Laicistas, pero no tanto
Unos laicistas auténticos pedirían que el municipio jumillense extienda la proscripción de sus instalaciones a todas las confesiones religiosas.
Lo más interesante de la anécdota de Jumilla es que ha puesto a los laicistas de pro a defender la religión. Nuestros laicistas son esos firmes partidarios de mantener una estricta separación entre la iglesia y el Estado que rechazan enérgicamente la presencia de elementos religiosos en el espacio público. Son los que no quieren ver un crucifijo en una escuela, protestan por la instalación de un Belén en el Ayuntamiento y consideran intolerable que las autoridades civiles y militares vayan a la procesión más concurrida del pueblo.
En Jumilla, la decisión municipal de cambiar el reglamento de uso de las instalaciones deportivas significa que se impedirá celebrar en ellas fiestas y rezos de los musulmanes, al eximirse del veto a las manifestaciones religiosas "tradicionales en nuestro país", y es por ello que los laicistas han salido a defender el derecho a realizar actos religiosos en el espacio público. Han salido a defender, en fin, lo contrario de lo que defienden cuando los rezos y las fiestas son católicos.
Unos laicistas auténticos pedirían que el municipio jumillense extienda la proscripción de sus instalaciones a todas las confesiones religiosas presentes en el pueblo –o en el mundo– . Pero de esos no hay por aquí. Los que tenemos son fieros laicistas frente a los ritos católicos y dulces confesionales devotos de la diversidad multicultural cuando los ritos son de otra religión, preferentemente la musulmana. El truco al que suelen recurrir para combinar una cosa y su contraria consiste en transformar la religión no cristiana en "cultura". Como no es religión sino cultura, ya no tienen que exigirle la observancia de las normas de separación iglesia-estado.
Fuera de su efecto sobre los falsos laicistas, la anécdota de Jumilla no tiene mayor recorrido. Ni utilidad. No es por azar que sucede después de los incidentes de Torre Pacheco. Y, como todo en la política espectáculo, se queda en la anécdota y en la espuma de la "guerra cultural". Además, es probable que no se ajuste a la legalidad. Los problemas de fondo de los que surgen situaciones conflictivas como las de Torre Pacheco no se abordan así, pero eso ya lo saben PP y Vox.
Es notorio que los socialistas y la izquierda niegan la existencia de cualquier problema con la inmigración musulmana. Si pasa algo, lo atribuyen al racismo. Al racismo de los españoles que no están reeducados para apreciar que son racistas y pedir perdón todos los días, como hacen ellos. El Partido Popular y Vox reconocen, en distinto grado, el problema, pero carecen de propuestas estructuradas y factibles. Tendrían que dedicarse a esa tarea más seria y más ingrata, en vez de hacer maniobras de distracción. Lo que han hecho en Jumilla es como cuando llega un alcalde de extrema izquierda y dice que va a quitar la subvención a la Semana Santa y que no asistirá a la procesión del pueblo. Tiene sus titulares, hay un revoltijo de declaraciones de unos y otros, en las redes la gente se mata a favor y en contra, y absolutamente nada más.
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