Extremadura hace frente al cierre de Almaraz: el hartazgo de los justos o las bofetadas de Gina Lollobrigida
En estos momentos de terror ante nuevos apagones y con las bases económicas del país en juego, Extremadura aporta más del 10% de la electricidad nacional.
Lamento no recordar en este momento el título. Era una de aquellas películas italianas de los años sesenta en las que una bellísima Gina Lollobrigida enamoraba a Europa entera. Su papel era el de una jovencísima madre que viajaba en el bus con sus dos chiquillos; uno apacible y bueno, el otro insoportable por caprichoso y vocinglero.
Desesperada la pobre madre al final la emprendía a bofetadas ¿con quién? ¿con el travieso?, pues no, porque se equivocaba en su hartazgo y le pegaba al bueno, con la lógica hilaridad de los espectadores.
Algo muy parecido viene pasando desde hace décadas en España. Aunque mientras en el cine la escena tenía gracia, en nuestra realidad, antes regional y hoy llamada autonómica, Extremadura es el hermano bueno que "cobra" y eso maldita la gracia que tiene.
En estos momentos Extremadura tiene que afrontar la amenaza del cierre de la central nuclear de Almaraz, lo que terminaría con su función de motor energético de España. Las razones de la cerrazón ideológica antinuclear del Gobierno son simplemente sectarias, además de obsoletas, nada científicas, contra la tendencia europea, a pesar del reciente apagón; sectarias en definitiva.
Ante el rodillo antinuclear socialista que amenaza gravemente la economía y el desarrollo extremeño ni siquiera cabe invocar el principio de prudencia en espera de nuevas investigaciones sobre fuentes energéticas, como Europa está recomendando: si Almaraz se desmantela lo hará con ella la economía de la región eternamente mártir de España. Y no habrá vuelta atrás ni espacio para las lamentaciones.
Pero corren vientos de esperanza cuando parece que Extremadura se ha cansado de tanto entregar sin recibir compensaciones, ahora en el terreno que comentamos: ser el territorio que viene sosteniendo buena parte del suministro energético de España sin reconocimiento, ni agradecimiento ni justicia.
Arriesga mucho la sectaria España socialista que odia la energía nuclear: Almaraz es el corazón energético de una comarca cuya población, sus pequeñas industrias, en definitiva sus habitantes y sus trabajadores han quedado relegados respecto a las demás regiones; no es extraño que los extremeños se quejen.
En desesperado intento de detener lo que parece imparable, la presidenta extremeña reclama una revisión integral del sistema de impuestos sobre la energía, de manera que las regiones que generan electricidad, y Extremadura es soberana en este sentido, reciban una compensación justa. Como muy bien señala la señora Guardiola los extremeños no piden privilegios, sino respeto.
Bien podemos hablar de ese respeto que faltó durante décadas cuando se reservó para Extremadura lo que nadie quería, lo nuclear, y cuando algunos llegaban a matar para quitarse el sambenito de albergar centrales nucleares: ¿recuerdan al ingeniero Sr. Ryan? Para Extremadura ni trenes: ¿cómo no se van a indignar los extremeños?
No estamos hablando de eriales inservibles para otras actividades; la naturaleza de Extremadura es posiblemente la más ubérrima y diversa de Europa; simplemente ha sido tratada como el hermano bueno de la película de la bella Gina: bofetadas para el generoso y pacífico y mimos para el egoíista y vocinglero.
Nos queda al menos el consuelo de contemplar la expresión de la ministra socialista española antinuclear, furibundamente antinuclear, ahora en funciones europeas, cuando tiene que dar la cara sobre su sectaria postura ante sus colegas comunitarios mucho más prudentes respecto a la necesidad de obtener energía y nuevas fuentes energéticas, sin renunciar a ninguna de las presentes, la nuclear entre ellas.
Señores socialistas antinucleares: ¿no estábamos ante la necesidad urgentísima de reducir las emisiones de gas carbónico para evitar, decían, que se sumergieran bajo el océano las costas de muchos países, que se extinguieran los osos polares, que las especies invasoras acabaran con nuestro mundo y tantas otras falacias relacionadas con un cambio climático cuya mitología se desmorona día a día?
Pues bien: en estos momentos, en pleno terror ante nuevos apagones y con las bases económicas del país en juego, Extremadura aporta más del 10% de la electricidad nacional, con la consiguiente contribución al conjunto de la reducción de emisiones de efecto invernadero; ¿recompensa? Las bofetadas de "la Lollo" al hermano sufrido y generoso.
En un reciente foro sobre energía nuclear celebrado en Madrid la presidenta extremeña toma por los cuernos el toro nuclear con valentía que podríamos llamar torera: propone la reducción del Impuesto sobre Instalaciones que Inciden en el Medio Ambiente, conocido como ecotasa, en casi quince millones y medio de euros, con la condición de que la Central de Almaraz continúe operativa a partir de 2027. "Si nosotros damos el paso Moncloa no puede seguir mirando hacia otro lado", argumentó en Madrid doña María Guardiola.
"Por lo visto hay ciudadanos de primera y de segunda" siguió diciendo la presidenta: pues claro respondemos; solo basta recordar los antecedentes de la falta de industrialización del sector primario extremeño que en vano quisieron abordar los planes agrícolas del pasado o la desidia del sector ferroviario que tanto viene perjudicando a Extremadura. Efectivamente: Almaraz se ve obligada a cerrar sólo porque así lo ha dispuesto el sectarismo del Gobierno de Sánchez.
No será esta la única factura por la que tenga que responder al final de su mandato el Gobierno del presente, pero esta, de consumarse, resultará irreparable.
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