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Santiago Navajas

Animalistas, pero no tanto

Si los laicistas no son tan laicistas cuando los seguidores del Corán están de por medio, tampoco los animalistas han levantado la voz por Jumilla.

La comunidad musulmana de Sabadell celebra la Fiesta del Cordero en Fira Sabadell. | Flickr/CC/iSabadell

Cristina Losada ha hecho referencia en estas páginas a la hipocresía de los laicistas españoles, tan proclives a reclamar la separación entre Estado e Iglesia cuando andan por medio los católicos, pero que en el caso de Jumilla no han dicho "esta boca es mía" ante la medida impulsada por Vox para que ninguna religión pueda hacer uso de recintos deportivos públicos.

Pero si los laicistas no son tan laicistas cuando los seguidores del Corán están de por medio, tampoco los animalistas han levantado la voz en esta ocasión, que yo sepa, para señalar que los ritos musulmanes para sacrificar animales son un atentado contra los principios del bienestar animal que defendemos en Occidente.

Y es que el escándalo suscitado porque el Ayuntamiento de Jumilla ha prohibido en sus recintos deportivos eventos religiosos, culturales o sociales —ya sean musulmanes, católicos, wittgensteinianos o del Imserso— ha pasado por alto un detalle de mucha más enjundia. Lo que le molestaba más a Vox, el instigador de la medida, es sobre todo la Fiesta del Cordero porque, decían los de Santiago Abascal, es una celebración ajena a las costumbres españolas. No tanto, voxeros. En dicha fiesta, lo que hacen los musulmanes es conmemorar que Dios, Jehová, Alá —como quieran llamarlo, es el mismo dios abrahámico que comparten las tres religiones del Libro (judíos, cristianos y musulmanes)— paró a Abraham cuando se disponía a sacrificar a su hijo Isaac –según los musulmanes, a su otro hijo Ismael, pero no me detendré en este detalle–. El hecho fue simbólicamente muy importante porque en el Levante los fenicios, hebreos y otros pueblos tenían la costumbre de sacrificar niños a sus dioses, con lo que la historia de Abraham terminaba con la costumbre –los cartagineses, por ejemplo, siguieron con ella hasta mucho más tarde–. En resumidas cuentas, si hay una celebración que podrían compartir judíos, cristianos y musulmanes, esa es la del cordero con el que Abraham sustituyó a su hijo –Isaac, Ismael, tanto monta– en el altar sacrificial.

Pero hay una derivada que es la que vengo a contarles, y es que, si alguien objeta la fiesta del cordero y, en general, cualquier rito halal y kosher de sacrificio de animales en España, esos son los animalistas. Porque en España hay una ley que garantiza el bienestar animal para sacrificar animales, bienestar que los judíos y musulmanes ortodoxos ignoran olímpicamente, bien cierto que porque los gobiernos de turno se lo permiten. Y es que, para el común de los animales, hay que aturdirlos previamente a su sacrificio, salvo si se trata de matarifes musulmanes y judíos tradicionalistas, que matan al animal sin aturdirlo. Esto no pasa en otros lugares de Europa, ya que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) avaló la prohibición de los sacrificios de animales sin aturdimiento previo en los rituales halal y kosher en las regiones belgas de Flandes y Valonia. El Tribunal consideró que esta medida no vulnera la libertad religiosa ni supone una discriminación a las comunidades musulmana y judía que, como cualquier otro hijo de vecino, tienen que adaptar sus ritos a las medidas necesarias para evitar el dolor y reducir al mínimo la angustia y el sufrimiento de los animales durante los procesos de sacrificio o matanza. Por tanto, amparándose en este reglamento, el Tribunal consideró que esta normativa es justificada y proporcionada, teniendo en cuenta que el principal objetivo es proteger el bienestar animal. Es decir, que la Constitución y las leyes están por encima de la Biblia y el Corán, sobre todo de sus interpretaciones más literales y ultraortodoxas. En la ley belga, el bienestar animal se subordinaba a la excepción religiosa, pero Flandes y Valonia, en virtud de su autonomía, quitaron dicha excepción y se impuso el aturdimiento previo en todos los casos, por mucho que no gustase a rabinos e imanes ultraortodoxos, porque legislaron que los requisitos dietéticos de estas religiones no están por encima del bienestar animal. Así que, antes de degollar, hay que aturdir, diga lo que diga el Levítico y la sharía.

En relación con la compatibilidad entre el aturdimiento y los ritos religiosos, conviene precisar que el sacrificio con aturdimiento reversible es compatible con una interpretación flexible y no ultraortodoxa de las reglas dietéticas musulmanas y judías, siempre y cuando el aturdimiento no sea letal ni cause daños irreversibles. En varios países europeos se producen sacrificios "religiosos" bajo estas condiciones.

Así, desde un punto de vista técnico y legal, el aturdimiento reversible no es incompatible per se con el cumplimiento de los preceptos religiosos, siendo fundamentalmente las interpretaciones ultraortodoxas o tradicionales de ambos credos las que se oponen a su integración en el sacrificio ritual. Por tanto, la resistencia al aturdimiento previo responde, más que a una imposibilidad dogmática absoluta, a la prevalencia de lecturas conservadoras dentro de las respectivas comunidades religiosas.

Otros países donde están prohibidos los sacrificios sin aturdimiento son Suecia, Noruega, Austria, Estonia, Suiza e Islandia. En España, sin embargo, sí se contempla esta excepción religiosa que hace que esté prohibida la tradicional matanza española del cerdo, pero no la novedosa matanza musulmana del cordero. Por cierto, los mataderos españoles, encantados con poder seguir sacrificando a la vieja usanza, sin aturdimiento, dado que la comunidad musulmana es cada vez más numerosa y consume más el certificado "halal". El resto de la población, que se las da de ecologista y animalista, no es consciente, o mira hacia otro lado, del sufrimiento añadido que supone para los animales. Mientras, nosotros nos seguimos preguntando con Hannibal Lecter: "¿Qué tal, Clarice, han dejado ya de chillar los corderos?".

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