Orriols y sus palmeros
La mayoría de sus palmeros son los nietos de Prenafeta, unos auténticos cuentistas que no han pagado en un restaurante jamás.
Lo mejor que se puede decir de Sílvia Orriols, la líder de Aliança Catalana, es que le quita votos a Carles Puigdemont. La irrupción en la Cataluña interior del partido separatista y xenófobo es consecuencia de factores como el peso demográfico de la población de origen magrebí en los municipios de la Cataluña interior y la frustración por el fiasco del 1 de octubre de 2017, día en el que muchos ciudadanos comprobaron que la porra de un policía era más concreta que las estructuras de Estado de Junqueras.
En la Cataluña diseñada por Jordi Pujol se fomentó la inmigración marroquí en la absurda creencia de que sería mucho más fácil integrar a quienes no hablaban español. Suponían los convergentes que un inmigrante andino tendría menos incentivos para hablar catalán que un inmigrante de las montañas del Atlas. Así que se llegó al extremo de abrir oficinas de empleo en ciudades como Casablanca con el vano propósito de seleccionar a los inmigrantes en origen, que es precisamente a lo que se dedicó el bueno de Àngel Colom, otro que en su día también fue la gran esperanza del independentismo.
El experimento no salió mal, sino peor. En la llamada "Catalunya del porc" (del cerdo), prácticamente todo el personal no directivo de la industria cárnica es musulmán. Es un detalle menor, un contrasentido sin más. Mucho más sustantivo es que gran parte de la población con raíces en el Magreb no forma parte de ese "un sol poble" que pregona el supremacismo catalanista para justificar su delirante política lingüística.
Sílvia Orriols es la alcaldesa de Ripoll, el municipio gerundense del que surgió la célula terrorista que perpetró la masacre de las Ramblas en agosto de 2017. Puigdemont y Junqueras todavía mantienen la tesis de que el atentado fue preparado, inducido o alentado por el Estado, que el CNI lo sabía y no quiso parar el ataque y que todo fue un escarmiento contra el separatismo que estaba a punto de consumar el golpe de Estado del 1-O.
Para los golpistas, aceptar la realidad resulta mucho más traumático que imputar aquel atropello masivo a sus fantasmas estatales. Y la realidad es que un grupo de jóvenes educados en la escuela catalana maldecían a los Mossos en catalán mientras preparaban el explosivo conocido como la madre de Satán. No se habían retirado aún los cadáveres de las Ramblas y la gran preocupación de las autoridades catalanas era alertar sobre los peligros de la islamofobia.
Ese fue parte del caldo de cultivo que alumbró el fenómeno de Sílvia Orriols. Otra ingrediente es que la líder de Aliança Catalana es una de las más ajustadas representaciones de las "virtudes" nacionalistas, un depurado ejemplo de adulto educado en la "escola" catalana. Se pudo comprobar la semana pasada durante una fugaz intervención de Orriols en Telemadrid. La señora no habla español. Se ignora si es porque no sabe o porque, como ella dice, no le da la gana. "Mi nación está ocupada por el Estado español", llegó a decir para explicar su negativa.
He ahí la destilación más afinada de los propósitos del catalanismo. La lengua y la distorsión más loca de la realidad. Una nación ocupada. Por favor. Las encuestas le auguran un gran futuro. Sólo dos nubes ensombrecen su horizonte. Por un lado, hay quien sostiene que Orriols es una creación del Estado profundo porque encarna a la perfección los estragos de la inmersión lingüística y el adoctrinamiento nacionalista. Por el otro, la mayoría de sus palmeros son los nietos de Prenafeta, unos auténticos cuentistas que no han pagado en un restaurante jamás.
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