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Carta a un alevín de juez

Tu entusiasmo ha sido recompensado. Serás juez con la misma frescura e idéntica lozanía de tu tiempo de opositor. Todo el ánimo del mundo y no menos serenidad.

Querido Rodrigo:

Ignoras el grado de raciocinio, cariño y esperanza con el que te escribo esta carta. Se me ocurrió ayer, al terminar nuestra conversación telefónica en la que me anunciaste la buena nueva de tu aprobado de las oposiciones a la carrera judicial, primera etapa del duro camino del oficio que has elegido, que ya te anticipo es el más hermoso del mundo.

Aunque este no sea el lugar más apropiado para desarrollar una tesis en defensa de las oposiciones, lo que sí te digo es que siempre tuve una gran admiración por la persona del opositor, empezando por cuando yo mismo lo fui, aunque no ignoro que la oposición es una noción sutil y huidiza que no siempre tuvo buena prensa. Un magistrado me dijo una vez que la oposición para él era una especie de muerte, pues, y era su teoría, con ella se quema la mejor etapa de la vida. Nunca estuve de acuerdo con semejante tesis. La mía es que los mejores años son los que se viven a partir de haber alcanzado aquello que legítimamente se ambiciona y, además, a pulso, sin que nadie te lo haya regalado. Al final la vida de incertidumbre, sacrificio y fatiga del opositor es fecunda como la tierra fértil.

Quizá sepas que mi amor por la justicia es casi enfermizo y que hace años vengo pregonando que el problema del poder judicial se encuentra en la difícil disyuntiva de ser o no auténtico y eficaz, para lo cual o nos ponemos todos de acuerdo o se va al garete sin remisión. Fíjate en el panorama que tenemos. Nadie o casi nadie se da cuenta de que la Justicia se contamina y pudre cuando se entrevera con la política y que la gran tentación del poder es extenderse como una hidra silenciosa.

Por supuesto, lejos de mi intención adoctrinar a nadie y menos a ti, que no lo necesitas, pero, llevado por la idea de que un juez no debe servir más que a la sociedad y a sus semejantes, no olvides que si quieres llegar a ser uno de los buenos, te hará falta muy poco: dar lo mejor que llevas dentro y marcarte un par de metas, que ha sido, más o menos, lo que han hecho los grandes jueces de la historia. Por eso, aunque mucho hayas estudiado y tus conocimientos estén frescos, te recomiendo que no descuides tu preparación jurídica y tampoco la formación integral y humanista, lo que me viene bien para recordar aquellas sabias y sagaces palabras de Antonio Machado cuando advertía que hay hombres que nunca se cansan de saber. Al lado de los códigos, la doctrina, la jurisprudencia y planes de formación jurídica, el juez ha de tener un variado repertorio de conocimientos heterogéneos, porque el Derecho solo, aislado, no basta. No olvides que la justicia se decanta en el gran tribunal de la vida. Alguna vez pensé que quizá no fuera mala idea colgar en la puerta de todos los tribunales un letrero que dijera: «Nadie pase que no sea humanista».

En fin, Rodrigo. Eres joven en el cuerpo y en el alma. De ahí que reúnas las mejores condiciones para ser un espléndido juez. Para Benjamín Disraeli, casi todo lo grande ha sido llevado siempre a cabo por la juventud. Sabedor de que sientes la justicia en lo más profundo, tengo por seguro que tu dedicación a ella será algo irreversible. Son sagaces aquellas palabras de que la juventud prefiere ser estimulada a ser instruida. Lo más interesante, dice Ortega, y tu gran padre lo tiene escrito, no es la lucha del hombre con su destino exterior, sino la lucha del hombre con su vocación.

Por eso, te felicito. Tu entusiasmo ha sido recompensado. Serás juez con la misma frescura e idéntica lozanía de tu tiempo de opositor. Todo el ánimo del mundo y no menos serenidad. Deseo de todo corazón que, al cabo de algunos años, cuando hagas el primer balance de tu vida de juez, sigas con la misma ilusión que ahora. Y así, hasta el final.

Un abrazo de mayor cuantía.

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