
Lo ocurrido en la última semana entre Europa, Estados Unidos y Rusia es lo más frívolo, irresponsable y peligroso que ha acontecido en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, y que si nadie lo enmienda, nos va a sumergir a todos en una catástrofe de dimensiones insospechadas y en un plazo más corto de lo que creemos.
Comencemos por los actores. Putin se cree muy superior a Trump y conoce mejor que nadie las debilidades personales e institucionales del presidente norteamericano. Tiene, sin embargo, dos grandes defectos, su ausencia de escrúpulos lo que le lleva muchas veces a excederse, y que no sabe perder.
Donald Trump es un engreído que llega a afirmar que todos quieren hacer la paz para hacerle un favor; no cabe mayor esperpento ni mayor distorsión de la realidad. Otro político que se cree tocado por la divinidad que le otorga el don de la infalibilidad. Nunca un tonto tan tonto había dirigido los destino de los Estados Unidos. No es falta de respeto con sus adversarios, ni una línea agresiva de negociación, como dicen que ocurre en los negocios, es que es un irresponsable y un frívolo que juega con todo el mundo como Chaplin con la esfera del globo. He escuchado casi todas sus intervenciones de los últimos cuarenta años, y no llego a una conclusión diferente.
Putin, es un dictador iluminado, llamado a devolver a Rusia la grandeza perdida cuando la Unión Soviética colapsó. La vestimenta de Lavrov en Alaska lo dice todo. Putin y su nacionalismo ortodoxo, no es muy diferente del de Stalin o Catalina la Grande, da igual que la raíz se halle en la Biblia o en El Capital, el resultado es el mismo, una Rusia imperial que domine al mundo.
Europa, aparece ridícula sumisa, incapaz de enfrentarse a los problemas y más temerosa de los exabruptos de Trump que de hacer política con mayúsculas. Lo peor de todo es que han llegado al convencimiento de que adulando a Trump van a calmarle, y ese es el mayor error. Los sucesores de Napoleón, de Bismark, Churchill o Julio César no pueden acudir con esa mansedumbre a los Estados Unidos, porque acabarán domesticados.
Me decía un buen amigo conectado con el Despacho Oval que Trump cambia de opinión cada vez que alguien acude con una idea, de manera que la estrategia consiste en ser el último en darle una opinión. Si llega Macron y le dice que envíe tropas, no lo descarta, si llega Vance y le dice que cómo va a enviar tropas, lo descarta. Si Zelensky le pide baterías Patriot, se las asegura, luego llega Hegseth y le dice que no es oportuno, ya no hay baterías, y así todo.
Putin aceptó garantías de seguridad en el convencimiento de que no se iban a dar. Cuando el pasado lunes observó la respuesta occidental aceptando la cesión de territorios y poniéndose el acento en garantizar la independencia y seguridad de Ucrania, entonces comenzó a boicotear la negociación y fin del sueño. Ya no hay nada nuevo en el proceso de paz, porque a Putin solo hay algo que le interesa más que la victoria militar, es una Ucrania sojuzgada, y no va a dejar que el final de la historia sea que los europeos pongan sus botas en Ucrania para fortalecer a un régimen que él quiere eliminar, porque va en contra de sus principios motivadores de la guerra.
Putin, para dinamitar todo el proceso, ha invitado a Zelensky a Moscú, al que ha intentado asesinar varias veces, básicamente para envenenarle, si no para que exponerse a un ridículo en Moscú. ¿Alguien duda de que no lo haría? Entonces viene la pregunta del millón: ¿Europa iría a la guerra contra Rusia, si Putin mata a Zelenski? Con esta invitación Putin ha comenzado a desengancharse de lo que chatearon en Alaska mientras les hace pedorretas a los líderes europeos.
Solo hay una forma de llegar a un acuerdo, pero es precisamente a la única que se niega Trump, porque tiene riesgos y porque va contra sus principios. Solo una fuerte presión sobre Rusia le hará aceptar un acuerdo de paz, y sin embargo, lo que se desliza de cada nueva declaración es todo lo contrario.
En conclusión, como Trump no va a presionar más a Rusia , a la que ya ha concedido el derecho a seguir con la invasión sin penalizaciones en la mesa de negociación ni con más sanciones, y como Putin está convencido, después del ridículo paseo europeo de sumisión ante el emperador del Despacho Oval, de que Europa no se va a sacrificar por Ucrania, y dudo que lo hiciera por la propia Europa, el premier ruso no tiene más que continuar con su estrategia: adular a Trump, reafirmándole en su ego y en sus ideas peregrinas sobre elecciones robadas, reforzarse militarmente en Ucrania y amenazar a Europa, y así caerá Kiev en unos meses y luego Europa.
El mundo no percibe que Rusia es el único imperio que no ha conocido su descolonización, y necesita de su colapso para comenzar a liberar a todas las naciones y territorios que conquistó por la fuerza y sojuzgó durante siglos. Es un imperio unido por el terror y el arma nuclear, y este es nuestro enemigo, alguien capaz de dominar millones de kilómetros cuadrados con la violencia y dispuesto a continuar por el oeste lo que ni el Pacifico ni China le permiten por el este.
Así, en estas circunstancias, tenemos enfrente dos escenarios y los dos son igual de negativos.
Uno sería la cesión de los territorios ocupados a Rusia y un compromiso de seguridad de Europa con Ucrania sin que le esté permitido desplegar tropas en Ucrania, mientras Estados Unidos explota a cambio de nada las tierras raras. Un escenario en el que Zelensky no sobreviviría y donde las argucias de Putin llevarían a colocar a un Yanukovich en Ucrania con un acuerdo de seguridad con Rusia que le permitiría desplegar a sus tropas en la frontera occidental.
La segunda opción sería afrontar una falta de acuerdo y una situación de colapso militar de Kiev en seis meses que nos llevaría a Europa a entrar en guerra con Rusia en Ucrania, mientras Trump se lava las manos, con las implicaciones militares y nucleares de una situación de esta gravedad.
Concluyo, no existe un proceso de negociación, no hay planes, ni mapas, ni nada, solo unos frívolos que intentan salvar su trasero a costa de los demás, que se creen que con unas reuniones ampulosas convencen a alguien de lo vacuo de su contenido. No solo estamos mucho más lejos de la paz, sino, lo que es más grave, estamos más cerca de un punto sin retorno en el que Europa deberá ceder todo o luchar. Si cede, morirá, si lucha, sobrevivirá y saldrá fortalecida, pero habrá que pagar un precio muy alto, y tengo serias dudas de que la Europa que se ha dejado conquistar por sin papeles, que es incapaz de tomar decisiones militares o políticas de calado, donde el populismo pacifista se expande como la peste, y que ha renunciado a sus raíces para mantener un sistema económico y social insostenible a largo plazo, vaya a hacer otra cosa que lamentarse, echarse a llorar y desear que cuando lleguen las tortas, nos rindamos con agilidad y premura.
