
Seis meses nos pueden parecer muy pocos ante el torrente de declaraciones, apariciones públicas, decisiones, cambios de política o de humor de Donald Trump que hemos visto este 2025. La pregunta que todo el mundo se hace es si será capaz de mantener esta incontinencia hasta enero de 2029, lo que se me antoja una eternidad a este ritmo.
Donald Trump llegó a la Casa Blanca anclando su victoria, en primer lugar, en la debilidad del partido Demócrata que entregó en bandeja el país a los republicanos. Otra clave era una agenda proteccionista en lo económico para elevar la producción industrial y agrícola nacional, recurriendo a los aranceles como principal herramienta, una medida que tendría un impacto decisivo a la baja sobre unos precios que en los últimos años se han disparado para las clases medias y bajas. También estaban su política social basada en desmontar la agenda woke impulsada en los últimos años desde las administraciones; la lucha contra la delincuencia con una activa política de expulsión de ilegales y cierre de fronteras; y, finalmente, en una acción exterior basada en el aislacionismo.
De lo que no cabe duda es de que el 20 de enero se inició uno de los periodos más agitados y polarizados en la historia política del gigante americano. En tan solo seis meses, la Casa Blanca se ha visto envuelta en una vorágine de controversias, decisiones abruptas, despidos inesperados y una constante pugna con los medios de comunicación y las instituciones tradicionales del sistema de poderes de la democracia más perfecta del mundo, como la denominó Alexis de Tocqueville. La Casa Blanca se ha convertido en un ring que a su vez ha hecho de la nación otro cuadrilátero de resultado incierto.
Sus primeras palabras como mandatario ofrecieron una visión sombría de América. El mundo le recordaría por ser "el unificador y el pacificador", y nada más lejos de la realidad. De inmediato, comenzó a emitir órdenes ejecutivas dirigidas a desmantelar políticas de la administración anterior y a cumplir sus promesas de campaña. Una inmensa mayoría de ellas siguen sin haberse cumplido, ya sea por requerir de aprobaciones estatales o de las Cámaras, por bloqueos judiciales o por imposibilidad material, lo que muestra la inmadurez del nuevo equipo que rige los Estados Unidos de América.
Política exterior
Curiosamente el presidente aislacionista del no a la guerra ha dedicado la mayoría de su tiempo a la política exterior, mezclando el intervencionismo tradicional con el unilateralismo en la acción militar. Trump ha implosionado el modo de las relaciones internacionales nacido al amparo de las Naciones Unidas y antes de la Sociedad de Naciones. El imperio no necesita aliados, ni coaliciones, ni justificaciones para actuar en el exterior con su poderío militar. El bombardeo de las instalaciones de Irán muestra qué grado de veracidad debemos dar a sus nuevas amenazas. El mundo de la paz y de la Guerra Fría está difunto y hemos regresado a la época de los grandes imperios coloniales donde todo se supeditaba a los intereses de las metrópolis. Sus reclamaciones territoriales sobre otros estados legítimos denotan este carácter más propio de Disraeli que del siglo XXI.
Cuando las lisonjas hablan de astucia, gran negociador, incansable, empático, ocultan la realidad de un estilo chabacano y grosero, que el mundo soporta porque el bienestar de mucha gente depende de que las alianzas con los Estados Unidos sobrevivan. Rutte debe estar hasta los cojones del Daddy Donald. El miedo se ha desatado entre todos los países que han acudido en procesión a la Casa Blanca eclipsando el resto de políticas del presidente y transmitiendo una imagen de líder internacional que decía abominar en campaña.
La rápida salida del acuerdo de París mostraba claramente esta unilateralidad mundial, como si los americanos vivieran en otro planeta. Con su política anti-medioambiental, pretende hacer de los Estados Unidos el estercolero industrial del mundo, invitando a las empresas a instalarse allí, con las restricciones ambientales de Bangladesh. El sueño manufacturero de los Estados Unidos es imitar a Camboya con quién ha entablado la mayor guerra comercial, eso sí con materias primas caras, sueldos altos y precios bajos, más difícil que la cuadratura del círculo.
Contra la OTAN… y contra Zelensky
En el ámbito internacional, Trump ha adoptado una postura nacionalista y desafiante. Ha reiterado su compromiso de construir un muro en la frontera con México con una inversión gigantesca y una política de persecución de inmigrantes legales o ilegales muy aparatosa pero bastante ineficiente.
También presionó a los aliados de la OTAN para que aumentaran su gasto en defensa al 5% del PIB, generando tensiones con países tradicionalmente aliados. El tono errático de sus declaraciones y las constantes contradicciones, en las que siempre cuenta con el respaldo de su corte de palmeros, continúan generando muchas dudas sobre la consistencia de la política exterior estadounidense y ponen en cuestión los propios compromisos europeos que aspiran a no cumplir los objetivos demandados.
La bronca a Zelenski en el Despacho Oval, marca asimismo otro hito fundamental de este periodo. Todavía aguanta las bofetadas que le propina a diario su amigo Putin, pero parece que sus asesores ya le están abriendo los ojos. Trump aspiraba a que Putin nombrara a un acólito en Kiev mientras se repartía el territorio ucraniano y todo esto en menos de tres meses. Ahora está más cerca de enviar a las empresas militares a hacer el trabajo sucio en el frente contra Rusia. Si ni siquiera es capaz de predecir lo obvio sobre el carácter de la agresión de Putin, solo nos queda la duda sobre su honestidad o su capacidad.
Uno de los sellos de la política internacional de Trump es, sin duda, la crítica a las alianzas tradicionales como la OTAN y a la estructura de seguridad colectiva establecida tras la Segunda Guerra Mundial. En estos seis meses, Trump ha reiterado su postura de que los aliados europeos deben asumir una mayor carga financiera y operativa en su propia defensa. En declaraciones recientes, ha sugerido que Estados Unidos no debería proteger a quienes no cumplen con sus compromisos, manteniendo viva la incertidumbre sobre el futuro del vínculo transatlántico. En el fondo solo late el deseo de hacer creer a sus ciudadanos de que sus impuestos no van para pagar a holgazanes comunistas europeos. El resto de intereses mundiales se la refanfinfla.
Trump ha sido especialmente activo al referirse a los principales conflictos internacionales, en particular la guerra en Ucrania y la escalada de tensiones en Oriente Medio. A menudo ha esgrimido una narrativa de firmeza y pragmatismo, distanciándose de las posturas multilaterales o intervencionistas tradicionales. Pero la política de los platillos que nunca se detienen no puede durar mucho tiempo. En menos de un año terminará enemistado con la mayoría de sus amigos actuales y veremos qué poco tarda en separarse de Israel o Argentina, en cuanto los conflictos afloren. Los palmeros de Trump, que tiene, y son muchos, pronto caerán en la cuenta de que se trata del mayor bluff de la historia política y, discretamente o no, comenzarán a abandonar al líder para no atar su futuro al anciano Donald Trump.
Los medios
Nunca antes un presidente estadounidense había mantenido una relación tan conflictiva y pública con los medios. Desde los primeros días, Trump calificó a la prensa como "enemiga del pueblo" y promovió la idea de las fake news, siendo estas las que se le oponen, por supuesto.
Las ruedas de prensa de su portavoz, Karoline Leavitt, se han convertido en escenarios de tensión permanente, donde la administración desafía hechos verificables, amenaza, extorsiona a periodistas y se les impide el libre ejercicio de su profesión. Incluso se ha permitido el lujo, en aras de defender la libertad de información, de restringir el acceso a varias organizaciones periodísticas críticas priorizando a medios afines. Esta estrategia ha alimentado la polarización, ha minado la confianza de la ciudadanía en las instituciones informativas tradicionales y ha convertido a la oficina de prensa de la Casa Blanca en el departamento de Propaganda. Los ceses de presentadores críticos muestran el miedo generado en los medios; solo nos queda Murdoch, ¿quién nos lo iba a decir? Y veremos hasta cuándo.
Un punto especial en este apartado merece el matrimonio y divorcio con Elon Musk. Ha sido lo más kafkiano que ha pasado en los Estados Unidos en su historia reciente. De ser el principal financiador e inspirador en la campaña a terminar, no lo excluyo, deportado a El Salvador, y en menos de un año. Este hecho singular nos produce una enorme inquietud por el modo como se toman decisiones en la Casa Blanca y por la levedad de los criterios o la profundidad de los principios cuando se dispone de un maletín nuclear.
Medidas internas
En el frente interno, uno de los principales objetivos ha sido derogar y reemplazar la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare), una de las políticas emblemáticas de Barack Obama, su enemigo irreconciliable. Sin embargo, la falta de un consenso republicano ha frustrado repetidamente los intentos de aprobar una nueva ley, incluso con la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Las derrotas legislativas han puesto de manifiesto las divisiones internas del partido y la dificultad de gobernar con un enfoque de confrontación permanente. Lo cierto es que el presupuesto de Trump es el mayor de la historia en atención sanitaria a pesar de las declaraciones ampulosas que contrarían esta realidad, ya que los recortes se apuntan al 2035, se incrementan las aportaciones de los particulares y se trasladan gastos a los estados.
Desde los primeros días de su mandato, Donald Trump convirtió la palabra "beautiful" en un eslogan recurrente para describir sus propuestas. Bajo su visión, los "presupuestos beautiful" prometen una transformación radical en la manera de administrar los recursos públicos, garantizando crecimiento económico, seguridad y prosperidad para todas las personas estadounidenses.
La realidad es que son los peores presupuestos de la historia y los más inadecuados. Los despidos de funcionarios, aparentemente masivos, han quedado en anecdóticos, los recortes de gastos se han convertido en más gasto público con menos crecimiento, y reduce los impuestos a costa de incrementar la ya descomunal losa mortuoria de la deuda con un déficit público que supera el trillón de dólares, superior al déficit público del resto del mundo junto. Las previsiones publicadas por organismos internacionales y la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos estiman que el déficit federal podría situarse en torno a los 1,8 trillones de dólares estadounidenses, cifra superior al PIB de España. Estados Unidos solo tiene un activo, su credibilidad, y si la pierde entrará en barrena.
La inflación en junio se situaba en el 2,7% apenas dos décimas menos que en diciembre, mientras que en abril fue del 2,3% y desde entonces la presión es al alza. Las exportaciones cayeron un 4% en mayo, después de un buen comportamiento los meses anteriores. Las importaciones que en mayo de 2024 ascendieron a 339.432 millones de dólares, en 2025 fueron 350.517 millones de dólares. Es decir los aranceles no han significado ningún cambio en la estructura económica ni comercial, salvo el incremento de la presión fiscal gracias a los aranceles que el pueblo paga a la administración más gastona de la historia. En su permanente enfrentamiento con la Reserva Federal, empieza a comprender que esta partida la tiene perdida, ya que todo el establishment económico y financiero está con Powell.
El PIB, que en el primer trimestre de 2024 creció un 2,9%, lo hizo solo en un 2%, en el primero de 2025, es decir, estamos ante una clara desaceleración económica con una inflación todavía alta, la peor de las combinaciones posibles para una economía. Finalmente, el empleo tampoco le ha dado muchas alegrías: la tasa de ocupación en enero de 2025 era del 60,1% y en junio de 2025 fue del 59,7%.
Aranceles paranoicos
La política arancelaria de Trump se materializó en la imposición —o amenaza— de gravámenes a productos provenientes de socios históricos, como China, la Unión Europea y México bajo fórmulas sin racionalidad económica y más bien elaboradas por paranoicos. La incertidumbre sobre los aranceles está paralizando a la economía más importadora del mundo, generando gestiones de stocks que veremos cómo acaban.
El enfoque arancelario de Trump ha transformado el discurso económico internacional y ha sentado las bases para una escalada de conflictos comerciales que marcará los próximos años. Las repercusiones de estas medidas, tanto para la economía de Estados Unidos como para sus socios, comienzan a sentirse en la ya evidente volatilidad de los mercados y en la preocupación de empresas y consumidores ante la posibilidad de aumentos de precios y restricciones comerciales.
Así, el semestre inicial de Trump no solo redefinió la política interna, sino que también remodeló el panorama del comercio mundial y la posición de Estados Unidos en un sistema internacional cada vez más incierto.
De cara al cierre del año, las previsiones sugieren que el déficit comercial de Estados Unidos permanecerá como una característica estructural de su economía, aunque algunas mejoras podrían observarse si los mercados globales mantienen su ritmo de recuperación y si el dólar experimenta una depreciación moderada. Factores como la evolución de los conflictos comerciales, los acuerdos multilaterales y las políticas industriales serán determinantes para la evolución futura de su economía.
Si atendemos a los mercados financieros, tampoco los datos son positivos. El dólar cotizaba el día 20 de enero de 2025 a 1,04 Euros y seis meses después a 1,17 Euros, esta debilidad viene motivada por la relajación de la confianza crediticia y por la configuración de otras monedas con un papel mayor en el comercio internacional frente al aislacionismo de Trump. Una bajada de los tipos de interés provocaría un desplome aun mayor de la moneda americana con sus perniciosas consecuencias.
Más polarización
El tono y las políticas de Trump exacerbaron la polarización social en un país que ya lleva décadas ampliando año a año la brecha entre conservadurismo y progresismo. Las manifestaciones a lo largo y ancho del país, las críticas en los medios y en las organizaciones no gubernamentales han evidenciado un clima de tensión y confrontación sin precedentes, con la presencia del Ejército en las calles de California.
Las redes sociales se han convertido en un campo de batalla donde el propio presidente despliega mensajes incendiarios que alimentan la controversia y la división. La pérdida de la red social X, ahora en manos de su enemigo, ha cercenado muchas de sus capacidades de diseminación de sus panfletos.
El enfrentamiento con las grandes universidades, odiadas por la clase blanca desinformada, ha mostrado hasta qué punto existe en el fondo una guerra contra la inteligencia que provocará, de continuar, el mismo éxodo que sufrieron las universidades alemanas en los años treinta. Una universidad ideológicamente uniformada con los principios políticos del gobierno, con ausencia de crítica y de oposición, es una actitud totalitaria que acabará con expulsiones de profesores y quema de libros.
En definitiva, frente a menos gasto militar anunciado en campaña, presupuesto récord; frente a un desmantelamiento del estado social, un maquillaje; frente a la inflación, más aranceles; frente a la políticas activas de género, medidas de cara a la galería en el departamento de Defensa; frente al consumo de drogas, los peores datos de la historia, con las calles sufriendo un deterioro sin precedentes; frente al cierre de fronteras para evitar a los "extranjeros procedentes de centros psiquiátricos", cacerías con fines promocionales, con una cifra de deportaciones menor a los primeros seis meses de Biden u Obama; frente a un país fuerte, debilitamiento de la moneda y más deuda.
Resumiendo, ha resuelto mal algún problema, ha dejado la mayoría como estaban y otros muchos se han agravado. Y todo esto con una enorme mayoría republicana. Cuando la pierda en las dos Cámaras en noviembre de 2026, el "pato cojo" se habrá quedado sin recursos, sin agenda y con un futuro que nadie es capaz de predecir.
