Es rotundamente falso que en Barcelona te hagan la vida imposible por no hablar (o no hablar bien) catalán. Alguien podría pensar que al escribir esto me ciega el amor por el terruño o una falsa confianza derivada de mi no sólo nativo, también impecable (dientes, dientes…) dominio de la lengua de Josep Pla. Error. Sé de lo que hablo y cómo lo hablo. Por eso no sólo afirmo, sino que me reafirmo: el problema, en Barcelona, no es no hablar catalán. Es hablar español.
Tengo amigos que llevan años en Barcelona sin hablar ni una sílaba de catalán y les va de lujo porque a los catalanes nos chifla hacernos los cosmopolitas. Con pelín de turismofobia como la que hay ahora y todo, nada nos gusta más que entrar en un bar del Poblenou o en una tienda de mi barrio, el Gòtic, que la persona que ahí atiende sólo hable en inglés, y demostrar cuánto sabemos, so nice people nosaltres… Hasta mis amigos franceses se pueden permitir vivir años enteros en BCN sin hablar ni papa de catalán o de inglés, que eso aún tiene más mérito. Paquistaníes también tenemos muchos, y con que aprendan a decir bon dia dos o tres veces a la semana, ya nos vale. De otro modo, nuestras queridas autoridades tendrían que poner muchas más plazas para enseñar catalán a extranjeros recalcitrantes. Que no, que tampoco se gastan el dinero en eso. Una vez pagadas todas las archisubvenciones a entidades como Plataforma per la Llengua (la mafia del catalán), ya no les queda pasta, pobres.
Insisto, no pasa nada si no hablas o no hablas bien catalán, si en su lugar hablas swahili o vikingo. El problema es como pretendas hacer uso del derecho a usar el español, no como una lengua extranjera más, sino como lengua cooficial plena en Cataluña. Y lengua propia y madre de una terca mayoría de la población no inmigrante sino nacida aquí, encima. ¿Cabe imaginar mayor descaro?
Del sketch de las chicas de la compañía de Teatro Sin Papeles que ahora mismo cuelgan de la picota lingüística local, sólo he visto el vídeo que circula en redes sociales. A ver, todo parecido con Shakespeare es pura coincidencia, pero han logrado un impacto que ya lo quisieran muchas oscarizadas actrices interpretando a lady Macbeth. Es difícil provocar más con menos. Un escenario desnudo, un racimo de mujeres que van y vienen. Una, en español, con acento latino, va pidiendo cosas: desde unas direcciones hasta un informe médico. Fríamente se lo deniegan todo mientras no atine a preguntarlo y/o enterarse en catalán. Cuando al fin cae en la cuenta de lo que le conviene, y se saca el C2 de catalán, ni así puede optar a nada, porque el suyo es un catalán descorazonadoramente panchito. Latinoide.
Ahí está, en mi opinión, la verdadera genialidad del sketch. En Barcelona hay guiris y guiris, inmigrantes de primera, de segunda y de tercera regional. Si eres japonés o australiano (mejor con posibles, claro), cualquier torpe ceceo en catalán, así suene a rayos, será aplaudido con las orejas. Los latinos, a poco que se pongan, hablan yentienden el catalán mejor que muchos expats. Pero con ellos no hay paciencia ni piedad, porque se parte de la base de que si no hablan catalán es "porque no quieren", porque nada les gusta más que hablar español con perversa fruición, todo el rato.
En Barcelona hemos pasado del boom al chof: de ser la capital mundial de la edición en español, el jardín donde florecían Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, y eso no era ningún problema para disfrutar también con Mercè Rodoreda o Baltasar Porcel -al contrario, una libertad alimentaba la otra…-, a ser un DF donde hacer cultura en español no sólo ya no "mola", sino que se percibe como una amenaza. Estudiantes latinoamericanos que llegan ingenuamente convencidos de poder estudiar aquí en su y nuestro idioma reciben bufidos e invitaciones de largarse a Valladolid o Salamanca. Escritores, traductores, actores (¡Loles León! ¡Carmen Machi!) reciben tirones de orejas cuando habría que besar por donde pisan. En los últimos años ha sido más fácil leer el pregón de la fiesta mayor de Barcelona en cualquier lengua, menos en español.
El resultado es una emasculación cultural brutal que acaba debilitando a todo el mundo, pero, irónicamente, más a los presuntos valedores de la lengua y la cultura catalana, que se va quedando en un cuarto de las escobas de la corrección política del que huye espantada mucha gente. No toda, gracias a Dios. Seguimos teniendo artistas catalanes buenísimos. Pero miedo da leer a según qué autores que ganan según qué premios, no sé si me explico. Incluso entre nosotros, tenemos códigos para prevenirnos. Cuidado con este, que es un truño o directamente un llepasubvens (lamesubvenciones)…Ah, entesos, gràcies per avisar!
Si fueran listos, en lugar de meterse con las chicas del Teatro Sin Papeles, en lugar de pedir lincharlas a ellas y a quien permitió que su obra se representara, las habrían ignorado, y aquí no habría pasado nada. Yo no estaría escribiendo este artículo, ustedes (me dirijo ahora a las gentes de fuera de Cataluña…) no se habrían enterado, y ya lamento añadir que a muchos seguiría importándoles lo que de verdad les importa: un pepino, nada. Mientras la libertad y hasta el amor de lenguas no se tome en serio a nivel de toda España, mientras no se defienda con la misma gallardía el español en Cataluña que el catalán en Bruselas, ya me perdonarán, pero todo lo que nos pase, es culpa nuestra.

