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Carmelo Jordá

Y después de la barbarie terrorista llegó la barbarie antisemita

Después del 7 de octubre y después de que todos lo viésemos, la reacción del mundo ha sido ponerse del lado de los criminales.

Una manifestación propalestina en Brasil. | EFE/Isaac Fontana

Recuerdo bien la mañana del 7 de octubre de 2023, era sábado pero yo estaba trabajando desde muy pronto y cuando todavía era primerísima hora empecé a ver teletipos sobre una incursión masiva de Hamás en el sur de Israel. Les confieso que tardé en publicar algo porque no lo podía creer: yo había estado allí y me parecía de todo punto imposible, la típica exageración de los periodistas.

Pero no lo era, de hecho los medios se estaban quedando muy cortos. A partir de ese día y durante meses fuimos descubriendo no sólo la magnitud de la masacre, sino algo todavía peor: su extrema crueldad.

Supimos que las mujeres habían sido violadas y torturadas de forma masiva, que se mató a 1.200 personas y se secuestró a 250, que se asesinó a hijos frente a sus padres y a padres frente a sus hijos, a ancianos, a supervivientes del Holocausto, que se quemaron bebés, que se cortaron cabezas. Y lo vimos, lo vimos sobre todo porque los propios terroristas grabaron sus atrocidades, ebrios de odio y felicidad por matar, violar y torturar. No podemos negar que Hamás nos enseñó su verdadero rostro con total claridad aquel día.

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Pero después de aquello, después de que todos lo viésemos, la reacción del mundo ha sido ponerse del lado de los criminales, como tantas veces, ¿qué tendrá el terror que ejerce esa atracción fatal incluso sobre aquellos que lo han tenido tan cerca como los españoles?

La excusa ha sido la respuesta de Israel, que tantos tachan de "desproporcionada". Yo les pregunto: ¿cuál habría sido la respuesta "proporcionada"? ¿Quizá entrar en Gaza, matar a 1.200 personas, torturar y violar a mujeres y secuestrar a 250 gazatíes? ¿Es "proporcionado" vivir con una banda terrorista al otro lado de la frontera que no sólo ha perpetrado algo como el 7 de octubre sino que, además, afirma que volverá a hacerlo en cuanto tenga la oportunidad? Y alrededor de esto: ¿cuántos misiles debe soportar un país antes de responder a la organización terrorista que se los lanza por miles?

Son preguntas para las que no suele haber una contestación, porque la que subyace a todo lo ocurrido desde el 7 de octubre de 2023 es que hay un país que debe soportar todo esto y más sin responder. Y ese país, lo han adivinado, es Israel, que tiene que tolerar no sólo las muertes sino el escarnio que se hace de ellas, por ejemplo, votando un embargo de armas contra el país que sufrió el peor atentado terrorista de la historia en el aniversario de la masacre.

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El 7 de octubre fue uno de los días más negros de la civilización, al menos desde el final de la II Guerra Mundial, pero desde entonces nos hemos empeñado en que la reacción a la barbarie salvaje de Hamás sea la barbarie del antisemitismo, olvidar los crímenes, culpar a las víctimas, insistir en que los judíos no tienen derecho a defenderse, generalizar los libelos y las mentiras. Volver, no sé bien si a lo más oscuro de la Edad Media o a los años 30 y 40.

Mientras, Hamás podría haber detenido la guerra en cualquier momento: era tan fácil como liberar a los rehenes y deponer las armas. Pero eso no es paz, nos lo han dicho Yolanda Díaz e Ione Belarra, se ve que la única paz que les vale para los judíos es la de los cementerios.

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