En la mente de Netanyahu
Para entender la situación actual de la guerra en Gaza, hay que hacer caso omiso de la manipulación interesada o, sencillamente, ignorante.
La guerra entre Israel y Gaza se ha convertido en una guerra de bulos, desinformación, imágenes trucadas y términos desaforados en todo el mundo. El antisemitismo tradicional se ha disfrazado de antisionismo para seguir con su agenda mediática tremendista contra los judíos. Hace unos pocos días, por ejemplo, la BBC y la EFE "informaron" que una gazatí habría muerto de hambre en un hospital de Italia al que había sido trasladada. En realidad, murió de leucemia, pero ni los socialistas ingleses y españoles de las cadenas públicas de bulos van a permitir que la realidad estropee un extraordinario libelo de sangre contra los judíos.
Para calmar un poco las aguas, templar la discusión y hacer el debate más reflexivo, conviene escuchar argumentos. Sin duda, el protagonista de toda la situación es Netanyahu, el líder de Israel en todos los sentidos, un hombre con un poderío intelectual y una firmeza de carácter que nadie le discute. Es fama que, en una reunión con Bill Clinton, este salió indignado exclamando: "¿Pero quién es aquí el jefe de la superpotencia?". Además, Clinton siempre ha culpado a Netanyahu del mantenimiento del conflicto con los palestinos por su intransigencia para llegar a algún acuerdo de paz. Pero debemos recordarle a Clinton que, cuando más cerca estuvo la posibilidad de paz, fue él quien no fue capaz de convencer a Arafat para que firmase el mejor pacto con el que podían soñar los palestinos, incluyendo una parte de Jerusalén como capital de un Estado palestino.
Tras el fracaso de Rabin y Olmert en conseguir un pacto con los palestinos, cuando estos todavía tenían un líder medianamente aceptable como Arafat, Netanyahu está convencido de que con los palestinos nunca se podrá llegar a un acuerdo porque, como mostró el caso de Arafat, están manipulados por fuerzas fundamentalistas como Irán y Catar. Por tanto, se trata de destruir el actual control de los países musulmanes antijudíos sobre los palestinos para ponerlos bajo el control de países musulmanes con los que sí se puede llegar a acuerdos, como Arabia Saudí, Egipto y Marruecos.
Para entender la situación actual de la guerra en Gaza, hay que hacer caso omiso de la manipulación interesada o, sencillamente, tan ignorante como bienintencionada de quienes agitan las banderas de Free Palestine, gritando eslóganes antisemitas como "Desde el río hasta el mar" o acusando a Israel de ser como los nazis. Es necesario escuchar voces autorizadas como las de Zohar Palti, exjefe de la Dirección de Inteligencia del Mossad y exjefe de la Oficina Político-Seguridad del Ministerio de Defensa de Israel, y el general de división (retirado) Yaakov Amidror, exasesor de Seguridad Nacional de Israel y una persona cuyas opiniones Netanyahu admira. De entrevistas realizadas recientemente en medios israelíes se deduce qué pasa por la mente de Netanyahu, su visión sobre la guerra, sus objetivos a largo plazo y los desafíos que enfrenta Israel en un entorno regional volátil.
Para ambos analistas, Netanyahu ha manejado el conflicto desencadenado por el ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre con un enfoque que combina precisión militar y contención estratégica, evitando la tentación de expandir la guerra a múltiples frentes simultáneamente. Según Zohar Palti, la guerra se está gestionando por parte de Netanyahu con sabiduría y prudencia. En su primera fase, Israel logró desmantelar a Hamás como una organización militar estructurada. Aunque sigue existiendo como un conjunto de células operativas en Gaza, ya no representa la amenaza cohesionada que era antes. Este logro, sin embargo, no significa que Hamás haya sido completamente erradicado. Todavía mantiene un control significativo en la Franja, retiene rehenes israelíes y conserva la capacidad de obstruir cualquier intento externo de administrar o rehabilitar Gaza, a menos que se le permita mantener un control de facto.
Palti subraya que declarar la victoria y retirarse no es una opción viable para Israel. Si Hamás continúa gobernando Gaza, podría recuperar su fuerza y convertirse nuevamente en una amenaza considerable para Israel. La lección del 7 de octubre pesa como una plaga bíblica en la mente de Netanyahu: permitir que Hamás se regenere podría conducir a otro evento catastrófico, aunque no necesariamente idéntico al anterior. Por lo tanto, el próximo paso estratégico es claro: eliminar a Hamás como fuerza dominante en Gaza. Esto no solo implica neutralizar sus capacidades militares restantes, sino también reconfigurar el control político de la Franja, alineándola con actores regionales más moderados y dispuestos a cooperar, como los mencionados Arabia Saudí, Egipto o Marruecos.
La visión de Netanyahu no se limita a Gaza. La reciente Operación Pager contra Hezbolá, un gran éxito según Palti, marcó un hito al neutralizar casi por completo la capacidad operativa de la organización y eliminar a gran parte de su liderazgo. Este logro, combinado con el colapso del régimen sirio tras la debilidad demostrada por Irán, refleja un cambio tectónico en el equilibrio de poder regional. La caída de Assad, facilitada por la percepción de vulnerabilidad de sus aliados iraníes, ha debilitado aún más la red de actores antagónicos hacia Israel.
El ataque directo de Irán contra Israel proporcionó la justificación para una respuesta militar contundente. La guerra de 12 días en Irán, también un éxito total según Palti, no solo dañó la infraestructura militar iraní, sino que también expuso su fragilidad estratégica. Sin embargo, la euforia por estos éxitos debe ser contenida porque Irán, como el propio Israel, es un adversario que corre maratones políticos en su búsqueda de capacidades nucleares, por lo que no debe ser subestimado.
Netanyahu enfrentaría ahora dos cuestiones centrales. La primera es cómo poner fin a la guerra en Gaza sin dejar a Hamás en posición de recuperar el control. Esto implica no solo operaciones militares, sino también un plan político para reemplazar la influencia de Hamás con una administración respaldada por países árabes aliados. La segunda, y quizás más crítica, es garantizar que Irán no pueda reconstruir su capacidad para desarrollar armas nucleares o misiles balísticos. Decisiones estratégicas, algunas de las cuales podrían ser políticamente sensibles o arriesgadas, serán inevitables.
La perspectiva de Netanyahu, según las entrevistas a Palti y Amidror, revela a un líder convencido de que la seguridad de Israel depende de neutralizar amenazas inmediatas mientras se reconfigura el panorama regional a su favor. Su intransigencia, criticada, como señalé, por Bill Clinton, responde a una creencia arraigada de que los palestinos, manipulados por actores como Irán y Catar, no son socios fiables para la paz. En cambio, Netanyahu apuesta por aliarse con potencias árabes "moderadas", de Marruecos a Arabia, para estabilizar la región y aislar a los actores fundamentalistas.
A pesar de los éxitos militares, Netanyahu es consciente de los riesgos. Israel aún puede recibir golpes, y la euforia por victorias no debe cegar al país ante los desafíos futuros. La coordinación de operaciones complejas, como las "decapitaciones" simultáneas de líderes enemigos, refleja años de planificación meticulosa, pero el éxito final dependerá de la capacidad de Israel para proteger a sus ciudadanos y evitar que sus enemigos se reagrupen.
En última instancia, según estos analistas, Netanyahu ve la guerra actual como una oportunidad para redefinir el equilibrio de poder en Oriente Medio. Su estrategia combina golpes tácticos precisos con una visión a largo plazo: desmantelar las redes antijudías, desde Hamás hasta Irán, y forjar un nuevo orden regional liderado por aliados pragmáticos. Sin embargo, el camino hacia este objetivo está lleno de incógnitas, y las decisiones que tome en los próximos meses serán cruciales para determinar si Israel puede consolidar sus logros o si enfrentará nuevas amenazas en el horizonte, entre las que se encuentra, no lo olvidemos ni relativicemos jamás, su destrucción como Estado, su aniquilación como nación y su exterminio como pueblo judío. Pero incluso las voces orientadas a la derecha de los rabinos ortodoxos han conminado a Netanyahu a que no olvide la distinción entre terroristas de Hamás y la población general palestina. Como han denunciado estos rabinos "la justificada ira hacia Hamás se ha expandido peligrosamente por parte de algunos extremistas en una sospecha generalizada de toda la población de Gaza, incluidos los niños, considerados como futuros terroristas. Mientras tanto, en Cisjordania, la violencia extremista de colonos ha resultado en el asesinato de civiles y ha obligado a aldeanos palestinos a abandonar sus hogares, desestabilizando aún más la región". Conviene no olvidar a Netanyahu que hay un línea muchas veces difusa entre autoridad y autoritarismo, entre justicia y venganza, entre esperanza y desesperación.
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