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El adiós de Pumpido

Si Pumpido se ha apresurado a enviar la carta para recordar la obligación de renovara parte del tribunal es también porque tiene prisa en cesar.

Si Pumpido se ha apresurado a enviar la carta para recordar la obligación de renovara parte del tribunal es también porque tiene prisa en cesar.
El juez Cándido Conde-Pumpido en el primer Pleno jurisdiccional tras la renovación del órgano. | Europa Press

Conde-Pumpido ha escrito al Senado para que sus señorías se acuerden de que el 17 de diciembre caduca su mandato de magistrado junto con los de otros tres, una de su cuerda y otros dos de la de enfrente. Teóricamente, dado que para la renovación que en Navidad toca le corresponde a una de las cámaras y ninguno de los dos partidos posee tres quintos de los escaños, que es la mayoría necesaria para llevar a cabo la renovación, lo normal es que pase lo de siempre, que el PP nombre a dos y el PSOE a otros dos, con lo que los socialistas seguirían contando con una holgada mayoría de siete a cinco en el tribunal de garantías.

Hasta aquí la teoría. Ahora hay que matizar. Ido Pumpido, ¿encontrará el sanchismo entre Inmaculada Montalbán y Ramón Sáez la clase de presidente que necesita? Ninguno de los dos posee la inteligencia sibilina del ropón gallego. ¿No se planteará entonces Sánchez bloquear la renovación que corresponde al Senado para continuar disfrutando de los servicios de Pumpido? La respuesta sale casi sola.

Pero hay un inconveniente. Si Pumpido se ha apresurado a enviar la carta para recordar al Senado la obligación que tiene de renovar en diciembre a parte del tribunal no es sólo porque agosto es inhábil y al parecer, en mes inhábil, no se pueden enviar cartas. Es también porque tiene prisa en cesar como magistrado del Constitucional antes de que Sánchez deje de ser presidente del Gobierno y así pueda el Consejo de Ministros nombrarle consejero permanente del Consejo de Estado. Es éste el cargo vitalicio que Pumpido ha pedido como premio a los muchos servicios prestados. Pero sólo lo alcanzará si Sánchez sigue presidiendo el Gobierno. Si antes de que el Senado haya renovado al tercio de magistrados que por ley le corresponde, Sánchez se ve obligado a abandonar La Moncloa por lo que sea, ya no podrá pagar el favor. Eso significa que, si Sánchez bloquea la renovación, le estará haciendo una cochinada al pobre Pumpido, que se ha ganado de sobra ese retiro dorado en el Consejo de Estado.

En esto podría el probo magistrado tener como aliado al PP, deseoso de tenderle un puente de plata a quien tanto daño ha hecho desde la presidencia del Tribunal Constitucional para dirigirse a un puesto desde el que sería casi inofensivo. Pero eso no arreglaría el problema principal del PP, pues si pactara con el PSOE la renovación, el alto tribunal seguiría contando con una mayoría sanchista y lo único que pasaría es que las sentencias serían más groseramente inconstitucionales de lo que lo están siendo con Pumpido. Magro consuelo. En cambio, si tiene paciencia y bloquea la renovación hasta después de las elecciones, como se explicaba muy bien aquí, cabe la posibilidad de que llegue a controlar los tres quintos del Senado necesarios para la renovación, nombrar él a los cuatro magistrados y revertir la actual mayoría. Ahora mismo, el PP tiene 144 senadores y son necesarios 159 para tener los tres quintos. Es un objetivo que, con las actuales encuestas, está al alcance de la mano.

De forma que en esto Sánchez está que, por un lado, le conviene bloquear la renovación para que siga Pumpido, y por otro le interesa hacerla para, aun perdiendo a su más inteligente servidor en el tribunal, conservar la mayoría socialista durante muchos años.

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