Chamberlain 2025
No hay ninguna razón militar, geopolítica o de cualquier tipo que justifique borrar de un plumazo ocho décadas de derecho internacional.
Después de bajarse los pantalones ante Hitler en la conferencia de Múnich, Neville Chamberlain solicitó y obtuvo una audiencia privada con el Führer en sus aposentos privados. Allí le propuso firmar un papelito que extrajo de su bolsillo cuyo encabezado rezaba "Acuerdo anglogermano"; tres párrafos en los que se calificaba el acuerdo de Múnich como "símbolo del deseo de nuestros pueblos de no ir a la guerra entre nosotros nunca más". Hitler aceptó firmar el folio, para alegría y gozo infinitos del inglés. Cuando regresó al hotel y se encontró con el resto de la delegación británica, el primer ministro se palpó emocionado el bolsillo de la camisa en el que reposaba el papel firmado por Hitler. "¡Lo tengo!", exclamó eufórico. Al día siguiente una muchedumbre jubilosa recibió al mandatario británico en el aeródromo de Heston. Sin molestarse en disimular su orgullo, Chamberlain agitó el folio mecanografiado con la firma de Adolf Hitler como prueba de su descomunal éxito. Absolutamente satisfecho de su heroica actuación, aquella tarde se regocijó en su triunfo sin ningún tipo de rubor ante los periodistas reunidos en el 10 de Downing Street: "Traigo paz con honor. Creo que se trata de paz para nuestro tiempo". Es su frase más conocida, y probablemente una de las mayores ironías involuntarias de todos los tiempos.
Neville Chamberlain quiso apaciguar a la bestia nazi, que ya era bestia y ya era nazi, cediéndole a Alemania un 20% de Checoslovaquia, con el compromiso de Hitler de no anexionarse más territorio. Tres meses después de la Conferencia de Múnich Eslovaquia se convirtió en un estado títere de Alemania. En medio año, toda Chequia formaba parte del Tercer Reich. Once meses más tarde de Múnich Hitler invadió Polonia y dio comienzo la Segunda Guerra Mundial.
Los paralelismos entre las políticas de apaciguamiento de Chamberlain y Trump son evidentes, pero van bastante más allá de lo obvio. Chamberlain también repartió culpas del Anschluss entre los nazis y los austríacos, y hubo opositores que denominaron el papelito firmado por Hitler como "una página del Mein Kampf". El británico tenía una excusa: la primera guerra mundial estaba todavía fresca y literalmente cualquier cosa parecía mejor que enviar a medio millón de veinteañeros a morir gaseados en trincheras francesas. Trump no tiene esa disculpa. El millonario está dispuesto a regalarle a Putin una quinta parte de Ucrania sólo para satisfacer su ego. No hay ninguna razón militar, geopolítica o de cualquier tipo que justifique borrar de un plumazo ocho décadas de derecho internacional. Putin ha incumplido todos y cada uno de los acuerdos que ha firmado desde su llegada al poder, y también los que firmaron sus antecesores en el cargo. Desde el memorándum de Budapest en adelante, no ha habido ningún tratado, acuerdo o pacto con el que el alopécico de Moscú no se haya limpiado el trasero, exactamente igual que hizo Hitler con el papelito ridículo que Chamberlain consideraba la mayor victoria política de todos los tiempos. Antes y después de la anexión de Crimea y de la invasión del Donbás, Rusia y Ucrania mantuvieron centenares de encuentros y reuniones, cuyo resultado final fue la brutal invasión de febrero de 2022. Al expansionismo sólo se le apacigua explotándole una bomba en la cara.
Escribo estas líneas antes de saber el resultado de la conferencia de Alaska en la que Trump acude con la idea de cederle a Putin absolutamente todo lo que pida a cambio de una firma irrelevante en un papelito sin valor alguno. Probablemente Ucrania se verá obligada a aceptar lo que le pongan delante porque sin el armamento de Estados Unidos la resistencia es casi imposible. Occidente ha permitido que Ucrania pelee durante tres años y medio con una mano atada a la espalda, o a veces con las dos, absolutamente aterrorizados ante la posibilidad de que Putin perdiera la guerra y ahora Europa está a merced de lo que decida un tipo extravagante con menos fondo de armario que un niño de Eritrea. La historiografía checa y eslovaca llama al acuerdo de 1938 "la traición de Múnich". En Ucrania, y en Europa, si todo va como está previsto, hablaremos de la traición de Alaska como el inicio de lo que sea que esté por venir. Que, si, como parece, Putin se sale con la suya, no será nada bueno.
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