empresas que el sistema funciona pagando o se quedan fuera. Las empresas sufren el acoso del partibierno y solo les queda emigrar, cerrar o tragar, porque ¿quién garantiza que si una empresa o un particular reclama contra una injusticia, arbitrariedad o delito, no acabará siendo archivado en el mejor de los casos? El sistema va desmontando poco a poco los resortes de control. Entrega la UCO y la instrucción a los fiscales que nombra, luego amenaza a los jueces con dosieres y se cierra el círculo. Sin justicia totalmente independiente no hay democracia por muchas elecciones que se produzcan y el proceso está totalmente activado. Si el pasado sábado el secretario general hubiera propuesto a su caballo como secretario de Organización el aplauso hubiera sido el mismo.

Otro paso fundamental es demoler las bases del Estado poniendo en cuestión sus raíces, su conformación histórica, sus costumbres, su uniformidad, sus valores, su vinculación con Occidente y proponiendo alternativas que deslegitiman y cuestionan lo anterior. Todo obedece a un proceso perfectamente definido para idiotizarnos como españoles haciéndonos perder nuestra personalidad, un paso esencial para adocenarnos.

Como no se trata de fortalecer al Estado sino al partibierno, los precios y los costes no se miden en términos de la devaluación moral que sufre la nación, sino que nacen del análisis coste beneficio. El oprobio llega a su culmen cuando la esencia del Estado se discute entre delincuentes fuera de nuestras fronteras. El objetivo final es demostrar que su poder es omnímodo. Si es posible traspasar estos límites ¿dónde quedan nuestros derechos y nuestras expectativas? Amedrentados. Si llegamos a la convicción de que son capaces de llegar al extremo de perdonar a los delincuentes que se suman a su estrategia, ¿qué no harán contra los indefensos ciudadanos?

El siguiente paso es la deslegitimación de la oposición, de la crítica. No se admiten errores propios sino que se comparan con los de los demás, y la conclusión es la victimización del Gobierno que se ha visto conducido por un estado de corrupción generalizada que él todavía no ha sido capaz de demoler. La mentira es la principal herramienta en la creación de este estado de servidumbre, mentira sobre mentira, estadísticas falsificadas, bulos, todo vale ante el objetivo.

Finalmente, el paso final antes de la conclusión del camino sin retorno, es el control de los medios de información. En el Parlamento, olvidando su origen etimológico, se ponen condiciones a los periodistas para informar, "si solo informas de lo malo de la oposición puedes cobrar tu sueldo y hacer tu trabajo, si no, a la calle". Los eventos organizados por medios que son su alimento casi exclusivo dependen de que el Gobierno los apoye o boicotee. Así, unos se hinchan y otros a pasar hambre. Es decir, poco a poco nos conducen por el redil de callar, no protestar, conformarse, y dejar que la dictadura del partibierno se convierta en el perfecto sistema democrático donde solo pueden ganar los mismos y donde todos los demás deben tragar o marcharse, mientras que el poder corrupto, podrido, se reparte el país a su antojo. Si algo olía a podrido en Dinamarca, aquí ya nada se salva.

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