Juana Rivas y el daño que causa el feminismo
Nada de lo ocurrido habría sido posible sin la intoxicación de un feminismo ultrarradical que trata de imponerse aunque eso implique machacar a sus hijos.
En julio de 2018 Juana Rivas fue condenada a cinco años de cárcel, seis de inhabilitación para ejercer la patria potestad y a pagar una indemnización de 30.000 euros –que luego fueron menos– a su exmarido, Francesco Arcuri.
Aunque más tarde la pena fue rebajada por el Supremo e incluso el Gobierno le concedió un indulto parcial, el resultado ha sido un calvario judicial para la propia Juana, para su marido y, sobre todo y lo más importante, algo peor que un calvario para sus hijos, que deberían haber sido la principal prioridad de todos los implicados en esta cuestión.
Este mismo jueves, Juana Rivas ha vuelto a ser imputada por un nuevo delito de sustracción de menores, después de que tras las vacaciones de diciembre haya reemprendido as maniobras para hurtar a Francesco Arcuri al menor de los hijos del matrimonio, que vivía aparentemente con total normalidad con su padre en Italia.
Durante estos seis meses el pequeño no hay podido hablar con su padre, con sus abuelos o con sus amigos del colegio o del equipo de fútbol en el que juega. Tampoco ha sido escolarizado y, obviamente, no ha seguido el curso que estaba estudiando en Italia.
El auto de la Audiencia Provincial de Granada es demoledor: reprocha a Rivas haber arrancado a su hijo de su vida en Cerdeña de forma arbitraria y "sin importarle el impacto psicológico" sobre el menor y también denuncia que lo haya retenido durante siete meses incumpliendo "lo ordenado por la autoridad italiana".
Además, enmarca toda la estrategia judicial de la defensa de Rivas en los últimos meses en una "deliberada voluntad de incumplir los mandatos" de la Justicia "e incluso de alterar por la vía del hecho el régimen de custodia que, para su hijo menor, Daniel, había fijado dicho órgano jurisdiccional". En resumen: está claro que incluso a pesar de las maniobras del Gobierno la cosa no pinta nada bien para la ya condenada en una ocasión.
Ante esta cadena de despropósitos, ante tanto daño causado y, sobre todo, ante el sufrimiento de unos niños cuyo bienestar debería haber sido lo único a tener en cuenta, cabe preguntarse quién es responsable del desaguisado: ¿la propia Rivas? ¿Las personas que llevan años aconsejándola de la peor forma posible?
Sin duda una y las otras tienen una responsabilidad innegable, pero hay que mirar más allá: nada de esto habría sido posible sin la intoxicación ideológica de un feminismo ultrarradical que trata de imponer unos supuestos derechos absolutos de la mujer, incluso aunque eso implique machacar a sus propios hijos.
Un feminismo que, por desgracia, prendió con fuerza en la política y en los medios de comunicación, provocando que se generen y se mantengan situaciones que deberían rechazarse con virulencia desde el punto de vista social, desde el mediático y, por supuesto, desde el político y el legal.
Muchas señales indican que ese auténtico tsunami del feminismo desquiciado está empezando a pasar, por desgracia ya es demasiado tarde para Juana Rivas, para su marido y, sobre todo, para sus hijos.
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